12 Postales desde Puerto Vallarta
La generosidad de Lillyan y Paco Haghenbeck, recientemente mudados a este paraíso, me permitió pasar con ellos unos días en esta playa. Ellos viven en un departamento espléndido que de un lado da a la marina de yates y del otro al club de golf. Intenté sin éxito adelantar la novela que traigo entre manos, pero es imposible trabajar desde la playa. Desde aquí, gracias a los Haghenbeck por su hospitalidad y mucha suerte en la nueva etapa que inician.
1) Puerto Vallarta es un lugar increíblemente limpio. En más de un sentido. Puedes ver pelícanos en el malecón, pescando enfrente del Hard Rock local. La zona roja fue borrada del mapa y no se ve mendicidad. Si no hiciera tanto calor, sería casi el paraíso.
2) Los gringos y canacas acaparan el negocio de los bienes raíces. Y es que esto es casi una sucursal de California. Durante la temporada baja, el lugar está lleno de ancianos norteamericanos que disfrutan del bendito clima. En el verano se regresan a Pennsylvania, Wisconsin, Ontario y todos esos lugares fríos de donde saliueron para darle paso al peor depredador de la zona: el turista.
3) Hay pocos chilangos por aquí. La mayoría de los turistas nacionales son de Guadalajara y Sinaloa.
4) Sobre los gringos residentes, sin duda uno de los más interesantes es Bill Reed, quien me fue presentado por Paco Haghenbeck y es un sujeto fascinante. Militar y espía retirado, trabajó en la marina y recorrió el mundo durante lo más caliente del conflicto bipolar. Estambul, Hungría, Moscú, París, todos esos escenarios de novela de Le Carré. Pero lo mejor del asunto es que el propio Bill, maestro en historia por la Universidad de San Diego, es escritor también. Ha publicado, entre otras cosas, las biografìas de John Huston (de quien fue gran amigo) y de Johnny Weissmuller (sí, Tarzán). Este anciano magnífico está a punto de publicar sus memorias como espía y promete hacer revelaciones candentes sobre la crisis de los misiles en Cuba, entre otras cosas. Un anciano espléndido que vive en el autoexilio mexicano hace 32 años. Gracias por presentármelo, Paco.
5) !Las locales son muy guapas! La combinación de la belleza tapatía con la de las mujeres de la costa es muy afortunada.
6) Lillyan y Paco viven en unos condominios que parecen salidos de una novela de Ballard. Un desarrollo de lujo, situado en el barrio de moda de Vallarta, es un lugar donde no se escucha a la gente que lo habita. Qué imagen tan extraña, aquella de la alberca vacìa en pleno verano ardiente. Un sitio de ensueño, tanto, que no pude màs que avanzar un par de páginas de la novela.
7) En varios de los lugares me hablaban en inglés. Mi tipo mestizo, combinación de árabe con indio no da lugar a confusión, al menos en México (en otros lugares nunca saben de dónde soy). A la mejor me tomaron por cholo. Alguien me preguntó si venía de California (!)
8) Hay más tiendas del Señor Frog´s que bares. La relación en Vallarta es como de 8 a 1.
9) Por cortesía Javier Uribe, hermano de Cinthya Cronopio, cenamos en el Cafe Des Artistes, el lugar más mamón de PV. !Hay que ir de zapatos, no se aceptan jeans! Eso sí, cenamos delicioso, y no fue lo caro que me esperaba. Mejor venir aquí que al Hard Rock o Hooter´s.
10) Un saludo a los Uribe, familia de Cinthya, Javier, Ana, Javier hijo y el tremendo Diego. Gracias por invitarnos a cenar a Lillyan y a mí el primer día (Paco andaba en Los Angeles, llegó después). La siguiente me toca a mí.
11) El detalle triste: las baratijas chinas de importación acabaron con la artesanía local. Ni modo.
12) Pero el punto culminante del viaje fue llegar a una tienda de souvenirs y escuchar a Mamá Pulpa por la radio local.
Si van por allá, no dejen de visitar La Piedra, el negocio de joyería de piedras semipreciosas de los Haghenbeck, sobre la Avenida México, a dos cuadras del hotel Rosita. Un lugar magnífico y nada caro. Cuando vi los precios pensé que serían en dólares sólo para soprenderme que eran en pesos.
Y ahora, si me disculpan, me quedan unos dìas de vacaciones y quiero adelantar algo de trabajo...
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