jueves, noviembre 24, 2005

Qué duro puede ser el silencio.

¡El chicharito fue niño!

Ayer, alrededor de las 11 de la noche, en una cesárea prematura que por algunas horas angustió a los papás y la gente que los queremos, nació Diego, hijo de Gerardo y Tania Sifuentes.

El niño está bien, deberá permanecer un tiempo en la incubadora pero todo se reporta como OK.

Mientras esperaba en el vestíbulo del hospital, junto con su familia política, Gerardo me mando un mensaje al celular. Estaba a punto de entrar al quirófano con Tania.

"Un enfermero está chiflando la marcha imperial" (de Star Wars, desde luego).

"Eso", contesté, "sólo puede ser señal de buen augurio." Y así fue.

Muchas felicidades a los papás y sus familiares.

Bienvenido a este planeta, Diego.

lunes, noviembre 21, 2005

Aún no se completan ni 48 horas. Pero ya me duelen como si fueran 72.

"Se ve que eres de la banda...

Tras un viaje que resultó más largo de lo que creí, llegué a Aguascalientes.

Me recibió el poeta Juan Manuel El Cholo Rodríguez. "No te conocíamos más que por la foto de tu libro, pero nomás se te ve un ojo". El Cholo tiene talleres literarios en todas las cárceles de Aguascalientes. A mí me había invitado a platicar con los presos del Cereso El Llano, el de máxima seguridad.

Me dejó en el hotel. "Nos vemos mañana, a las 10 y media".

Al día siguiente llegó puntual. Yo seguía sin saber qué esperar. Me sentía ligeramente intranquilo.

El Llano está a casi una hora de Aguas. En el camino, Juan Manuel me contó de sus andanzas "con la banda". Me mostró sus tatuajes, me platicó de la calle. No como aquellos que se las dan de tipos duros que lo han visto todo, sino con la naturalidad de quienes efectivamente lo han hecho.

Al llegar me di cuenta de que el Cholo es todo un pesonaje por aquí. "Buenas, profesor", lo saludan los celadores de la puerta. No puedo evitar sentir cierto dèja vu al entrar.

Hubo que registrarse en la entrada. Un custodio pidió nuestras identificaciones. Cuando vio que mi nombre era el mismo de la portada del libro que llevábamos, cambió totalmente de actitud. "Nunca había conocido a un escritor", me dijo. En la pared había colgado un póster con "La oración del custodio", que no me detuve a leer.

Tras un registro de ropas, entramos a la cárcel. Caminamos por un pasillo subterráneo que desembocó a un patio enrejado que tuvimos que rodear. Otra reja más y ya estábamos adentro, en la escuelita. "Nos dejaron entrar rápido, cuando vienes de visita te encueran, te ponen a hacer sentadillas", acotó mi guía.

Lo primero que me sorprendió fue ver a un par de mujeres por ahí. Maestras y trabajadora social. Lo segundo, que en esta cárcel no hay uniformes.

"¿Qué pasó, prof, los esperábamos a las 10?", dijo un señor de bigote, vestido de jeans. Resultó ser un reo de alta peligrosidad, de esos que sacan esposados como a Hannibal Lechter.

Había habido una confusión de hora. Los muchachos se había ido, cansados de esperar. Pero ahí seguían Fernando, el de bigote, y Juan, chaparrín tatuado de pies a cabeza.

"Vayan por los otros", pidió el Cholo. Hubo que dar sus nombre a otro guardia. Y esperar un poco.

Fueron llegando uno a uno. Otro Fernando, otro Juan, Parrish, Josué, El Pitas, Alfredo... Saludé a todos de mano, intentando aprenderme sus nombres.

Asesinos, violadores, secuestradores.

Todos ellos, incluso Juanito el de los tatuajes, venían con la tranqulidad de quien se ha resignado al encierro, de los que saben que pasarán ahí un buen rato. La moyoría eran más jóvenes que yo.

"Platícanos", me animó el Cholo para abrir fuego, valga la expresión, "sobre tu visión de la narrativa. Cuéntanos sobre tu libro."

Y hablé.

Hablé sobre nuestra necesidad de escuchar historias, que no hemos podido saciar desde que nos reuníamos alrededor de las fogatas. Del privilegio del que gozamos los que trabajamos con las palabras como los carpinteros con la madera. De la capacidad liberadora de la poesía, de la narrativa. Después les leí uno de los cuentos.

