jueves, junio 30, 2005

En busca del Papayo (3)

En la administración de la escuela digo: "Hola, busco a Dón Félix".

"¿Para qué asunto?"

"Es que, verá, fue mi profesor hace 20 años..."

"Ah, sí, permítame."

Minutos después salía el viejo. Idéntico, nomás sin lentes. Como si hubiera dejado de verlo un par de semanas. Me dio mucha emoción.

"¿Cómo estás?", le dije.

"Bien, ¿y tú? Con esos cachetotes se ve que te va bien."

(Luego me di cuenta de que por más pelos y señales que le di, no se acordó de mí. Pero supongo que lo visitan muchos exalumnos y que tiene bien montado el numerito).

Nos sentamos a platicar en una banca de la escuela. "Te veo muy bien, idéntico", le dije, emocionado. "Es que me ves con cariño", respondió. "Además, si quieres llegar a viejito, sigue este consejo: come pollito, bebe vinito y duerme solito."

"Yo le cambiaría eso último por y echa palito."

"No, hombre. Qué manera de desperdiciar el semen."

Le platiqué que mi paso por las escuelas maristas no había sido placentero. Que me habían dado en la madre. Pero que a él lo recordaba con mucho cariño.

"Flores Meyer, por ejemplo, me mando al área de físico-matemáticas, porque decía que le iba a dar mucha lata en humanidades", le conté. Lo que no le dije es que años después me encontré la tumba del que fuera mi director en la prepa y le bailé encima.

"¿Flores Meyer? ¿La Coqueta?", preguntó.

"¿Era gay? ¿El matemático?"

"Ah, no. Ése no, su hermano. Le decíamos la Coqueta."

Imagínense. Y lo dejaban con niños.

El Papayo ya no da clases. A sus 83 años no se lo permiten. Se dedica a administrar el colegio, que ahora es también secundaria: "No podemos dejar nuestro dinero en manos de otros."

"Oye, Félix, y ese profesor, que nos daba química, El Chachalaco?"

"No me acuerdo muy bien de él. Duró muy poco..."

Y aquél que fue mi director en la primaria. Y el hermano marista que me enseño ortografía en la secundaria. Y mi compañero de banca que decidió hacerse marista. Y el profesor este o aquel.

El Papayo lamenta la crisis de vocaciones. Ya no quedan maristas. Y los que quedan son todos hombres mayores. Sou una especie en extinción.

"A los muchachos ya no les llama la antención la vida de servicio. Los seduce el mundo, las mujeres, la buena vida."

"Pues cómo no", le dije mientras observaba los estupendos muslos que generosamente mostraba la minifalda de una madre de familia que andaba por ahí.

Le dije que me había vuelto escritor. Que recordaba con gran gusto sus clases sobre el siglo de oro español. Y le regalé un ejemplar de El llanto de los niños muertos.

"Me lo voy a devorar. Sigo leyendo mucho."

Le conté del premio de novela. Le dije que no estaba muy seguro de que le fueran a gustar mis libros. Dijo que de cualquier manera los leería con gusto. Que no le regalara, que le vendiera mi novela.

La hora de salida se aproximaba. Todavía hablamos de su familia, una hermana en Barcelona y un hermano en Miami. De cómo se quedó huérfano a los 8 años. De cuando llegó a los 18 a México a ordenarse y estudiar la normal en Guadalajara.

Si no hubiera tenido que irme, me habría quedado toda la tarde con él, evocando viejos fantasmas, resucitando un par de muertos.

Me despedí de él con un abrazo. Le dije que lo invitaría a comer un día para que conociera a Cynthia. Le dije que lo quería, que me había hecho el día. Luego me fui.

No le he llamado para saber si le gustó el libro, no me atrevo. Y me siento un poco tonto por ello.

Pero cuando lo haga, prometo contárselos. Por lo menos sé que esa lectura no lo dejará indiferente.

martes, junio 28, 2005

Dos anuncios dos
Mañana, miércoles 29 de junio, después de las 12:00 horas estaré en el noticiero de Memo Ochoa, en el 88.9 de la FM.

