Nunca la he visto.
Todos los días, a esta hora, pasa gritando.
Un alarido amorfo, desgarrado.
"¡Aaaaaaaargh!", aúlla. "¡Aaaaaaaargh!"
Puedo escucharla desde que se aproxima por la calle, como volviendo de la escuela. Cuando abre la puerta del edificio. Al subir las escaleras en compañia de una anciana (¿su abuela? ¿su madre? ¿su nana?).
Sus gritos furiosos se van alejando mientras suben hasta su departamento, en el cuarto piso. Después de que cierran la puerta, los ruidos cesan. La retrasada mental calla.
Nunca la he visto.
No me atrevo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario