jueves, diciembre 28, 2006

Es esa sensación. Justo coincide con el frío. Como en las películas. Curioso, en el hemisferio sur coincidirá con el calor. El caso es que todos los finales de año me llega esa sensación. De que esto se acabó, de que se cerró un ciclo, de que los bueno o malo, mucho o poco que pude hacer en el año ya está hecho, que es inamovible (como la imagen del hielo de Minkovicz, me parece que era, del tiempo como un volumen de agua que se v congelando, con el pasado paralizado del lado sólido, el futuro aún líquido y el presente, fugaz, en la línea de congelamiento).

Se fue 2006. Con sus elecciones turbias, sus campañas poselectorales, sus disturbios en Oaxaca, sus presidentes legítimos y espurios, sus crisis de gobernabilidad. Se fue.

Como se fueron también esos pequéños instantes que construyen nuestra cotidianidad. Adiós.

Nos tocó despedir al siglo XX. Ahora la primera década del XXI se nos va como arena entre los dedos, sin que apenas nos demos cuenta. Cuando parpadeemos, será el 2010, en año en que haremos contacto (perdón, chiste geek).

Estos días, entre el 24 y el 31, siempre han tenido algo de fantasmal para mí. No, no soy de los grinchs que odian la navidad, al contrario, me gusta mucho. Es sólo que con el tiempo, el año nuevo me gusta más.

Después de todo, como el título de aquel libro de Andrew Vachs, es Another Chance to Get It Right.

Una oportunidad para hacer más ejercicio, para pintar más, para escribir más, para dibujar más. Para ser más feliz.

El hecho de que a principios de febrero abandonemos nuestros propósitos es un mero detalle.

Feliz año nuevo a todos. Que se vienen tiempos difíciles, y es mejor enfrentarlos con esperanza...

(Me desaparezco unos días, nos vemos en enero).

jueves, diciembre 07, 2006

Librerías
Con la lucidez demoledora que le caracteriza, Gabriel Zaid publicó un artículo sobre la inminente desaparición de las librerías en nuestro país.

Cuando era niño estudié con Fabrizio López Gallo, hijo de uno de los dueños de las librerías del Sótano, de la del centro, si no mal recuerdo. Una vez, ya en la prepa, me dijo que en México leen tres pelados, pero que ellos sostienen a la industria editorial completa.

El caso es que un poco abrumado, he decidido visitar más librerías más seguido. Por ello, el pasado domingo me lancé con mi amiga Karen Chacek a buscar Libros, Libros, Libros, el secreto mejor guardado de las Lomas, una librería en inglés (volveré sobre ella en otro post, yo compraba cómics ahí hace quince años, cuando iba a la Universidad, y ahora Pilar Armida, una de mis editoras en Ediciones Castillo me recordó de su existencia).

Desgraciadamente, la librería estaba cerrada, por lo que fuimos a Gandhi de Palmas. Sólo a curiosear.

Estábamos viendo la mesa de novedades cuando una señora joven llegó a preguntarle al encargado si tenían libros de terror para niños. Iba acompañada de su hijo.

Sólo de verlo, supe que el niño era uno de los nuestros.

El dependiente no tenía idea. Le ofreció un librito de Horacio Quiroga. Y una antología de cuentos góticos.

--¿Me meteré?-- le pregunté a Karen. Me daba pena ir de metiche.

--Hazlo.

Fui con ellos. Pedí disculpas por acercarme, pero les dije que pensaba que podía ayudarlos.

--Es que mi hijo quiere un libro de terror. Pero sólo tiene diez años.

--¿Como qué te gustaría leer?-- pregunté.

--Algo de terror. Como las películas japonesas.

--Mmm. Quizá te gustaría Edgar Allan Poe. A lo mejor el lenguaje es un poco elevado, pero si compras una edición juvenil...

--No quiero juvenil.

--Ese le iba a recomendar yo-- dijo el dependiente.

--Imagínate-- le dije al niño-- una de las historias es sobre el asesinato de dos mujeres en París...

--No me gustan los asesinatos.

Se trataba de un tipo duro.

--Mmm. ¿Qué tal los vampiros?

--Tampoco.

La madre se sentía incómoda. "Sólo tiene diez años", repetía.

--Tener un niño lector es un tesoro-- le dije-- . Te voy a recomendar entonces a Lovecraft. O a Stephen King.

Le apuntamos algunos nombres en un papel: Poe, Lovecraft, King, Laymon, Ahora que lo pienso, no le apunté a Clive Barker.

--Muchas gracias-- dijo la mamá--, vamos a ver si encontramos algo de ellos.

Se fueron. Seguimos viendo libros. Al poco rato vimos que se iban, no habían encontrado nada.

A diferencia de la sucursal de Coyoacán, Gandhi de Palmas es muy pequeña, tiene una sola sección de literatura universal (no hay separación por géneros), así que corrí a la K y a la L. Di con varios tabiques de King, que me parecieron muy largos para su edad, pero también con dos libritos de los mitos de Cthulhu ( Chuctulú, solía decirles yo a la edad de ese niño) y se los llevé.

--Toma, creo que esto te puede gustar.

La mamá no sabía si agradecérmelo.

--Tienes un niño muy especial-- le dije-- no tengas miedo.

--Es que... sólo tiene diez años.

Salí de ahí con Karen antes de ver si al final los papás le compraron los libros al chico. Pero había sido un momento bonito.

Siempre he pensado que si te dan el libro correcto en el momento oportuno, te vas a enganchar en la lectura. Espero haberle dado el empujón correcto a este amiguito.

Lo cierto es que el chaval promete, promete...

Sobre Pinochet
No se murió, se lo cargó la chingada...