Adiós, Superman...
Gran revuelo mediático ha levantado la muerte de Christopher Reeve, quien viviera sus quince minutos de fama intepretando a Kal-el, único sobreviviente del planeta Kryptón en Superman (Donner, 1978).
Aún recuerdo cuando mi mamá nos llevó a Alfredo y a mí, de unos cinco y siete años respectivamente, al cine Venustiano Carranza a ver la cinta de Superman. Estaba tan lleno que tuvimos que sentarnos en las escaleras (tiempos pre-Cinemex). A la fecha, cuando veo esa película me vuelvo a sentir niño, con todo y que es bastante mala y que yo siempre preferí a Batman, pese a que lo interpretaba un Adam West panzón y que la versión darkie de Tim Burton estaba a unos diez años de filmarse.
No ha pasado desapercibida la extraña coincidencia entre don Christopher y su antecesor en el papel, el actor George Reeves, de apellido casi idéntico y que interpretara al superhéroe en la serie televisiva de los años 50 (algunos de los de mi generación para atrás la recordarán en su repetición en blanco y negro en el desaparecido canal 8 de televisa).
Reeves apareció muerto de un tiro en la alberca de su casa a fines de los 50, sin que jamás se esclareciera el crimen. Lo cierto es que nunca pudo sacudirse el estigma de haber interpretado a Superman.
Creo ya haber hablado aquí de la tragedia de Jerry Siegel y Joe Shuster, creadores del personaje, quienes tras varios intentos infructuosos de venderlo como una tira cómica de periódico acabaron reacomodando los cuadros para hacerlo un comic book, que les fue comprado a costa de sus derechos de autor por una cantidad irrisoria. Nunca pudieron recuperar a su creción y murieron décadas después, sumidos en la pobreza y el olvido.
Fue Jerry Robinson, asistente de Bob Kane (creador de Batman) y a quien se le atribuye la paternidad del Guason, quien logró que en los 70 --a raíz de la filmación de la película protagonizada por Reeve-- la DC diera una compensación vitalicia a los dos viejitos, una bicoca junto a los millones de dólares que el personaje y sus licencias producen al año.
Uf, por lo visto este superhéroe sólo va dejando una estela de dolor a su paso...
Válgame...
Mucho han criticado a Santiago Creel por acuñar el término sospechosismo. Hace unas horas leía el periódico, mi fuente de información junto con el radio ya que no tengo TV, para toparme con esta joya, una declaración de un dueto de pendejitas cantantes llamadas Hash (¡sí, igualito que la droga!): "Hemos comprobado que los adultos también se identifican con el positivismo de nuestras canciones..."
¿Positivismo? ¿Serán lectoras de Augusto Comte? No sé porqué lo dudo. Es más, no creo que jamás hayan oído hablar de él.
Debería una ley que protegiera al espectador-lector-consumidor de los rebuznos de cantantitos y actorcetes. Sucede que basta darle un micrófono a un asno para que se convierta en profeta.
Positivismo. Yeah, right...
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