Felicidades
Tras dos semanas de mucho trabajo, vuelvo al Blog con muchas noticias y cosas qué contar. Quizá lo más notable sea la boda de Rax y Alberto, el pasado sábado. Ambos, amigos muy queridos, tuve el honor de diseñar la invitación de la boda, que fue una emotiva ceremonia en un templo metodista (jamás había entrado a uno) seguido de una recepción cerca de ahí.
Estoy seguro de que han tomado la mejor decisión y desde aquí, los mejores deseos a ambos para que continúen con su trayectoria de éxitos y que la vida sea siempre generosa con ustedes.
Tragedia
El viernes, camino a una cita en Santa Fe escuché por la radio una historia espeluznante: un chamaco de 17 años, trepado en un Ford Mondeo, perdió el control del auto por ir a exceso de velocidad y atropelló a tres mujeres que trabajaban en las obras de los puentes de Santa Fe, concretamente el llamado "Octavio Paz".
Aterrorizado, el chico se dio a la fuga sólo para ser atrapado un poco después por un operativo policiaco que lo halló escondido en la calle Cerrada de duraznos.
Dos de las mujeres, que ondeaban banderas para indicar que había hombres trabajando, eran madres solteras, dejando en total a tres niños huérfanos, todos menores de cinco años.
"Shakespeare puro", diría el poeta cuyo nombre lleva el puente.
Mi hermano, la estrella de rock
Alfredo y Chipotes me acompañaron a mi clase de la ibero, ya que mis alumnos trabajaron en un proyecto sobre el futuro disco de Mamá Pulpa.
Me sorprendió ver cómo se les acercaba la gente a pedirles autógrafos, desde un mesero de la cafetería hasta alumnos y maestros.
Es un fenómeno curioso ese de la fama. Yo no lo soportaría, no estoy hecho para eso. Ellos parecen disfrutarlo.
Lo extraño es que no deja de ser mi hermanito menor, alguien tan normal como cualquiera, y su amigo de la prepa.
Lo cual demuestra el gran fenómeno de la televisión: pon a alguien en la pantalla y se vuelve especial, independientemente de que sea una buena persona o un canalla.
Alfredo y el Chipo, debo decirlo, son buenos chicos...
¡Feliz, feliz, alegre, alegre!
Mi amigo Alberto Cué de Tierra Adentro me mandó la portada de mi libro. El llanto de los niños muertos ya tiene cara, y pese a mis temores, la verdad es que quedó bastante guapa, con una pintura muy apropiada de Estrella Carmona. Aún no hay fecha de salida, se supone que será a final de año, pero como buen megalómano ya lo cacarearé con bombo y platillo.
Por cierto, algo se está cocinando con otro de mis libros, pero ya lo escribiré cuando se concrete, porque si se ceba nomás queda uno como hocicón. Pero estoy muy emocionado también.
4 palabras sobre los diputados tomando la cámara
Esos cuates dan güeva.
Aliens vs. Depredador
Tras la boda, un grupo compuesto por Chema, Eugenia, Zárate y yo decidimos ir al cine. Cinthya y Flavio no pudieron alcanzarnos pero a cambio se nos unieron Alfredo, mi hermano, y Sybilla, su chava. Caímos a ver el churro de referencia, del cual sólo tengo algo qué decir: es tan malo que ni a mí me gustó. Una pena.
Skatalites
Simultáneamente, Cinthya, mi novia, sufría la accidentada gira de los Skatalites en México. Ella es su local manager en nuestro país, y en esta ocasión tuvo que enfrentarse a cancelaciones, empresarios irresponsables y hasta gangsteriles. Hasta a mí me tocó sufrirla, pero afortunadamente ya terminó, con tan sólo una presentación en el salón Tarará. Lástima, son muy buenos músicos, una leyenda en el resto del mundo (ellos inventaron el Ska y dice la leyenda que le enseñaron a tocar la lira a Bob Marley).
Se murieron
Janet Leigh, esposa de Tony Curtis y madre de Jamie Lee Curtis, murió el pasado domingo, en California. La actriz, de 77 años, se inmortalizó por la inolvidable secuencia de la regadera de Psicosis, del maestro Hitchcock.
Del mismo modo, Rodney Dangerfield, legendario comediante norteamericano del género llamado stand up. Algunos lo recordarán como el millonario que vuelve a la universidad en De vuelta a la escuela para ponerle el ejemplo a su hijo güevón, o como el padre abusivo de Mallory (interpretada por Juliette Lewis) de Asesinos por naturaleza.
La nueva prehistoria
Acostumbro llegar temprano a la Ibero antes de dar mi clase de ilustración. Ello me permite pasearme un rato por la biblioteca, que es uno de mis lugares favoritos de la escuela (pasé largas horas ahí, leyendo novelas cortas durante mis horas ahorcadas cuando era universitario).
Pues bueno, hace 15 años, cuando estudiaba, di con una copia del libro La nueva prehistoria y otros cuentos, del colombiano avencidado en México René Rebétez.
Poco sé de este autor, excepto que junto a Alejandro Jodorowsky fundó la revista Crononauta en los 60, la primera dedicada a la ciencia ficción en Latinoamérica, que tiene un ensayo sobre el género en el fondo de cultura económica y que murió hace pocos años (1999) en una isla colombiana.
Hace 15 años, decía, di con este libro en la biblioteca de la ibero y lo pedí prestado. A la hora de hacer el trámite, la empleada se dio cuenta de que el libro no tenía ficha de préstamos, tomó una y se la pegó en la primera página. Justo encima de una dedicatoria autógrafa del autor a los dueños originales del volumen, fechada en 1967.
No me atreví a decirle nada y me lo llevé. Lo leí y lo devolví a las dos semanas. Fin del episodio.
Hoy, tres lustros después, me paseaba por los estantes de literatura mexicana cuando di de nuevo con La nueva prehistoria... sólo para darme cuenta de que no sólo la ficha de préstamo sigue pegada ahí, sino que además nadie lo ha sacado nunca después de mí.
Decidí hacer justicia y lo llevé al mostrador. Cuando me tocó mi turno, le dije al empleado sobre la lamentable pegada de la ficha de préstamo sobre las letras del escritor.
Alguien, una señora, con autoridad en la biblioteca estaba en el mostrador. Me dirigí a ella y le expliqué el caso.
"Sí, es muy triste, pero si lo reparamos ahora, el libro formará parte de nuestro acervo histórico, por tener la firma del autor, y ya nadie podrá sacarlo prestado. Ni siquiera tú", me dijo.
"Me parece muy bien. Prefiero no poder sacarlo a cambio de que le arranquen la ficha", contesté.
Así que mi obra buena del día de hoy, y por la que casi llego tarde a clase, fue dotar de un lugar digno al libro de René Rebétez, en medio de los encunables y manuscritos raros del acervo de la Ibero. Ahora menos lo van a leer, pero puedo estar tranquilo después de no haber dicho nada hace quince años.
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