De vuelta
El sillón y la cama te reciben jubilosos. Tus cosas siguen ahí, con el mismo desorden de siempre. No adelantaste nada a la novela y sabes que la fecha de cierre es dentro de dos días. Traes bajo el brazo el resultado de tu estancia en el museo, muchas fotos y nuevos amigos.
La cotidianidad te recibe con rudeza --una llanta baja, el tanque de la gasolina vacío. "Esto es muy agrio", escribió Martí, "pero es lo mío".
Atrás quedan las horas de viaje nocturno en un autobús donde el chofer tirano apagara las luces y sólo pusiera una película de Cantinflas. Descubriste que no es tan difícil dormir en los camiones pero que es imposible usar sus baños cómodamente.
Diciembre se desliza por el calendario. Entra por la ventana y se cuela por todos lados. Es una sustancia etérea pero pegajosa que parece ralentizar todo lo que toca. Flota en el ambiente cierta bondad que se antoja necesaria.
"La vida es bella", piensas mientras escribes estas líneas y te dispones a llamar a aquella que extrañaste durante la semana. Después de todo, dijera James O'Barr, no puede llover todos los días.
Es bueno estar de vuelta.
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