Ellos me escuchaban. De tanto en tanto alguien preguntaba algo. Se convirtió en una plática entre cuates. En poco rato algunos de ellos me dieron a leer sus poemas. Acabamos hablando de libros, de sus lecturas. Supe que varios de ellos habían ganado premios de poesía, dentro y fuera de la categoría penitenciaria.

En la reducción del encierro, los hombres más rudos son gente muy sensible, muy receptiva.

Llegó la hora de despedirse. Me hubiera gustado quedarme más. Cuando uno me preguntó que si se podía vivir de escribir les dije que no, pero que experiencias como la que me habían regalado aquella mañana no tenían precio, compensaban todo. Había llegado la hora de la comida para ellos. "El toro", le decían. Lamenté despdirme.

"Cuando nos dijeron que venía un escritor", me dijo Juan Tatuajes, "pensamos que vendría un cuate de traje, muy mamón. Pero nomás de verte se ve que eres de la banda."

Salí flotando.

Sólo hasta que íbamos de regreso le pregunté a Juan Manuel porqué estaba dentro cada uno de ellos. Maldito morbo.

Hubiera preferido no saberlo.

De vuelta a la frivolidad



Mamá Pulpa sacó su disco. Tras 9 años de tocar ininterrumpidamente, con grandes altibajos y cambios de miembros, el proyecto de Alfredo Fernández (único sobreviviente original) presenta su CD El mundo es muy difícil. Conseguible en los Mix-Up. Un saludo a Chipotes, el Huevo y Pascual, los demás pulpos...

miércoles, noviembre 16, 2005

Trescientos

Esta es mi primera página personal en internet, mi primer espacio propio, una boya en medio del mar eléctrico...
y no se me ocurre nada inteligente que decir.


Así empecé hace casi tres años este blog que hoy cumple 300 posts.

Uf.

Si hubiera escrito una cuartilla por cada entrada que he pegado aquí, tendría ya una novela de tamaño respetable.

Sigo sin encontrar nada importante qué decir, este espacio ha sido tan sólo un murmullo en medio de la estridencia digital. Allá afuera hay dos millones de usuarios de Blogspot. No existe persona que pueda leerlos todos.

Por ello quiero agradecer a todos los que se ha detenido aquí a leer lo que este monero sube más o menos una vez a la semana. A todos los que han dejado sus comentarios (incluido el anónimo que no le gusta nada pero que lee todo lo que escribo) y muy especialmente a la raza que me ha mandado mails desde esta página.

Pero no quería dejar de hacer una pequeña celebración por 300 posts en este blog. Para hacerlo, y recordando que en la primera entrada de esta bitácora puse una lista de 10 personas que merecen ir a la hoguera, hoy les comparto una de diez nerds que admiro.

En total desorden:

1) Álex Delaiglesia, cineasta.

2) Rob Zombie, músico.

3) Chris Ware, monero.

4) Robert T. Bakker, paleontólogo.

5) Woody Allen, cineasta.

6) Zada Hadid, arquitecta

7) Ida Moh!, monera

8) Carlos Monsiváis (king of nerds!)

9) Guillermo González Camarena, inventor

10) Juan García Esquivel, músico


Por lo pronto, me voy a Aguascalientes a tener una plática con los reclusos de un CERESO, concretamente con los miembros de un taller interno de cuento. Mi amigo Andrés Acosta fue tallerista durante varios años en un reclusorio y dice que es una experiencia alucinante. No lo dudo.

Gracias de nuevo por haberme acompañado en estos 300 posts. Nos leemos pronto.

viernes, noviembre 11, 2005

Dios le bendiga, Mr. Vonnegut



Acabo de perder un entusiasta post sobre Kurt Vonnegut. En un intento vano por recuperarlo, aquí va de nuevo:

Decía que hoy es el cumpleaños de Kurt Vonnegut, mi escritor favorito.

Hablaba de su vida, nacido un día como hoy de 1922, en Indianápolis, EEUU, en el seno de una acomodada familia germano-norteamericana. De cómo había tenido una niñez tranquila hasta la llegada de la gran depresión, que dejó a su familia al borde de la miseria y a su madre, Edith, sumida en una tristeza que desembocó en el suicidio (él mismo intentaría quitarse la vida en 1985).

Contaba que Kurt Vonnegut había estudiado química en la Universidad de Cornell, en Nueva York, donde también estudiaron Carl Sagan, Toni Morrison y Thomas Pynchon, entre otros.

