miércoles, junio 11, 2003

Una golondrina no hace verano, pero...

La suprema corte de justicia de la nación ha resuelto extraditar a España al argentino Ricardo Miguel Cavallo, acusado de los crímenes de terrorismo y genocidio (ya que de acuerdo a la ley mexicana, el delito tortura ya prescribió).

El sujeto fue hecho preso de manera curiosa cuando hace dos años el periódicoReforma publicó en su primera plana que el director de aquel fraude llamado RENAVE y el torturador estrella de tiempos de la dictadura argentina eran el mismo. José Gutiérrez Vivó, de Radio Red, se comunicó al celular de este sujeto, quien cínicamente dijo al conductor —yo lo iba escuchando— que estaba en el aeropuerto a punto de abordar un avión hacia Argentina para recopilar información que demostraba su inocencia.

¡Cuernos! El cabrón huía a su país para gozar de la impunidad legal de la que gozan los militares de la dictadura en Argentina. Pero cometió el error de tomar un avión que hacía escala en Cancún, donde fue arrestado por la Interpol. Tómela, barbón.

Hace un tiempo escribía en este mismo espacio sobre Simon Wiesenthal, quien cerraba su agencia persecurtoria de criminales de guerra nazis. ¿Existirá alguna agencia que persiga a criminales militares de tantos gobiernos golpistas en Latinoamérica?

Aunque sé que la respuesta es no, la extradición de Cavallo es claramente un triunfo, si bien pequeño, en la batalla contra el olvido y la impunidad. Hay un ojete menos caminando por las calles como si no hubiera hecho nada.

Y si bien Pinochet se peló de la justicia por los pelos, lo anterior pudiera ser un buen antecedente para que los responsables de las matanzas de estudiantes de 1968 y 1971 den finalmente la cara (aunque todos sepamos quiénes son) y enfrenten la responsabilidad de haber ahogado a fuego y sangre a grupos detectados como subversivos que estaban compuestos mayoritariamente por estudiantes desarmados.

Curiosamente me tocó ver, mientras caminaba por un barrio obrero de Bilbao, un muro lleno de consignas proetarras escritas en euzquerra, entre las que destacaba el nombre del juez Garzón dentro de una mira de rifle. Luego me explicaron que eso significaba que su cabeza tenía precio.

Otro dato al margen, que sólo documenta de nuevo mi cercanía tangencial con la oligarquía: Alfredo, mi hermano, fue novio durante muchos años de una de las nietas del General Díaz Escobar, el mismo —of all people— que creó y entrenó al batallón Olimpia y los Halcones.



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