miércoles, abril 09, 2003

Hotel Palestina

Esto, que parece el título de una canción de Joaquín Sabina es el terrible escenario donde los periodistas Taras Protsyuk y José Couso, ambos camarógrafos, han perdido la vida ante el fuego de un tanque norteamericano que cobardemente disparó sobre el edificio sin que mediara agresión alguna.

Más allá de la atrocidad que tiene la nota por sí misma, el hecho me es especialmente conmovedor por pertenecer a una familia de periodistas. Desde hace tres generaciones alguno de los Fernández se ha dedicado a tal oficio.

Ya lo han señalado todos los corresponsables de guerra, las balas no reconocen gafetes que digan Reuters, UPI, AP, Cuartoscuro o BBC. Pero según consta en el testimonio de los periodistas sobrevivientes, el ataque no fue provocado por ningún francotirador. El mensaje del gobierno gringo no puede ser más claro.

En esta guerra que no es sino una invasión leonina y ventajosa no hay reglas, no hay convenciones de Ginebra ni ONUs que valgan. Aquí priva la ley del más fuerte y todo parece indicar que no hay más güevos (así, con "g") que los del tal Dobleú Bush.

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