Refería su posterior enlistamiento en el ejército, de cómo fue mandado al frente europeo y hecho prisionero de guerra por los nazis, de la manera en que fue enviado a trabajar en una fábrica en Dresden, Alemania. Del modo en que atestiguó, encerrado en una celda subterránea, el bombardeo aliado que dejó reducida a cenizas esta hermosa ciudad medieval.

Asimismo, hablaba de su vuelta a la vida civil, de su paso por la Universidad de Chicago para estudiar antropología y su posterior trabajo en el departamento de relaciones públicas de la General Electric en Schenectady, Nueva York, de cómo Vonnegut atribuye su estilo conciso, casi telegráfico, a tantos informes y boletines de prensa redactados durante ese período.

Decía que su primer cuento corto, Report On the Barnhouse Effect, una joyita, fue publicado en 1950 (su temprana narrativa breve está compilada en el libro Wellcome to the Monkey House, de 1968).

Que su novela Player Piano (1952) fue inspirada por el ambiente deshumanizado y alienante de la General Electric, que su siguiente libro, The Sirens of Titan (1959) fue incluido en la compilación de las mejores 100 novelas anglosajonas de ciencia ficción (1949-1984) que hiciera David Pringle.

También comentaba que el propio Vonnegut lamentaba un poco haber comenzado a escribir ciencia ficción, género que en sus propias palabras "algunos críticos confunden con una letrina".

Y decía que su siguiente novela, Mother Night (1961), daba un giro radical, al tratarse de las memorias apócrifas (presentadas por Vonnegut como auténticas) de Howard W. Campbell, Jr. (seguramente el nombre es una referencia al célebre editor de ciencia ficción), un doble agente gringo infiltrado en la cúpula nazi como propagandista antisemita, tan metido en su papel que al terminar la guerra es llevado a juicio por el gobierno de Israel, desvanecida toda evidencia de que trabajaba para el gobierno gringo (y que mandaba mensajes cifrados a través de sus discursos radiofónicos).

Hablaba de mi teoría personal de que, vistas en retrospectiva, cada novela de Kurt Vonnegut lidia en concreto con un gran tema de lo humano (refería al propio Vonnegut diciendo que toda gran obra literaria trata sobre la monserga de ser un humano).

Así, escribía sobre mi creencia de que Vonnegut ha escrito, entre otras, una novela sobre la ciencia (Cat's Cradle, 1963), otra sobre la guerra (Slaughterhouse Five, 1969), una más sobre el poder (Jailbird, 1979) y mi favorita personal, una sobre el arte (Bluebeard, 1988).

Y entonces entraba de lleno al universo Vonnegutiano, de personajes que saltan de una novela a otra, de situaciones interconectadas y obsesiones recurrentes. Hablaba de sus personajes, como el extravagante escritor de ciencia ficción Kilgore Trout, alter ego del propio Vonnegut y basado en la personalidad de Theodore Sturgeon (de ahí el juego de palabras), o el pintor Rabo Karabekian.

Decía que hay buenas traducciones de sus libros, pero HAY que leerlo en inglés.

Hasta ahí lo escrito.

Entonces pensaba contar sobre cómo di con mi primera novela de Kurt Vonnegut una las muchas tardes que pasé en la biblioteca de la Ibero, lidiando con mis horas ahorcadas. De cómo encontré un ejemplar de Barbazul, la traducción de Anagrama mientras buscaba un libro de William Burroughs. De la manera en que lo tomé, confundiendo a su autor (no me pregunten porqué) con Philip José Farmer. De la forma en que me voló la cabeza su lectura y me volvió un adicto a la narrativa de Vonnegut.

De ahí pensaba hablar de su estilo conciso, de párrafos breves que semejan telegramas. De su agudo sentido del humor y rabioso cinismo que esconde (lo sabemos bien, Kurt) un profundo amor por lo humano. De que Bluebeard es mi novela favorita de todos los tiempos.

Y planeaba referir su trayectoria como monero, que iniciara ilustrando sus propios libros, siendo especialmente famoso su dibujo de un ano ("an asshole", en otro juego de palabras) con forma de asterisco para Breakfast of Champions. De cómo ha expresado su admiración por Saul Steinberg.

