lunes, octubre 17, 2005

FIL Monterrey 2005

En absoluto desorden, obviando hechos y personas, va la crónica de la Feria y el encuentro de narradores de Tierra Adentro:

Salir el jueves temprano al aeropuerto. Coincidir en el vuelo con Daniel Sada, Alberto Chimal, Mayra Inzunza y varias más.

Llegar al hotel, compartir la habitación con Moisés Zamora, escritor mexicano que vive en Los Ángeles.

Durante las comidas, conocer nuevos amigos y encontrarme con conocidos. Ver a Will Rodríguez, Rafa Saavedra, Socorro Venegas, Julián Herbert, entre otros.

La Feria, comprobar que es más de saldos y libros de ocasión.

Toparme con Joserra Ortiz, la auténtica razón que tengo para ir a la FIL de Monterrey. Pasear con él y su novia, Gaby.

Encontrarnos con Beatriz en los jardines del Tec. Secuestrarla por el resto del fin de semana. Comer todos en la ExpoTec.

Leerles a Beatriz, Gaby y Joserra mi cuento en el departamento de este último. Les gusta mucho. Beatriz se conmueve. Se trata de un inédito sobre un inmigrante zapoteco en Marte.

Ir por la noche de reventón nerd con Alberto Chimal, que tampoco bebe.

Ir a la Reforma, cantina de viejitos con Joserra, Gaby, Magali y Beatriz.

Tras de que se fueran las chicas, tomarme una cerveza con Joserra y Alberto en el Caracol, bar donde comienza Tiempo de alacranes.

Ir a comer un hocho del Barrio Antiguo para rematar la noche. Ser parados por la policía por exceso de velocidad.

Desayunar fruta entre un montón de colegas que acabaron crudísimos a las 7 de la mañana.

Toparme todo el tiempo con Eduardo Monteverde en la Sala de Prensa. Comprar su nuevo libro para regalárselo a Ira.

Mesas de lectura en el encuentro. Cada autor lee un texto. Algunos muy buenos.

Enrique Romo y Epigmenio León. ¿Porqué no hay más funcionarios culturales como ellos?

Leer mi cuento en el encuentro de narradores. Ver que aunque me extiendo demasiado, me piden que termine. Recibir felicitaciones.

Libros y libros y libros. ¿Se leerá tanto como se vende?

Comer en un Carl's Jr. con Joserra y Gaby. Convencerlos de que se quedaran un día más en Monterrey antes de irse a San Luis Potosí con la familia de aquel.

Cenar en el Mirador con los asistentes al encuentro. Me acompaña Beatriz, que se sienta con Chimal y yo en una esquina. Nos cuenta sobre su minuciosa cataduría de coca-colas.

Tomarme un café con Daniel Sada. Hablar de autores mexicanos. Recibir como consejos dos de sus actitudes: publicar siempre en editoriales comerciales (no marginarse) y no militar en ningún grupo.

Ir con Chimal, Beatriz y Lulú al Marco. Deslumbrarnos con la exposición de Marco Arce y con el autorretrato de Helnwein que se hiciera célebre por haberse usado como portada de un disco de los Scorpions.

Toparme con viejos y nuevos amigos por los pasillos de la FIL: Mario Bellatin, Rius, El Mastuerzo. Ser presentado con Germán Dehesa.

Mesa redonda con Andrés Acosta, Eduardo Monteverde y Taibo II sobre novela policiaca.

Firmar libros en el stand de Planeta junto con Andrés. La gente llegaba a preguntarnos precios o que si teníamos el de Cañitas. Yo opté por cotorrearlos.

"Oiga, ¿no tiene libros de Ajedrez?", pregunta un señor. "Mire, ya no hacemos porque no son buen negocio, tenemos unos sobre poker, pero vaya a Trillas y pregunte por el libro de Emilio Carrillo, es el mejor que se ha hecho en México sobre Ajedrez." Emilio Carrillo es el papá de Bachan (y deveras publicó ese libro).

Saludar a Armando Alanís, su esposa y su hijo. Él es poeta y presentó mi libro de cuentos la vez pasada que estuve aquí.

Cenar con la gente de Planeta y varios amigos. Entre otros, en la mesa estuvieron Andrés Acosta, Taibo, Rius y los moneros José Hernández y Patricio, a los que no conocía. Yo iba acompañado de Beatriz y Lulú, provocando envidias.

Ir con ellas al Caracol, de nuevo. Decirle a la mesera que escribí una novela que empieza en ese bar, sin que ella entendiera del todo de qué le hablaba.

Pasarnos los tres al Café Brasil, al lado del Caracol, a tomarnos unas malteadas con Sergio Flores, legendario monero regio, veterano del Mad de los 70 (empezó casi adolescente).

Sordidear los tres, como dice Ira, en el Arcoiris, antro gay al que van los heteros por igual. Édgar Reza, colega escritor, diría al día siguiente: "esta gente sí sabe cómo divertirse".

Comer pizza de madrugada en el Café Iguana's mientras hablamos de la imposibilidad del burlar al statu quo, a la máquina. Volver a mi hotel en taxi por la madrugada, para toparme con Moisés, mi room mate, en lobby de vuelta de su propio reventón.

Desayunar el domingo con mi adorado Will Rodríguez. Preparar maletas, ir con Will en taxi a comprar unas glorias al centro.

Ir a transcribir una página del Quijote como otras mil personas. Despedirme de Beatriz. Ir con Lulú al hotel para recoger mis cosas y esperar el transporte que me llevará al aeropuerto. Decir adiós y platicar durante el largo camino con Mario Bellatin. "El camino a este aeropuerto es eterno, nomás en Tokio es más largo", se queja Mario.

Toparme con Andrés Acosta y Will Rodríguez en el aeropuerto, junto con Vicente Quirarte a quien sólo conocía por amigos mutuos.

Tomar el avión de regreso y llegar hecho polvo.

Uf.

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