lunes, marzo 28, 2005

La persona que amas puede desaparecer

La tía Lucina nunca se casó. Vivió con los abuelos prácticamente hasta que éstos murieron: se independizó cerca de los 40, yéndose a vivir a unas cuadras de la casa paterna.

Cuando sus padres murieron, decidió irse a vivir a Cuernavaca, concretamente a Jiutepec, un suburbio de la capital de Morelos. Ahí había comprado una casita en un fraccionamiento, de ésas con alberca comunal que se van llenando de jubilados. Su hermana Maru, mamá de Cynthia, compró la casa de al lado.

Eso fue en los 70.

Cynthia pasó casi todos los fines de semana de su infancia en esa casa. Ahí aprendió a nadar. Hija única de mamá sola, fue el depósito de todo el amor de la tía.

Ya en la cincuentena, Lucina era una mujer muy guapa. Muy guapa y muy sola.

Hace un par de años, Lucina murió en en esa misma casa. Cynthia fue su heredera universal.

Qué amargo es obtener las cosas por herencia.

Durante todo este tiempo, la casa se convirtió para Cynthia en una cicatriz de dos pisos. Incapaz de modificarla, la rentó amueblada (y con las pertenencias de la tía) a unos amigos venezolanos. Después, a unos vivales argentinos que nunca pagaron renta.

Hace poco corrió a los sudacas para recuperarla (en realidad, aquéllos huyeron cuando se les pidió que pagaran).

Durante varios meses visitamos la casa algunos fines de semana. Muy pocos. Una casa así se puede convertir en un elefante blanco.

Había muchos arreglos que hacer: tuberías viejas, impermeabilización, pago de mantenimiento...

Recientemente una pareja de recién casados quiso comprarla. Cynthia simplemente no pudo venderla.

Poco después, una agencia inmobiliaria, la misma que vendió la casa vecina (la que era de mi suegra) se comunicó con Cynthia para decirle que había una pareja interesada en rentarla.

Había que desmontar la casa.

Así que allá fuimos a dar Cynthia, Virginia (mi mamá), Ana Angélica (que trabaja conmigo en el despacho y es mamá del ciudadano Winston Smith), el propio Winston y yo.

Mientras Winston nadaba en la alberca, todos los demás nos volcamos a desmantelar la casa.

Qué duro.

Entre otras cosas, me tocó empaquetar la biblioteca de Lucina. Llené veinte cajas de libros. Libros leídos, se notaba, libros que habían sido disfrutados. Sus gustos se podían englobar en cuatro grandes temas: literatura latinoamericana, psicología, esoterismo y administración pública. Toda una vida de lectura confinada a veinte cajas de cartón que serán almacenadas en alguna bodega.

Luego seguí con la cocina y la sala. Una a una, las piezas de su vajilla, los adornos de su casa, fueron envueltos en periódico para ser sepultados en un ataúd de cartón.

La persona que amas puede desaparecer, dijo alguna vez Charly García. Alguna vez, todos nosotros estaremos muertos, dejando una ausencia y montón de objetos acumulados durante nuestra vida.

¿Quién estará ahí para envolver mis libros? ¿Quién empacará mis robots de juguete?

La casa quedó casi lista. La pareja de inquilinos decidió al final no rentar, pero fue un buen empujón para que Cynthia se decidiera a desmontarla.

Quedé impresionado con la cantidad de ropa que sacaron de los closets. Cientos de vestidos poco usados que fueron donados a una institución. Decenas de cajones llenos de esas cosas que uno nunca tira pero que se acumulan como el acervo de un museo sin tema.

Pero lo importante es que la casa quedó lista para sus nuevos ocupantes. ¿Hay allá afuera alguien interesado? ¿Alguien la quiere rentar por un fin de semana?

Por lo pronto, con los recuerdos encajonados, las heridas no duelen menos, pero se disimulan más.

Descanse en paz, Lucina Gutiérrez.