Pensaba hablar de las películas que se han hecho sobre sus libros, sobre su aparición en una cinta menor de Rodney Dangerfield, sobre su adicción a fumar Pall Mall ("una manera elegante de cometer suicidio"), sobre su hermano Bernard Vonnegut, brillante meteorólogo descubridor de un método par inducir la lluvia rociando bromuro de plata sobre las nubes, sobre la trágica muerte de su hermana Alice y la consecuente adopción de sus sobrinos, sobre su feroz antimilitarismo, sobre su esposa, la fotógrafa Jill Krementz, sobre la novela Venus on the Half Shell escrita en 1974 por Philip José Farmer a partir de medio párrafo de God Bless You, Mr. Rosewater y firmada con el seudónimo de Kilgore Trout, en un impresionante ejercicio de imitación del estilo vonnegutiano, sobre su creencia de que jamás ha recibido el premio Nobel por haber fracasado como vendedor de autos Saab ("los suecos, se dice, tienen penes cortos y memoria larga..."), sobre cómo casi se muere cuando se incendió su departamento de Manhattan en el 2000, sobre el bautizo del asteroide 25399 Vonnegut en su honor...

En fin, iba a ser un bonito post sobre Kurt Vonnegut, escrito para festejar su cumpleaños el día de hoy, decretado oficialmente en Nueva York por el alcalde Bloomberg como el día de Kurt Vonnegur,Jr.

Quizå sea mejor homenaje leer sus libros. A continuación, la lista (casi) completa de ellos (descontando ediciones limitadas y cosas semejantes):

Novelas
Player Piano (1952).
The Sirens of Titan (1959).
Mother Night (1961).
Cat's Cradle (1963).
God Bless You, Mr. Rosewater (1965), ésta es muy popular, pero no es de mis favoritas.
Slaughterhouse-Five (1969).
Breakfast of Champions (1973).
Slapstick (1976).
Jailbird (1979).
Deadeye Dick (1982), la única que no he leído. *
Galápagos (1985).
Bluebeard (1988) ¡WOW!
Hocus Pocus (1990).
Timequake (1997), con la que se despide de la narrativa.


Compilaciones de cuento
Canary in a Cathouse (1961) .*
Welcome to the Monkey House (1968).
Bagombo Snuff Box (1999). *

Ensayo
Wampeters, Foma and Granfalloons (1974), una maravilla de libro.
Palm Sunday, An Autobiographical Collage (1981).
Fates Worse than Death (1991).
God Bless You, Dr. Kevorkian (1999). *
A Man Without a Country (2005), compilación de sus artículos publicados en la revista In These Times. *

Los que están marcados con (*) no los tengo, , así que ya saben qué pueden regalarme en navidad.

¡Feliz cumpleaños, querido Kurt!




De puntitas
Me produjo gran tristeza la muerte inesperada de Emilio Ebergenyi, legendario locutor de Radio Educación.

Sé que nadie oye esa estación, pero los que fuimos criados por papás comunistas-jipis-liberales-de izquierda recordamos todas las mañanas, camino a la primaria, su programa infantil "De puntitas", deliciosa transmisión que a diferencia de Odisea Burbujas y anexas, no trataba a los niños como adultos idiotas.

Personaje imprescindible de la radio cultural, actor y locutor, dueño de un gran sentido del humor y una actitud auténticamente irreverente, Emilio murió de un aneurisma a la edad de 55 años. Había dedicado los últimos 30 a la locución.

Se dice que al saber que lo operarían de la cabeza, dijo " al menos que no me extirpen el sentido del humor". Snif.

No tuve el gusto de conocerlo. Me entrevistó por teléfono para el noticiero "Pulso" de Radio Educación, ahora que se publicó Tiempo de alacranes. Le dije que era su fan desde niño. Quedamos que iría algún día a la cabina. Nunca será.

Descanse en paz.

jueves, noviembre 10, 2005

Big Bang



Esta semana y durante las siguientes dos estará publicándose en la revista Big Bang mi cómic Tres Deseos, sobre una niñita pedinche y su muy mañosa hada punk. Sé que BB sale a principios de semana y puede que hoy sea un poco tarde, pero aún estamos a tiempo (es la que tiene a Chicken Little en la portada).

También estaré el domingo presentando Pulpo Cómics en la FILIJ, a las 15:00 horas en la Carpa Jóvenes de la Feria, en compañía de Pepe Rojo, Jimena Padilla y Ricardo Peláez, y firmando libros en el stand de Alfaguara a las 18:00. La feria estará en el CNA, Tlalpan y Churubusco. La entrada es gratuita (el estacionamiento no, caramba...)

lunes, noviembre 07, 2005

"Buñuel tiene razón...

Cuenta Luis Buñuel en su libro de memorias, Mi último suspiro (qué gran título), la siguiente anécdota:

En cierta ocasión se hallaban reunidos Federico García Lorca, Salvador Dalí y el propio Buñuel. Imaginen la escena.

