domingo, abril 27, 2003


Nada importante qué decir
He tenido una semana llena de trabajo. Pero después de pasarnos tres meses en la vil chilla, no podemos darnos el lujo de rechazar chambas en el estudio. Así, esta semana he hecho la portada de un disco de música electrónica mexicana, el portafolio de una joven y talentosa (y guapa) arquitecta mexicana, el catálogo para la Bienal de Venecia de un extraordinario escultor y las tarjetas de presentación del despacho de mi contador (por no hablar de lo que está haciendo David Kimura, mi socio, o Gaby, nuetra diseñadora).

Ello, como bien ha notado mi tocayo el Berny Rojas me ha impedido postear como quisiera. Pero no hay vuelta de hoja ni click de mouse, la chuleta es primero (imagínense, llevaba los primeros tres meses de este año sin poder cobrar, aunque eso sí, cubriendo la nómina y nuestros gastos).

Es curioso, pues siempre había escuchado sobre el bloqueo creativo, gente que dice que se halla frente a la hoja (o pantalla en blanco) y es incapaz de escribir o dibujar nada.

Nunca me había sucedido hasta que tuve este Blog. Hay días que no sé qué diablos poner ( y es que hay veces en que hasta a me aburre la polaca nacional o la guerra de Iraq ).

Así que este post es para decir que hoy no habrá post porque es domingo y es pecado dar golpe.

El ciudadano Winston Smith en Chapultepec
En el blog de mi querido Chema Hipólito he leído varias ocasiones cómo cuenta que saca a pasear a su hijo (el hermoso Orlando) o lo baña o ven películas juntos o lo que sea. Pocas veces he leído una crónica de la paternidad tan entrañable, tierna y conmovedora que las que escribe Josema.

Pues bien, ahora me ha tocado a mí vivirlo en carne propia, aunque sea un solo día, cuando este viernes pasado mandé el trabajo al carajo y me fui a llevar al ciudadano Winston Smith al zoológico de Chapultepec.

Ya he hablado de Wisnton, de su infinita capacidad de ternura y de cómo se ha robado el corazón de la familia Fernández (que son unos tíos duros de roer —saludos a Alfredo). Estar con Winston es volver a ver el mundo con los ojos que tuve a los 6 años, recuperar un poco de la capacidad de asombro e inocencia que tanta malicia y cinismo me han arrebatado.

Así que Winston y yo fuimos a las puertas del museo Tamayo, en donde habíamos quedado de vernos con Cynthia, la señorita cronopio. Ella llegó un poco tarde, pero por lo demás todo fue como ir en un gran tobogán.

Yo no tengo palabras para hablar de la carita de fascinación de Winston ante los animales. Debían ver el brillo de aquellos ojitos frente a la jaula de los pandas, en el pabellón de los simios, en la pecera de los pingüinos, pero sobre todo viendo nadar a las focas.

Lo curioso fue que al voltear, descubrí en muchos de los adultos y en la propia Cynthia la misma expresión.

Por lo visto hay cosas que nadie puede quitarnos, pero que olvidamos fácilmente.

Winston me ha devuelto un poco de ellas.

Mamá Pulpa en la Corte
Viernes 2 de mayo, 22:00 horas. Cuahutémoc y Viaducto, enfrente a los restos del parque de baseball.

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