Por otro lado, Sergio González Rodríguez escribió un generoso texto sobre Tiempo de alacranes en su columna Escalera al cielo del suplemento dominical "El Ángel" del periódico Reforma. Reproduzco un fragmento:

Con el fin de estimular la escritura y la recepción de la narrativa de
suspenso, la Editorial Planeta y su sello Joaquín Mortiz convocó su Premio
de Novela Una Vuelta de Tuerca 2005, en el que resultó ganador el joven
escritor Bernardo Fernández con Tiempo de alacranes, un relato que se ubica
entre Nuevo León y Coahuila hacia la frontera con Estados Unidos. En
realidad, se trata de una novela que es al mismo tiempo una road movie plena
de ingredientes generacionales que incluyen los cómics, las películas
hiperviolentas, la música de rock y el lenguaje vernacular. Tiempo de
alacranes entrecruza dos relatos: el primero corresponde al punto del vista
del antihéroe de la novela, un asesino a sueldo; el segundo implica a un
trío de jóvenes nómadas en busca de su propio destino, uno de ellos prófugo
de la violencia en Europa del Este.

Al encontrarse como fragmentos en el mismo imán clandestino, la novela tiene
su motivo central, con el telón de fondo del poder delincuencial, la
corrupción judicial y policiaca, la existencia de un mundo dividido entre
quienes saben vivir de las transgresiones y quienes asumen una normalidad
que tiende a marginarlos de toda aventura. El dominio del espacio por la
propia itinerancia le da un rumbo especial a Tiempo de alacranes, y
reinventa una geografía imaginaria que cumple un papel idóneo como
plataforma hacia el suspenso primordial. La novela, que fue elegida por
unanimidad en un jurado compuesto por Federico Campbell, Ignacio Padilla y
Eduardo Antonio Parra, trae consigo también un sentido del humor que se
beneficia de las ventajas de la metaparodia, ejemplarizada sobre todo por el
cine de Quentin Tarantino o Robert Rodríguez.

Una crítica brillante de lo alrevesado de nuestra farsa colectiva.


Muchas gracias, maestro.

Más sobre el Papayo en el siguiente post...

lunes, junio 27, 2005

En busca del Papayo (2)

Quizá nos aferramos a los recuerdos por que ya sean agrios o dulces, son lo único que nos deja el tiempo a su paso por nuestras vidas.

Y es que esa mañana descubrí que estaba a sólo unos cuantos pasos de mi vieja primaria.
La oficina del cliente que había ido a visitar está literalmente a unos metros del número 50 de la calle de Mérida.

Entré a la escuela temeroso de mis viejos fantasmas. El lugar ya no me era reconocible. Veinte años de transformaciones y mis ojos de niño sustituidos por un par de globos oculares de adulto ahuyentaron cualquier dèja vu que haya querido rozarme.

Fui directo a una ventanilla que decía INFORMES. Maldita vocación burocrática. Frente a mí, una pareja solicitaba los requisitos para inscribir a su hijo al colegio (o hija, ahora esas escuelas son mixtas). Quise decirles que no lo hicieran, que ése no era un lugar donde los niños fueran felices, pero después de todo, ¿a mí qué diablos me importaba?

Cuando la pareja se fue, pregunté por Don Félix. Incidentalmente, Félix significa "feliz".

"Permítame", y tomando un teléfono le preguntó alguien por él, "sí, el hermano viejito, por que lo buscan acá afuera."

Colgó y me dijo que estaba ocupado en ese momento como jurado del concurso de oratoria.

Flashback interno en mi cabezaa aquellos concursos en los que, por ejemplo, todo quinto de primaria llenaba el auditorio para oir declamar a los concursantes, que siempre eran los mismos año tras año.

Recuerdo un tal Eric Álvarez Taylor que por ahí de cuarto se fracturó una pierna y trepaba al estrado trabajosamente, poniendo una cara de compungido que añadía teatralidad (e impacto) a su número.

O a un sujeto, de apellido Ponce de León, que declamaba sus piezas como locutor sobreactuado de radionovela de terror.

De vuelta al siglo XXI, entendí que los ritos de los maristas no se modenizan. Me imaginé a los mismos personajes, repetidos al infinito en cada grupo, año tras año. Los mismos estereotipos en cada salón, donde lo único que cambia son los rostros.

"Muchas gracias", dije. "Yo vuelvo otro día", y salí de ahí, para volver un par de días después.

Esta vez, con mejor suerte.

jueves, junio 23, 2005

En busca del Papayo (1)

Quizá como nadie, Félix González "El Papayo" conjunte en una sola persona lo mejor y lo peor que puede tener un hermano marista.

