El auténtico Big Brother
Mi amiga Raquel Castro es, entre otras cosas. guionista del canal once, concretamente del programa Diálogos en confianza, que se ha convertido en un espacio de discusión inteligente donde se ha privilegiado la tolerancia y el conocimiento objetivo —llamando las cosas por su nombre— por encima de la ignorancia y el miedo disfrazados de moral.
Como he contado en otras ocasiones, no tengo TV, pero estoy convencido de que el canal 11 es el que ofrece los contenidos más inteligentes de la programación abierta.
Ahora Raquel me cuenta que este valioso espacio televisivo se ve amenazado por la censura, producto de la estrechez de criterio de las personas que por azares de la administración del Politécnico han quedado al frente del canal.
Entre otras cosas, se ha solicitado a quienes producen Diálogos... a evitar hablar de asuntos que antenten contra la supuesta moral pública, léase que se hable de gays y lesbianas y cualquier otro tema que pudiera incomodar, cuando menos, a Jorge Serrano Limón. Asimismo, el director del canal decidió cancelar la transmisión de la serie Queer as folk, exitoso programa inglés que ha sido adaptado en Norteamérica sobre un grupo de amigos gays, algo así como la versión homosexual de Sex and the City pero sin Sarah Jessica Parker (mamita).
Éste es el auténtico Gran Hermano, el dictador mediático que decide por mí qué es lo que puedo ver y lo que no debo. La censorshit, como la llaman los punks gringos.
No veo porqué la telera tenga obligatoriamente que ser una caja idiotizante, y me uno a la propuesta de Rax para enviar un mail a la dirección del canal 11, protestando por esta política reaccionaria y retrógrada.
A todos los interesados en conservar un importante espacio dedicado a la reflexión y la discusión los invito a unirse a la causa de Raquel. La información completa está en su blog, aquí.
Lost in Translation
Anoche fui con Cinthya Cronopio y Flavius Maximus a ver Perdidos en Tokio, la más reciente película de Sophie Coppola, a la que algunos malintencionados han llamado la niña malcriada de Hollywood.
Como sea, la historia narra el encuentro casual entre otra niña malcriada y un actor de hollywood venido a menos que se encuentran prácticamente varados en un hotel de lujo (un Hyatt) en Tokio.
Me da la impresión que la película está dirigida en concreto a aquellos gringos que alguna vez han caido de turistas o por trabajo al Japón. La visión de la directora sobre oriente es en el mejor de los momentos de asombro infantil ("Fui a un templo donde rezaban unos monjes... y no sentí nada") hasta la franca burla ("¿Qué clase de restaurante es uno donde tú tienes que cocinar tu propia comida?", refiriéndose al shabu-shabu, delicia culinaria del Japón).
Mis sentimientos son ambivalentes, pero mi disgusto, si es que lo hay, se fundamenta en que durante toda la película ¡¡no pasa nada!!
Y sin embargo, es una buena cinta que resulta conmovedora en su triste retrato de la condición humana.
Creo que vale la pena verla.
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