lunes, abril 07, 2003

Silencio roto

Después de bastantes días sin postear, vuelvo al ataque.

Como era de suponerse, el desgaste mediático empieza a desgastar la guerra. Poco a poco los avances de las tropas invasoras, que no liberadoras, dejan de ser novedad en esta sociedad del espectáculo. Hemos visto a miles de iraquíes emigrantes volver a su madre patria a defenderla en un gesto tan conmovedor como inútil. Hemos presenciado el cinismo de Sadam Husein y de Dobleú Bush. Hemos observado el ataque atroz como si se tratara de un niño lanzado a la jaula de los leones, indefenso.

Ello no debe desviar la atención de tantos temas locales que lógicamente han pasado a un segundo término (¿o debo decir, a una pista secundaria de este circo?). Enumero algunas preguntas:

-) ¿Será tratado el caso de los amigos de Fox con el rigor con el que el IFE castigó al PRI?

-) ¿Dónde están los peces gordos que Pancho Barrio, flamante candidato a diputado plurinominal, prometió?

-) A propósito de diputados plurinominales, ¿no es la mayor estafa anunciarse como candidato si, pase lo que pase, de todos modos te vas a quedar con el cargo?

-) ¿Qué tal Manuel Camacho Solís, dando el chaquetazo para irse con el PRD?

-) Si se sabía que el edificio que se derrumbó en San Antonio Abad y José T. Cuéllar estaba dañado desde el último sismo, ¿por qué seguía ocupado?

-) ¿Dónde estás, Carlota Robinson?






Bueno, basta de grilla. En temas más frívolos, me llamó desde Puebla José Luis Zárate para avisarme que ha sido el ganador por segunda ocasión del premio Vid de ciencia ficción, dejándonos con un palmo de narices a todos los demás concursantes. Siempre lo he dicho, el gordo Zárate es el mejor de todos nosotros, así que es un meritorio ganador. Felicidades, Zaratustra.




Por si a alguien le interesa, Mamá Pulpa toca el 2 de mayo en un congal enfrente del viejo parque de baseball del seguro social. No tengo el nombre del congal ni el costo de la entrada, pero sé que está en donde originalmente estuvo la legendaria taquería "El cuarto bat". Para quienes no lo sepan, Mamá Pulpa no es la mejor banda de punk-rock-ska-surf de la escena undergrasa, pero sí es la más divertida.




Acabo de leer la novela La silla del águila, de Carlos Fuentes, quien sin duda es, a la muerte de Paz, el escritor mexicano vivo más importante. Debo confesar que jamás había leído libro de Fuentes alguno, exceptuando Aura, para algunos una de las piezas más finas de la escasa literatura fantástica nacional, para otros un muy cachondo episodio de Twilight Zone. Como sea, seducido por el coqueteo de Fuentes por los subgéneros (la novela es un thriller político situado en el México del 2020), me hice del libro con cierta reserva sólo para encontrarme con un extraordinario narrador al que la neta no le había entrado por prejuicioso (me confieso pedante pero al revés, trato de evitar a toda costa la alta cultura).

Imagino que no es por mucho la mejor novela del autor, así que pronto habré de hincarle el diente a más libros de don Carlangas, pues La silla... resultó una agradable sorpresa. Como anécdota, supe que al entrevistarlo en su programa, Cristina Pacheco le dijo a Fuentes que el libro le recordaba las novelas de Luis Spota, cosa que no le hizo gracia al ruco, pero efectivamente tiene ese saborcito grillero y malamadre de Spota, uno de los autores preferidos de mi papá y por quien leí varias de sus novelas en mi adolescencia (Más cornadas da el hambre es especialmente recomendable).







Para algo que estoy escribiendo he iniciado una investigación sobre el siglo XIX, el imperio de Maximiliano, la vida de Juárez y... las novelas de Julio Verne, razón por la cual estoy releyendo La vuelta al mundo en 80 días y debo decir que es magnífica. A veces se nos olvida por qué los clásicos son tales. No cabe duda, no sólo de Charles Bukowski, William Gibson, Douglas Coupland, Brett Easton Ellis, Willy Fadanelli y J.G. Ballard vive el hombre. Sólo les pido que me den un zape si me ven por ahí con un libro de Dostoievsky.





Un saludo al ciudadano Winston Smith, nuevo miembro de la sagrada familia (la mía, como escribiera Norma Lazo en su primer libro).


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