Un poco de background: los hermanos maristas son una orden religiosa fundada en el siglo XIX en Francia por San Marcelino Champagnat, dedicada a la educación y que en nuestro país se ha dedicado durante más de 60 años a formar a los hijos de la oligarquía.

Son cientos los mexicanos "distinguidos" que han pasado por sus aulas. Políticos, escritores, algunas figuras del espectáculo y muchísimos empresarios, un conjunto irregular y lamentable. Después del PRI y Televisa, los ex alumnos de los maristas son lo que más daño le ha hecho a México.

Entre ellos, me incluyo. Muy a mi pesar (generación 1990 del CUM, junto con --of all people-- gente como Federico Döring y Yordi Rosado. Go figure).

El porqué si mis papás eran de vocación tan liberal Alfredo y yo acabamos en un colegio católico para puros hombres sigue siendo un misterio para mí. Pero no tenía otra referencia y pensaba que ESO era la escuela. A Alfredo, afortunadamente, lo corrieron en tercero de secundaria. Le hicieron un favor.

Pero me estoy desviando.

Hace falta volver casi 20 años. En 1986 yo entraba al último año de la secundaria, al salón 32 del Colegio México Acoxpa. Mi titular era Don Félix "El Papayo" González, un hermano español que nos daba la clase de literatura.

Nunca me distinguí por ser buen alumno, una sola vez, en la primaria, figuré entre "los 12 mejores", que eran algo así como el cuadro de honor, una metáfora sobre los apóstoles de Cristo (güeva). Pero fui lector desde niño. Por eso, la clase de literatura siempre me interesó, sólo para descubrir que los programas escolares están hechos para que a los chavos aborrezcan leer.

El Papayo era un buen profe. Había dado clases en la Universidad y me parece que era un lector plural. Pero con un criterio muy... pues sí, de moral católica.

Nadie es perfecto, pero si no hubiera dado clases de religión y moral, hubiera sido el profe perfecto. Un tipo con gran vocación, con un amor inmenso por sus alumnos.

Yo salí de la secundaria y seguí la prepa en el CUM, le perdí la pista al Papayo (los hermanos son removidos cada tres años o algo así de los colegios) y seguí con mi vida.

Y entonces pasaron 20 años. Se fue el siglo, cayó el muro de Berlín, se desmoronaron la URSS y las torres gemelas, y hasta el papa se murió cuando, en una de esas vueltas que da la vida, me encontré llevando mi portafolio de ilustrador, de todos los lugares del mundo, a Editorial Progreso, propiedad de los malditos maristas.

Estoy seguro de que hasta aquí debo sonar como un amasijo de contradicciones. En mi balanza, el odio le gana al amor respecto a los religiosos que me educaron, pero no pude evitar preguntar al hermano con el que me entrevisté si el Papayo aún vivía.

Y así es. Y no sólo eso, ahora está en la escuela donde hice la primaria, en Mérida 50, colonia Roma.

¿Cometería la cursilería de llevarle mi último libro a mi profesor de literatura de la secundaria? ¿LLegaría a decirle "mira, Félix, fui tu alumno y ahora me he convertido en escritor"?

Sí, lo hice.

Pero se los seguiré contado en la segunda parte de esta historia.

martes, junio 21, 2005

Para desentumirme...

Mi querida Rax me mando la siguiente cadenita, que procedo a contestar. Perdón a los compas que me mandaron la anterior, sobre música, pero andaba como idiota con muchas cosas que hacer.

El cuestionario:

Estás atrapado en Fahrenheit 451, ¿qué libro te gustaría ser?
Wow. Precisamente F-451 fue el primer libro que leí a los once años. Continuando con el juego y metiéndole estructura de cajas chinas, precisamente me aprendería el propio Fahrenheit 451 (permítanme la licencia).

¿Alguna vez te enamoraste de algún personaje de ficción?
Yep. De Jessica Rabbit (¿se vale?).

¿El último libro que compraste fue...?
Fueron tres: Viento Rojo, que es una serie de textos sobre el narcotráfico que incluye piezas de Carlos Monsiváis, Vicente Leñero y Élmer Mendoza, entre otros; El dilema de Bukovski, compilación de ensayos de mi admirado Roger Villarreal y El festín de los cuervos de Gabriel Trujillo Muñoz, donde compila cinco novelas policiacas cortas (casi cuentos largos) de su personaje, el abogado Miguel Ángel Morgado. Los tres muy buenos, ya me los leí.

