jueves, julio 14, 2005



Queremos tanto a Alan (1)

El hombre de barba es Alan Moore, sin duda el más importante escritor de cómics de todos los tiempos, inspirador de la horneada de artistas ingleses que tomaron por asalto el mundillo de la historieta gringa entre los 80 y los noventa (grupo que incluye a Dave McKean, Neil Gaiman, Grant Morrison, Jamie Delano, Peter Milligan, etc.)

Alan Moore fue el creador, junto con Steve Bissette y Jonh Totleben de Jonh Constantine, personaje recientemente interpretado en la pantalla por Keanu Reeves (aunque de hecho estaba totalmente basado en la imagen de Sting).

Alan Moore es el escritor, entre otras, de novelas gráficas como A Small Killing, V For Vendetta, From Hell, las series Miracleman, The League of Extraordinary Gentlemen, Lost Girls, Big Numbers y muy especialmente Watchmen, monumental historia narrada en cómic sobre un universo alternativo en el que sí existieron los superhéroes y que redefinió el género de la malla y la capa hace veinte años.

Watchmen no sólo ganó el premio Hugo. Fue también el cómic de casi 300 páginas que cuando tenía 17 años y leí casi de corrido, que me hizo decidir ser escritor.

Pero aunque hoy quería hablar de Alan Moore, me encontré con esta foto, una auténtica rareza tomada durante los 80 en en la Comicon de San Diego, en la que este inglés aparece junto a (de pie, por favor, damas y caballeros) Jack Kirby.

¡Hey! ¿Por qué no oigo aplausos?

Ah, claro, se me olvidaba, a nadie le importan los cómics.

OK, sólo diré dos cosas:

1) Jack Kirby es considerado el mejor dibujante de cómics gringo de todos los tiempos y...

2) Jack Kirby inventó a los 4 fantásticos.

Sólo por eso, merece la inmortalidad.

Pero los 4F es tan sólo una de las muchísimas series que dibujó.

Activo desde tiempos de la segunda guerra mundial hasta finales de los 80, su carrera sólo se puede comparar con la del recientemente fallecido Will Eisner, creador del Spirit.

Estos caballeros prácticamente inventaron el medio como lo conocemos hoy en día.

(Y no se dejen engañar, Stan Lee escribía las escaletas de los guiones, Kirby dibujaba y narraba gráficamente la historia para que Lee pusiera los diálogos. A veces ni siquiera hacía eso, sólo le mandaba una frase, como cuando Kirby inventó a Galactus y al Silver Surfer a partir de una frase enviada por Lee: "Make them fight God." La neta, Stan Lee siempre fue más empresario que creador y estuvo del lado de la empresa aún por encima de los derechos de autor de sus compañeros. En fin...).

Así que antes de hablar de Alan Moore (lo haré en el siguiente post), aquí va esta historia, que no sé si ya conté aquí alguna vez, pero hoy quiero compatirla con ustedes:

Jack Kirby y yo

1990. Los 80 acababan de terminar pero no se iban aún. Había caído el muro de Berlín pero el Grunge apenas era un balbuceo subterráneo en Seattle. Todavía era presidente Carlos Salinas de Gortari y en la Casa Blanca despachaba Bush. La guerra del golfo, la primera, apenas se vislumbraba en el futuro y nadie sabía sobre Osama Bin Laden.

San Diego, California, la ciudad perfecta, Buen clima, mujeres hermosas, el mar, Tijuana a un lado, un gran circuito de antros alternativos y yo, metido en una convención de cómics.

A los 18 años, recién salido de la prepa y a unas semanas de entrar a la universidad, hice mi primer viaje al extranjero solo. A una convención de cómics.

Ahora no es tan mal visto, pero en aquel tiempo leer historietas se considera evidencia de retraso mental.

Pero aquí estaba yo, acompañado de otros amigos freaks. Todos queríamos ser moneros. Todos ellos se diluyeron en otras cosas. De toda esa gente sólo quedamos dos o tres. Tres: Pepe Rojo, Bachan y yo.

Aquí, reunidos en un centro de convenciones gigantesco, todos los años esta feria-expo-cónclave reúne editoriales, tiendas de cómics, fabricantes de juguetes y videojuegos, productores de cine y creadores de historietas.

Mis héroes, a quienes había conocido por su trabajo impreso, estaban todos (o casi todos) reunidos ahí. En vivo. Frente a mí.

No había salido aún del estupor de conocer a Sergio Aragonés cuando caminando por los cientos de puestos de la convención, me topé con Jack Kirby.

Para entonces, el hombre era una leyenda en el mundillo del cómic. Sin embargo, la fanaticada estaba fascinada con Frank Miller y otros moneros jóvenes, gente de moda.

Nadie pelaba a Kirby.

Era, como puede verse en la foto, un anciano de aspecto tranquilo. De voz suave, cascada de tanto fumar puros.

La escena era casi onírica: Kirby hablaba y hablaba como un profeta bíblico. Hablaba de la guerra (recuerden, Bush estaba a punto de patear el trasero de Saddam).

Decía que la guerra era lo peor de la humanidad. Que él era veterano de dos guerras, la segunda mundial y la de Corea, y que era lo pero que podía haber en la Tierra. Que había que luchar por la paz.

La gente llegaba con él, hacían como que lo escuchaban sólo para ponerse junto al maestro y tomarse una foto. Luego se iban, dejándolo con la palabra en la boca. Vi a varios hacer eso.

Yo, lo escuchaba embelesado. Como hipnotizado.

Cuando pude salir del trance, me acerqué y le dije, casi balbueando:

"Señor Kirby..."

"¿Sí?"

"Yo... sólo quiero darle las gracias por haber dibujado todas esas historias de los Cuatro Fantásticos. Realmente hicieron de mi niñez un mejor lugar."

El anciano se me quedó viendo, con aquellos ojos que tanto me recordaban a los de Yoda, enmarcados por dos cejas espesas, negrísimas. Guardó silencio un instante para responder:

"No, gracias a ti, hijo, por leerlas."














Wow.















Por supuesto, salí flotando.

Desde entonces tengo a Jack Kirby en un altar.

Murió cuatro años después, aquejado de una artritis que ya no le permitía dibujar.

Derramé una lágrima cuando supe de su muerte. Le llamaban el Rey de los cómics.

Larga vida al Rey.








Más sobre Alan Moore en el siguiente post...

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