El músico chiflado
Murió Rigo Tovar. Ahora todo mundo lo va a catalogar como un genio olvidado. No estoy muy seguro de que lo haya sido, pero sí de que fue un personaje central de la cultura popular de nuestro país en los 70. Y un letrista muy divertido. Sin duda, un gran maestro del art nacó. Larga vida a nuestro Stevie Wonder...

martes, marzo 15, 2005

El cementerio de los sueños

Escribí este texto hace casi siete años. Uf, el tiempo, efectivamente, lo destruye todo. Es uno de mis primeros cuentos y permancía inédito. Hace poco, José Luis Zárate me dijo que le parecía un buen cuento de terror, y estoy de acuerdo con él (en lo de que es de terror, si es bueno no me corresponde decirlo a mí). Aquí va tal cual fue escrito (creo que mi vida ha cambiado para bien). Espero que les guste...

Es 1989 y estoy en el concierto de Mecano en las canchas de futbol de la Univerdad del Valle de México, campus Tlalpan. Tengo diecisiete años. Allá afuera hay un clima político enrarecido, Bartlett acaba de robarse las elecciones para Salinas, pero esta noche lo único que nos importa es la canción con la que abrirán.

En el concierto me encuentro a Alexis, que es algo así como el hippy de mi salón.

Yo era el weirdo.

En 1997 Alexis se casó con su novia de toda la vida. No me invitaron a la boda, por que llevaba casi diez años de no ver a Alexis, pero resulta que quien ahora es su esposa es amiga de toda la vida de una de mis tres jefas. El día de la boda, que fue entre semana, después de la ceremonia mi jefa llegó a describir al novio. Yo supe inmediatamente que era mi ex compañero de prepa.

Mecano abre con Héroes de la Antártida.

Había invitado a Eugenia al concierto, pero me suspendió a última hora (era una época de mi vida en la que todas las mujeres parecían suspenderme a última hora de manera sistemática) por lo que tuve que decirle a Omar que fuera con mi boleto, con la condición de que me pagara después.

Omar nunca me pagó. En 1993 se casó con la segunda mujer por la que más he sufrido en mi vida.

También vienen Maty con Manuel (a quienes yo había presentado) y Miguel Angel con Marisol. No hay sillas ni gradas, sólo el campo de futbol.

Marisol es la mujer por la que más he sufrido en mi vida.

Omar se casó con Lola por que ella estaba embarazada.

Hay una niña de unos diez años que va con su mamá. Antes de empezar el concierto, todo mundo está sentado en el pasto, pero cuando se apagan las luces para que salga Mecano, todos se ponen de pie. Me imagino que la niña no ve nada.

Exceptuando a Marisol, todas las mujeres que me gustaron en la prepa acabaron saliendo y/o acostándose con Omar.

En 1990 fui por primera vez a un antro punk. Al principio me impresionó mucho el slam, pensé que se estaban peleando.
Luego me gustó.

Me sé las letras de todas las canciones, tengo todos los discos de Mecano. Es el mejor grupo de pop en español.

En mi prepa, tradicionalmente, el último día de clases los alumnos de cuarto y quinto pagaban una hora de mariachis a los de sexto a manera de despedida. El primer año que me tocó tal costumbre, me vi en medio de mis compañeros que cantaban con gran sentimiento El rey, Paloma negra, El son de la negra y demás. No me sabía ni una sola.
Fue la primera vez que me di cuenta que no pertenecía a ese mundo.

El antro se llamaba el LUCC, acrónimo de La última carcajada de la Cumbancha. Cada semana tocaba un grupo diferente. Varias de esas bandas, con el tiempo, se volvieron estrellas del rock nacional.

Eugenia fue la primera mujer a la que le propuse ser novios. También fue la primera en rechazarme. La dejé de ver. Años después supe que su papá había estado muy enfermo, al borde de la tumba. En 1996 andaba por su casa. Pasé enfrente. Descubrí la puerta de madera en total decadencia, el mismo malibú de los setenta que tenían diez años antes estacionado enfrente.
Supongo que su papá murió.

No volví a ver a ninguno de mis compañeros de la prepa. Todos se hicieron abogados, ingenieros, médicos o arquitectos. Gente de bien.

El primer grupo que vi en el LUCC fue Café Tacuba.

Después de 1991 no bailé otra cosa que no fuera slam.

Nunca he visto a Ana Torroja desde tan cerca, Estoy enamorado de ella por su voz.

Manuel se fue a vivr a Guadalajara, Maty se casó con el último de lo que parecía una secuencia interminable de novios. Tampoco fui invitado a esa boda.

