El punto final
Normalmente se empieza a escribir una novela con absoluta inconciencia y, dijera un tío, con una sangre fría escalofriante.
Se asume irresponsablemente que tienes algo que decir. Que al mundo, al cual aparentemente no le hace falta ni un libro más en los estantes quizá le interese leer tu historia.
Y así, sin contratos ni adelantos, sin agentes ni oficinas de prensa comienzas a escribirla.
"Tengo esta idea sobre..." y aquí inserta aquella anécdota brillante. Ese personaje fascinante. La situación extrema que amerita una novela.
Es en ese momento, si no eres uno de esos cientos de fanfarrones de café que se dicen escritores (pero nunca escriben nada) teclearás la primera palabra de la primera frase del primer párrafo del primer capítulo de lo que durante los siguientes meses será, auguro, una persecución agotadora del punto final.
Porque ¿qué es la lectura o escritura de una novela sino la persecución frenética durante decenas de páginas del punto final, aquella bestia elusiva, preciado trofeo de cacería?
Te desvelarás escribiendo. En las horas que te deja tu trabajo, tu familia. Te sorprenderás pensando los domingos por la tarde en tu trama. Te irás a dormir con tus personajes en la cabeza y despertarás al lado de ellos. Harás preguntas extrañas, siempre diciendo "es para algo que estoy escribiendo." Leerás montón de libros, investigarás en internet. Soñarás con tu trama.
Pero el punto final te eludirá. Durante varias semanas. Quizá meses. Incluso años.
Habrá momentos en que dudes. En los que quieras tirar la toalla y mejor irte a echar la copa al Covadonga o cualquier otra cantina donde se junten los escritores. En olvidarte de ella y empezar otra. No lo hagas. Nada es más formativo que terminar lo que empiezas. Aunque al final la tengas que tirar a la basura. Como los pasteles que no salen.
Lo más desesperante será cuando te aproximes de verdad al punto final. Será, como decía Lacan, cuando la cercanía del objeto deseado te produzca la mayor de las angustias.
Estarás cerca, pero siempre habrá algo que te impida llegar al final. Una comida familiar. Trabajo. Una fiesta. Lo de siempre. ¿Tendrás la entereza para decir "no, gracias, no voy, tengo que escribir"?
Una noche sabrás que llegó el momento. "No me molesten", dices a todos. Descuelgas el teléfono. Te sirves tu bebida favorita para escribir (Coca Zero con mucho hielo para mí, gracias). Quizá enciendes un cigarro. Pones música. Y aporreas el teclado.
Hasta que en el momento más solitario de la madrugada, cuando aúllan los perros y rondan los locos, llegas a la última palabra de la última frase del último párrafo de tu último capítulo.
Y tecleas el ansiado punto final.
Como el alpinista que alcanza la punta de la montaña, durante unos instantes solitarios te sientes en la cima del mundo. Miras hacia atrás, las docenas de páginas escritas. Te sorprendes de haber sido capaz de sostener una historia durante todo ese tiempo. Acaso relees algunos pasajes al azar.
Felicidades. Lo lograste. Ahora viene la parte más difícil. Corregir.
Pero igual que con el alpinista, es recorrer la misma distancia, sólo que cuesta abajo.
¿Ven porqué quiero tanto a los novelistas?
5 comentarios:
"Nada es más formativo que terminar lo que empiezas. Aunque al final la tengas que tirar a la basura. Como los pasteles que no salen."
Me gustaron mucho estas palabras. A mí me acaba de pasar lo mismo: tiré una novela que no salió.
Listo. A lo que sigue. Admiro tu constancia. Agradezco tus palabras. Lo dicho: a lo que sigue.
Excelente narrativa; seguiré dando vueltas por acá para seguir lo que escribes.
Saludos Enfermos.
BEF, deberías venir a Monterrey a dar unos talleres... o a Saltillo; yo me apunto, jejeje.
Saludos.
P.D. Es neta, si llegas a armar algo por acá, cuenta conmigo.
Arkham: Yo también tiré una novela. Y fue hace poco.
Cin: Gracias. De lo poco que me puedo enorgullecer es de mi persistencia.
Diablo: Saludos recibidos. Van de vuelta.
Guffo: No hay planes, pero si se arma algo, serás el primero en saberlo.
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