miércoles, julio 13, 2011

Entonces como ahora.


Éramos niños y viajábamos con mis papás. Bernardo nos subía al auto a las 5 de la mañana, veía su reloj y decía "A las diez de la noche llegamos a San Antonio."

Y allá íbamos. Un matrimonio joven con sus dos niños chiquitos.

Normalmente Alfredo se quedaba dormido en mis piernas. Yo leía.

Recorrimos miles de kilómetros por todo el país. Y fuera de él. Fuimos de Puebla a Oaxaca y de ahí a Puerto Escondido para volver hacia Acapulco (en 1987, la única vez que estuve en el famoso puerto). Recorrimos Veracruz. Fuimos hasta Mazatlán y no cruzamos a La Paz por alguna tontería que ya no recuerdo. Fuimos a California y Texas.

Alguna vez nos quedamos en Saltillo viniendo de vuelta de Houston. Mi recuerdo es leer en la escalinata de un bungalow un cómic de la Marvel. Yo tenía 14 años, nunca imaginé que después tendría nexos tan fuertes con esa ciudad.

En el tintero se quedó el plan de ir hasta Canadá en carretera, acampando. Mi papá lo hubiera hecho, prácticamente manejando solo.

Desde luego nos pasaron toda clase de peripecias. Alguna vez una combi nueva nos dejó tirados toda la noche en una parada de traileros entre San Luis Potosí y Matehuala. Papá viajó de aventón hasta SLP a comprar la pieza defectuosa, nosotros nos quedamos tan tranquilos dormidos en el coche. Era 1981, hoy sería imposible hacerlo.

Mi hermano Alfredo solía bromear diciendo que en todos los pueblos nos parábamos a ver la iglesia y comer en el mercado. Era casi verdadero. Lo cierto es que aprendimos a comer de todo, desde insectos vivos en algún pueblo de Morelos hasta cabrito en "El Principal" de Lerdo, Durango. Desde camarones en el "Shrimp Bucket" de Mazatlán hasta barbacoa a la orilla de alguna carretera perdida en la sierra de Hidalgo.

Por eso me conmovió profundamente la foto que abre esta entrada, publicada hace unos días en Boing Boing. Un hombre y su hijo observan el despegue del transbordador espacial en 1981. La misma pareja observa la partida de la última misión, 30 años después.

Hoy estoy a punto de irme de viaje con mi familia. Emprendemos un peregrinaje nerd. Ahora soy yo el padre de familia. Viajamos con otra familia de amigos. Los ciclos vuelven a correr.

Quizá valga la pena tomarme una foto con mi hija en algún lugar, para volverla a tomar dentro de treinta años. Suena lindo.

(PD: Agotado pero con la novela gráfica lista, este sujeto se va de vacaciones. Prometo mandar una postal. Saludos, ahí les encargo el changarro...)

4 comentarios:

Unknown dijo...

Muchisima suerte en tu viaje y quedamos todos los d.f.cas en espera de la novela Villoro/Bef. Suena lindo (aunque cursi) lo de la foto! Sueerte

El Malvado Topo dijo...

Efectivamente, suena muy emotivo tomarse una foto ahora y dentro de 30 años. Coincido con tu hermano, yo utilizo la misma regla para decir "ya conozco tal pueblo".

hombreojo dijo...

Recuerdo husmear en un blog donde solo se publican fotos como la que expone,le voy a buscar.
Su relato me trae pura nostalgia,y creo que me voy a aplicar la misma con mi familia.

AC Uribe dijo...

Disfruten. Toma la foto. Yo tengo una en el Jardín Borda de Cuernavaca y mi papá se la pasó bomba re-haciéndola 20 años después. Besos.