¿Qué estás leyendo actualmente?
The Blind Assasin de Margaret Atwood y Cryptonomicon de Neal Stephenson.

Cinco libros que llevarías a una isla desierta:
Qué difícil pregunta. En este momento (la lista cambia todo el tiempo) me llevaría:

1) Los cuentos completos de Julio Cortázar. Sé que son dos tomos gordísimos, por lo que si hubiera objeciones, me quedaba con Historias de cronopios y famas.

2) Bluebeard, de Kurt Vonnegut.

3) Beautiful Losers, la novela de Leonard Cohen.

4) Noticias del imperio de Fernando del Paso (a ver si por fin lo puedo terminar).

5) Fluyan mis lágrimas, dijo el policía, de Philip K. Dick.

¿A quién le pasas el relevo y por qué?
A Ira y Sadie, dos mujeres inteligentes cuya opinión me interesa.

lunes, junio 06, 2005

Maldita sea...

Murió Adolfo Aguilar Zínser. Probablemente uno de los pocos grandes hombres que ha dado la política nacional. La noticia me entristece profundamente, pues además queda marcada por la tragedia de un accidente de carretera.

Seguramente más de uno recordará otros accidentes carreteros como el de Loret de Mola (el abuelo) o Maquío.

Yo lo único que puedo decir es que Mexico ha perdido a un gran hombre.

Descanse en paz, maestro.

domingo, junio 05, 2005

Se va la vida

Se va la vida, compañera / como el agua en el agujero o algo así cantaba el magnífico León Chávez Teixeiro, Cuando parpadeas los días se te han deslizado como el agua entre los dedos.

"El tiempo lo destruye todo", se dice al inicio de la película Irreversible. Es esta batalla perdida de antemano contra el olvido, intento rescatar algunos instantes que se han deslizado junto a mí en los últimos días.

1) Tijuana es magnífica. Más, cuando te guían por ella Deyanira Torres y sus hermanos Fernando y Eréndira (su bar, el Mofo's, en Pueblo amigo, es una parada obligada, un lugarcito magnífico para echar unos tragos), Karla y el Chamuco del CECUT (saludos) y además Rafa Saavedra y Ejival presentan con tanta generosidad tu libro, Muchas gracias a todos ellos (y a Jackie, George y Vladimir) por hacerme sentir querido tan lejos de cada.

2) Ya está lista Tiempo de alacranes. Mi primera novela publicada estará a partir del lunes 6 de junio en las librerías. Sigo muy feliz, con la ceremonia de premiación, en Querétaro, aún retumbándome en la cabeza.

3) Lo mejor, por cierto de ir a Querétaro no fue el recibir el premio y ser felicitado por el gobernador durante la inauguración de la primera feria del libro infantil y juvenil, sino ver las caras de felicidad de Cynthia y mis papás, de mis tíos Alfredo y Alicia (que viven en Qro) y la generosa presentación que hizo Ignacio Padilla tanto de mi libro como de Doctor Simulacro, novela de Andrés Acosta, merecedora de la Primera Mención del concurso, que afortunadamente se publicó también.

4) Por cierto, Nacho Padilla, a más de un gran escritor, es una persona magnífica. Igual que Andrés Acosta, a quien conocí el día de la premiación y con quien junto con Olga Correa, su pareja, hicimos buenas migas.

5) A todo mundo le encantó las portadas de ambos libros, las dos perpetradas por el genial Bachan, sin duda el mejor monero de México (y un gran amigo).

6) De vuelta al DF, gracias a la invitación de mi adorada Eugenia Robleda, fui a ver The Hitchhiker's Guide to the Galaxy, Nunca fui muy fan de las novelas de Douglas Adams (Bachan las adora) pero la película me gustó mucho, me pareció con una estética más cercana a Brazil de Terry Gillian que a Star Wars (thank god!). Recomendable si no te molesta el humor cebo.

7) Muchas gracias a todos los que han escrito en la pizarra de esta bitácora, perdón por no contestarles a todos individualmente, pero se les quiere a todos. Saludos especiales a Sadie, Dr. Neón, el Betortas y por supuesto a Camila Jovob, entre otros.