Alea jacta est
Se acabó la guerra. Nada puede ser más elocuente que la caricatura que José Hernández publica hoy en milenio, donde unos triunfales soldados gringos han derrumbado una estatua de Husein que al caer aplasta una multitud de iraquíes descalzos.
Who's next?
¿Turquía? ¿Norcorea? ¿Afganistán? ¿Arabia Saudita?
Pendejo
Diego Fernández de Cevallos se queja de ser víctima de fuego amigoy blanco de misiles inteligentes provenientes de los pinos.
¿Imaginará este imbécil lo que es estar bajo la detonación de un misil detector de calor? ¿Cómo sería su cara al descubrir que la explosión le reventó la vísceras, le arrancó las manos o le voló las piernas? Quisiera verlo decir estas estupideces bajo bajo una lluvia de fuego y balas,
Hay cosas tan siniestras, Don Diego, que no se puede bromear con ellas. Ni siquiera metaforizar. Guarde su ingenioso humor político para un congreso de alacranes. O una convención de ojetes, que de seguro lo invitarían a dar el discurso inaugural.
El ciudadano Wisnton Smith
No cabe duda, crecí en una familia completamente acuariana, de fortísimas resonancias hippies-comunistas-sesenteras-liberales en las que, sin embargo, mis papás jamás fueron ni militantes de izquierda ni propiamente jipitecas (pero tenían la actitud).
De hecho, siempre me he sentido identificado con el cuento "1980" del Tiempo transcurrido de Juan Villoro, sobre el hijo punk que tiene papás hippies (aunque yo tampoco era punk punk lo que se dice punk).
Como sea, lo anterior viene a colación por la útlima hazaña de Virginia, quien entre otras cosas desde hace casi 31 años es mi mamá y desde la semana pasada lo es del ciudadano Winston Smith.
En realidad Winston tiene otro apellido, y tiene tan sólo seis años. Es hijo de "A", una mujer que valientemente ha aceptado su incapacidad para lidiar sola con un problema de adicción y decidió pedir ayuda. A quién saben ya...
No creo exagerar al decir que la profesión de Virginia, más que la de maestra educadora, ha sido la de desfacedora profesional de entuertos. Algún día hablaré de ello con detalle. Baste hoy con saber que al conocer el caso y la problemática de "A", quien llevaba a Winston a uno de los jardines donde Virginia es coordinadora de zona, decidió ayudarla.
Tras mucho buscar, dieron con una institución no lucrativa de ayuda para combatir adicciones. El problema es que había que recluirse durante varios meses. ¿Qué haría "A" con su hijo?
Había dos opciones: a) mandarlo a un internado donde se reciben hijos de sexoservidoras, mujeres encarceladas y homeless ó b) quedarse con Winston unos meses.
Un fama cortazariano habría hecho lo primero. Pero Virginia es un cronopio incorregible y desde hace una semana Winston vive en casa de Virginia y Bernardo Fernández, cuyos hijos (Alfredo y un servilleta) hace varios años que se fueron de la casa paterna.
Durante años dije que no me gustaban los niños. Claro, hasta que (ejem) empecé a escribir libros infantiles. Soy soltero y sin sobrinos, por lo que no tengo contacto cotidiano con niños, sin embargo, el ciudadano Winston Smith, mi kid brother más cortazariano que orwelliano, me ha robado el corazón, que estaba bien guardado en su estuche de cinismo.
Desde aquí le deseo a "A", mamá de Winston, mucha suerte en su proceso de recuperación.
El Berny
Un saludo a mi tocayo y colega Bernardo Rojas, lector de este blog y con quien me identifico en más de un punto a pesar de no conocernos. Checa su propio blog aquí.
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