De vuelta a la escuela
No es que haya vuelto a las aulas como Rodney Dangerfield en aquella comedia menor de los 80. Aún no. Sucede que el semestre ha iniciado en la Ibero y con él, mis clases de Ilustración.
Como una novedad, el departamento de diseño me ha asignado también la materia de ilustración II, lo que me permitirá dar cierta continuidad al primer curso.
Cuando estudiaba, esas clases las daba un individuo, que por cierto era insoportable, que jamás en su vida había publicado ilustración alguna en ningún medio (!). Por si fuera poco, se dedicaba a coquetearle a mis compañeritas (una de ellas de hecho anduvo con él, ¡Yuck!). Yo no llevé la clase de aerógrafo con él, pero cuentan que una de las entregas era ¡Decorar un pastel!
En fin, las cosas, creo, han mejorado un poco. Por lo menos soy un ilustrador en activo.
Es mi tercer semestre dando clases y no acabo de asumirme del todo como un profe. Fui un pésimo alumno durante la carrera, la clase de persona a quien una vez un maestro dijo que no pertenecía a ese tipo de escuela. (Ese mismo sujeto se hizo director del departamento de diseño y alguna vez juró que yo jamás me titularía).
Como todos los inicios de semestre, me disculpo por ser malo para memorizar los nombres y les pido paciencia. Después les leo la cartilla. Paradójicamente soy un profesor muy exigente. No acepto trabajos retrasados, no permito que entren pasados quince minutos de la hora de inicio, no pueden tener encendidos teléfonos celulares ni laptops y menos que nada, comer papitas y beber cafés o refrescos en el salón.
No deja de ser un poco extraño para mí, que fui tan indisciplinado y --aunque ahora la palabra suene a frivolidad-- rebelde.
Por lo pronto, a los de ilustración uno les dejé la primera lectura (qué caras ponen mis alumnos ante el verbo "leer", es como ajo para vampiros). Tienen que seleccionar una de las fábulas de Augusto Monterroso e ilustrarla.
No se me olvida el primer semestre que di clase, cuando les dejé que leyeran el cuento de El dinosaurio, Casi como chiste, una alumnita me preguntó que si era necesario hacer un resumen. Por supuesto, con mi cara más seria le dije que sí.
Lo de ilustración dos comenzaron con la creación de un personaje corporativo, una mascota para un cereal del que sólo existe el nombre: Sinflox.
El origen de esa palabra se remite a cuando mi abuelo estudiaba agronomía en Chapingo, en los años 30. Contaba que a la hora del desayuno, uno de sus compañeros, literalmente recién bajado de alguna sierra, pidió solemnemente que por favor le pasaran el Sinflox, refiriéndose a los Corn Flakes. El hombre cargó con ese apodo durante los siguientes 50 años. Setenta años después por fin existirá el cereal.
Me sorprendió ver muchas caras conocidas de semestres pasados entre mis alumnos de este curso. Todas ellas mujeres, ningún hombre repitió. Entre ellas, una chica muy talentosa a la que era un gusto darle clase. Y también la que más dolores de cabeza me ha dado. Sorpresas te da la vida.
Como todos los semestres, al iniciar el curso ofrecí que el que no quisiera trabajar podía irse y en ese momento le ponía 10 final para que me dejen trabajar con los demás.
Nunca nadie ha aceptado.
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