miércoles, agosto 24, 2005

Úchale

El problema es que tenemos de vecino al mayor gigante industrial del planeta, cuya sociedad es una devoradora compulsiva de bienes de consumo. En Norteamérica, EEUU y Canadá, las cosas usadas son menos que basura.

Ello incluye los autos.

Con una economía basada en el crédito, a cualquier ciudadano productivo le es posible hacerse de gran cantidad de bienes y productos. El hecho de que se tenga que endeudar de por vida con un saldo impagable es un mero detalle.

Nuestra economía, por otro lado, está basada... mmm, ahora que lo veo, está basada en nada. Por ello la gente guarda su dinero debajo del colchón, donde por lo menos tiene la seguridad de que no se la va a robar el banco para luego volverle a robar para pagar el rescate bancario. Que venga una devaluación y su dinero se convierta en cenizas son detalles nimios.

Por ello, cuando alguien ha juntado un dinerito y quiere comprarse un auto, no busca, como hacen nuestros primos del norte, el modelo que más envidia provoque en sus vecinos, sino el más barato. Qué le hacemos, en el jodidaje funcionamos así.

Por eso, no es de extrañarse que haya un mercado natural de autos usados norteamericanos entre las clases populares mexicanas. Después de todo, ellos quieren deshacerse de ellos y nosotros, bueno, nosotros queremos coches.

No voy a abundar sobre la idea apocalíptica de que TODO mundo tenga auto. Es una pesadilla que me rebasa.

Lo que creo es que este planeta no tiene recursos naturales, ya no hablen de economía, como para que toda la humanidad consuma al ritmo de los gringos. Imaginen a los chinos o a los indios, por ejemplo, estrenando coche todos los años.

Pero no quiero irme a niveles tan cósmicos. El punto es que la tolerancia a los llamados autos chocolates y su legalización ha provocado un torbellino de reacciones sociales en nuestro país.

Que si debilita al sector automotriz establecido, que si la industria nacional, que si de devalúan los autos usados, que si esto, que si aquello.

Lo que me parece muy triste es que siendo el patio trasero de Norteamérica, siempre acabemos bailando con la más fea. ¿Acaso los canadienses se preocupan por comprar o no autos gringos de segunda mano? No, entre otras cosas, porque tienen una férrea economía, de las pocas con crecimiento, y no necesitan consumir la basura de sus vecinos (tampoco creo que se vendan pacas de ropa usada "americana" en Toronto o Vancouver).

Si la economía mexicana hubiera sido fuerte desde un inicio, habría fuentes de trabajo para todo mundo. Habiendo trabajo existe la posibilidad de tener remuneración justa por el trabajo y por lo tanto, conseguir satisfactores. Entonces se puede cimentar la economía en el crédito ya que el ciudadano tiene la certeza de poder pagarlo en la medida que haya trabajo que le permita pagar los réditos (que pase el resto de su vida trabajando para la tarjeta de crédito es otra cosa) y todos son felices.

¿Quién sabe? A lo mejor hasta podria haber una auténtica industria automotriz mexicana, como sucede en Europa, que compitiera con los autos gringos. Quizá la gente preferiría comprar, como decía Abel Quezada, un Pérez o un Sánchez a un Ford o un Chevrolet. Bueno, no, se tendrían que llamar Accelerator Turbo 2300 o Hot Roamer, porque ya ven cómo somos de malinchistas.

Pero no es así. Importamos los autos y maquilamos algunos. Dependemos de capitales y tecnología extranjera. Nuestros empresarios y banqueros, políticos y líderes sindicales se han dedicado a saquear a este pueblo de ladrones que a su vez, cada que puede, le roba al que se descuida.

¿El resultado? Una industria nacional raquítica y empobrecida que tiembla cada que se libera algún arancel del TLC, o de plano desaparece como la electrónica nacional.

Y por eso, la gente que quiere comprarse un carrito, apenas tiene un dinero ahorrado, ante la imposibilidad de ser objeto de crédito, tiene que...

Hey, un momento, ¿no estamos caminando en círculos?

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