martes, febrero 21, 2006

La vergüenza
La profunda tristeza con que nos observa este minero que trabaja en las labores de rescate de la mina que se derrumbó en San Juan de las Sabinas, Coahuila no logra abarcar la dimensión de la tragedia.

El siniestro saca a la luz pública las condiciones profundamente adversas en que deben trabajar los mineros. Sueldos de miseria, instalaciones peligrosas (debido en no pocos casos a la negligencia) y un desinterés total de la corporación hacia sus trabajadores a quienes percibe, se deja ver, como un recurso renovable de poco valor.

De los casi 70 trabajadores atrapados entre la piedras, sólo 20 eran sindicalizados y tenían las prestaciones de ley. ¿El resto? Vivían literalmente bajo tierra, por debajo de las condiciones de mínima dignidad laboral.

Pareciera que en nuestro país se necesitan desastres de este tipo para desnudar la profunda injusticia social. Como en el temblor del 85. Siempre, al jodido, pateado.

A medida que transcurren las horas, las esperanzas de encontrar sobrevivientes se han esfumado. Pronto sólo quedará la recuperación de cadáveres.

Después, nada.

Al olvido los mineros. Al silencio, los millones de mexicanos de segunda y de tercera,

Hasta que una nueva catástrofe los ponga en el candelero durante quince minutos. Y luego, de vuelta a la ignominia.

Qué vergüenza. Y yo, tantas veces quejándome de mi chamba.

Una botella de coñac

Resulta que en la jerga pederasta se llama así a las muchachitas de 12 ó 15 años (tiempo que se deja añejar una botella de dicho licor). Al menos eso me dijeron.

De ser cierto, saquen sus conclusiones del tenebroso diálogo entre Mario Marín, gobernador de Puebla y el empresario Kamel Nacif que sacudió a la opinión pública la semana pasada:

Kamel Nacif: Y yo para darte las gracias te tengo aquí una botella bellísima de un coñac que no sé adónde te la mando.

Mario Marín: Pues a Casa Puebla.

Kamel Nacif: Yo te la quería dar personalmente, pero estás todo ocupado.

Mario Marín: Mándamela a Casa Aguayo, para
echármela.

Kamel Nacif: ¿Te la vas a echar? Pues entonces te voy a mandar dos, no una.


Yo no había entendido. Qué ingenuo soy.

El horror, el horror...

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