Salí con Marisol cerca de seis meses, pero nunca le gusté. Le pedí dos veces que fuera mi novia. Siempre dijo no, argumentando que no quería lastimarme. Un día no soporté más: dejé de buscarla. Al poco tiempo Sting vino por primera vez a México. Era 1991. Yo estaba en la universidad.

En 1994 aparecieron los zapatistas. Habíamos vivido en un engaño que Salinas nos vendió, un sueño que compramos gustosos.

Y mientras bailamos al ritmo de Las curvas de esa chica, todo se está yendo a la chingada, pero no nos importa.

En 1998 se rumoraba que Omar estaba en la cárcel por vender cocaína en Cancún.

Uno de los novios de Maty la embarazó. Intentó inducirse un aborto con pastillas. No lo logró. Me dediqué a buscarle un doctor que le practicara un legrado o algo así. Al final, ella se consiguió un médico por su lado.

Me volví un remedo de punkie. Todo lo punkie que puede serse en un colegio de hermanos maristas. Pero jamás fui hippy.

Años después no podía recordar qué canciones tocó Mecano ni en qué orden, ni siquiera con cuál cerró el concierto. Sólo recuerdo la primera.

Un día me encontré a Alexis en el LUCC. Tocaba la Maldita Vecindad. Él estaba empapado en sudor. Había estado en medio del slam.

Nacho Cano está tocando un solo de guitarra. Con el cabello largo parece miembro de Poison o Bon Jovi. De Mötley Crüe no.

En 1995 vino Slayer a México. Fui con un amigo a comprar los boletos junto a donde estaba el LUCC. En la cola había puros chavitos de quince años. Fue la primera vez que me sentí viejo. Tenía veintitrés años

¿Y si no quiero ser un yuppie? ¿Y si no deseo ser un slacker el resto de mi vida? ¿Qué tal que quiero algo más, pero no lo encuentro?

Lola se separó de Omar y Marisol es ejecutiva de American Express.

Barco a Venus es una de mis canciones preferidas.

En 1996 me encontré a Raúl, un amigo de la secundaria y la prepa que se hizo ingeniero. Él me dijo "simpre me pareciste todo un hippy".

Nirvana me devolvió, en 1991, la fe en el rock.

Mucho tiempo después supe que Barco a Venus trataba sobre un adicto a la heroína.

Kurt Cobain era adicto a la heroína.

En medio del concierto me pongo a pensar que los ochenta se están acabando, y me invade una sensación meláncolica por el fin de la década. Sólo espero que los noventa sean mejores.

El primer CD que compré fue el ...And Justice For All, de Metallica. En ese momento no lo entendí. Era 1990. Al correr de los años fui comprando los discos de Mecano que tenía en vinil en su re edición digital.

En 1998 fui a una fiesta de gente a la que frecuentaba a inicios de los noventa. Me incomodó ver a todos convertidos en adultos funcionales. ¿O seré yo el que sigue siendo un adolescente inmaduro, un inadapatado?

Cobain murió en 1994. Mecano se deshizo unos años antes.

¿Dónde está el cementerio de los sueños de juventud? ¿A dónde van a dar cuando nos quedan chicos? ¿En dónde está mi deseo de ser astronauta, dónde quedó mi ilusión de volverme detective?

El último vinil que compre fue el ...But seriously de Phill Collins.

Algún día, todos los que estuvimos en ese concierto de Mecano vamos a estar muertos. Incluida la niña que no veía nada.

Lo de Cobain me hizo llorar, lo de Mecano no.

"¿Les gustó?" preguntamos unos a otros cuando se prenden las luces y sabemos que el concierto terminó. No tocaron Mosquito, que es mi favorita, pero estuvo poca madre. El lunes tengo examen, pero ya estudiaré el fin de semana.

Tengo mucho tiempo por delante...

sábado, marzo 12, 2005

No cabe duda, los ochenta fueron muy malos años para ser adolescente.

Hace una semana, estuve en una reunión en donde todos, excepto dos chicas (una de ellas Cynthia) fuimos adolescentes en la famosa década perdida.

Horror.

Nuestro imaginario colectivo es horrendo. A ello hay que añadir que varios de los presentes crecieron en Satélite, suburbio de la ciudad de México que más bien debió haber estado en Los Ángeles.

