Los extras
Están en todos lados, en todas las fiestas, en todas las inauguraciones, en todas las galerías, en todos los bares de moda y desde luego,en todas las banquetas de la Condesa.
Son ellos, los has visto miles de veces, nunca te los han presentado, lo cual no importa porque siempre estarán ahí. Son amigos del primo del vecino del cantante de Café Tacuba, de la sobrina de algún creativo de Coca-Cola en McCann-Erickson, ex niños actores o redactores de la sección de horóscopos de Notitas musicales.
Ello, por supuesto, no les evita poder presumir sobre sus amistades famosas y exitosas, alardear de la gran película que dirigirán/escribirán/producirán en algún punto indeterminado del futuro, referirte su experiencia con la droga de moda ("esos poppers, güey... no mames, delicioso"), hablarte con citas y todo de la gran novela mexicana que están a punto de terminar tras haber trabajado en ella durante siete años o dar una cátedra magistral sobre lo más reciente del cine independiente de Finlandia, por no hablar de su talento natural para ser DJs.
Y por alguna extraña razón, todos ellos son creativos de publicidad, miembros del staff de editorial Televisa, asistentes de directores de comerciales, escritores jamás publicados, actrices/actores de reparto en obras independientes montadas en algún forito en Coyoacán, genios del diseño o fotógrafos.
Los extras. Sin ellos, los restauranteros y dealers de coca de la Condesa estarían en la miseria.
Y las fiestas, desiertas.
(Claro que, pensándolo bien, todos en algún momento hemos sido extras. Además, si todas esas novelas/películas/obras de arte se produjeran e hicieran públicas, el mundo sería insoportable).
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