García Lorca leía a sus amigos su última obra, titulada Amor de Don Perlimplín con Belisa en su jardín.

Cuando Federico acabó, emocionado hasta las lágrimas, les preguntó:

--Bien, ¿qué os ha parecido?

En ese momento cayó un silencio estrepitoso, incómodo. García Lorca sólo alcanzó a buscar con la mirada a Buñuel, quien sin dudar le dijo:

--Es una mierda.

Lorca, el gran poeta de la guerra civil española, el más importante dramaturgo español de la primera mitad del siglo XX y autor favorito de Leonard Cohen se quedó congelado. Buscando ayuda, volteó hacia Dalí, quien remató:

--Buñuel tiene razón. Es una mierda.

En aras de la justicia, Lorca no sólo es un poeta sublime, sino que además el muy maldito se dio el lujo de adelantarse por lo menos un par de décadas a sus conteporáneos. Como evidencia, ofrezco el siguiente texto, tomado de su libro Poeta en Nueva York (1930), que Allen Ginsberg hubiera querido poder escribir en los 50:

New York

Oficina y denuncia

A Fernando Vela

Debajo de las multiplicaciones
hay una gota de sangre de pato.
Debajo de las divisiones
hay una gota de sangre de marinero.
Debajo de las sumas, un río de sangre tierna.
Un río que viene cantando
por los dormitorios de los arrabales,
y es plata, cemento o brisa
en el alba mentida de New York.
Existen las montañas, lo sé.
Y los anteojos para la sabiduría,
Lo sé. Pero yo no he venido a ver el cielo.
Yo he venido para ver la turbia sangre,
la sangre que lleva las máquinas a las cataratas
y el espíritu a la lengua de la cobra.
Todos los días se matan en New York
cuatro millones de patos,
cinco millones de cerdos,
dos mil palomas para el gusto de los agonizantes,
un millón de vacas,
un millón de corderos
y dos millones de gallos
que dejan los cielos hechos añicos.
Más vale sollozar afilando la navaja
o asesinar a los perros
en las alucinantes cacerías
que resistir en la madrugada
los interminables trenes de leche,
los interminables trenes de sangre,
y los trenes de rosas maniatadas
por los comerciantes de perfumes.
Los patos y las palomas
y los cerdos y los corderos
ponen sus gotas de sangre
debajo de las multiplicaciones;
y los terribles alaridos de las vacas estrujadas
llenan de dolor el valle
donde el Hudson se emborracha con aceite.
Yo denuncio a toda la gente
que ignora la otra mitad,
la mitad irredimible
que levanta sus montes de cemento
donde laten los corazones
de los animalitos que se olvidan
y donde caeremos todos
en la última fiesta de los taladros.
Os escupo en la cara.
La otra mitad me escucha
devorando, orinando, volando en su pureza
como los niños en las porterías
que llevan frágiles palitos
a los huecos donde se oxidan
las antenas de los insectos.
No es el infierno, es la calle.
No es la muerte, es la tienda de frutas.
Hay un mundo de ríos quebrados
y distancias inasibles
en la patita de ese gato
quebrada por el automóvil,
y yo oigo el canto de la lombriz
en el corazón de muchas niñas.
Óxido, fermento, tierra estremecida.
Tierra tú mismo que nadas
por los números de la oficina.
¿Qué voy a hacer?, ¿ordenar los paisajes?
¿Ordenar los amores que luego son fotografías,
que luego son pedazos de madera
y bocanadas de sangre?
San Ignacio de Loyola
asesinó un pequeño conejo
y todavía sus labios gimen
por las torres de las iglesias.
No, no, no, no; yo denuncio.
Yo denuncio la conjura
de estas desiertas oficinas
que no radian las agonías,
que borran los programas de la selva,
y me ofrezco a ser comido
por las vacas estrujadas
cuando sus gritos llenan el valle
donde el Hudson se emborracha con aceite.


Oh, boy,

Debo confesar que desde el nombre, Federico García Lorca me sonaba a un poeta mamón y aburrido. Mi abuelo recitaba de memoria el Romancero gitano, lo cual aumentaba su índice de uncoolness. Pero cuando descubrí este texto y luego el libro completo, me enamoré de su obra poética. Ya lo he dicho, soy un lector de poesía de clóset.

Y aunque nunca he leído Amor de Don Perlimplín..., confío en la opinión de Buñuel y Dalí. Por algo se publicó póstumamente...

miércoles, noviembre 02, 2005

Augusto Monsteroso



Y cuando despertó, el monstruo todavía estaba ahí.