Varios de los presentes (entres quienes se hallaba la misteriosa Camila (y cuya identidad no revelaré) se pusieron a hablar de antros, discotecas y tardeadas. Fue uno de los momentos más animados de la noche, si bien junto a a mis amigos Bachan y Carcass guardamos el respetuoso silencio del ignorante. Trío de nerds, ninguno de nosotros pisamos jamás ni el Magic, ni el News ni el Stock ni el Danzoo en sus años de gloria.

(Yo era más público de Rockotitlán y el LUCC. Just for the record).

Los ochenta. Qué horror.

Ronald Reagan, Margaret Thatcher, Miguel de la Madrid, Salinas, Maradona, Madonna, Ghostbusters, Swatch, Top Siders, Trapper Keeper, Disco Jackson, Miami Vice, Cindy Lauper, Plaza Universidad, Depeche Mode, The CUre, Los Angeles 84, Seúl 88, México 86, Max Headroom, Nagel, Flans, Magnum P.I., Dallas, Falcon Crest, Odisea Burbujas, Las películas con Pedrito Fernández y Lucerito, las mallas fosforescentes, Mecano, Twisted Sister, Lionel Richie, Emmanuel, Buckaroo Banzai, Atari 2600, Intellivision, Pac Man, Fama, Laura Brannigan, Pat Benatar, Parchís, Menudo, Thundercats, Gigí, Commodore 64, XE-TU, agh, qué asco...

Y sin embargo, siento tener pendiente ciertas cosas con los 80. Hay algunas bandas que recuperaría. Mi película favorita es del 82. Fui a mi primer concierto y di mi primer beso en esos años.

Creo que me ocuparé en un par de posts sobre estos años...

miércoles, marzo 02, 2005

El Chamaco

El Museo Soumaya de Plaza Cuicuilco ha montado una exposición sobre Miguel Covarrubias, compuesta principalmente por la colección de Carlos Monsiváis.

Covarrubias (1904?1957), conocido en su tiempo como el Chamaco por lo joven que empezó a chambear, es sin duda una de las mentes creativas más importantes de la primera mitad del siglo XX.

Caricaturista, ilustrador, etnólogo, arqueólogo, escenógrafo, diseñador de vestuario, funcionario cultural, coleccionista de arte y promotor de la danza, este inquieto personaje se lanzó a los 21 años a Nueva York a probar fortuna, con una combinación tan afortunada de talento, trabajo y buena suerte que pronto se convirtió en uno de los más importantes moneros de la urbe de hierro, desde entonces centro del mundo occidental.

Hasta la fecha, Covarrubias es recordado como uno de los grandes caricaturistas que ha participado en la pretigiosa revista The New Yorker. Hasta donde sé, desde entonces sólo otros dos mexicanos, Abel Quezada y Santiago Coen.

La absoluta elegancia de los trazos art déco de Covarrubias, su paleta cromática y sobre todo el espectacular parecido de sus retratos son sorprendentes.

Como si haber conquistado Nueva York no hubiera sido suficiente, Mr. Covarrubias vivió varios años en lugares tan exóticos como Bali o el istmo de Tehuantepec, docuimentando usos y costumbres de sus habitantes y publicando varios libros al respecto. Estuvo involucrado en la exploración y clasificación de varios lugares arqueológicos y dedicó la última parte de su vida a la dirección de danza del INBA, siendo su período recordado como la edad de oro de la danza en nuestro país.

Pero lo más importante para mí es que al ver sus dibujos me doy cuenta de lo mucho que me falta por aprender, del largo camino que hay que recorrer para acaso aspirar a generar trabajo que empiece a tener cierta calidad. Al ver trabajo como el de este sujeto, me siento un vulgar aficionado.

Una exposición muy recomendable que vale la pena visitar, pese a su casi mezquina brevedad (estará hasta el 30 de abril).

El Soñador en Big Bang

Televisa acaba de lanzar una nueva revista infantil, Big Bang, a la que han invitado a varios moneros a participar haciendo comics. La primera serie con que colaboro, El Soñador apareció esta misma semana y los dos capítulos que la completan se publicarán semanalmente en los siguientes números. Es un intento de rescatar los viejos comics de aventuras. Espero que le guste a quienes se topen con ella. Comentarios al mail que aparece en esta página.