viernes, mayo 28, 2010

Las cinco reglas de Heinlein (y el anexo de Sawyer)

A Cecilia Eudave

Robert J. Sawyer, exitoso escritor canadiense de ciencia ficción, creador de la novela en la que se basó la serie FlashForward, tiene en su página un apartado sobre consejos sobre cómo escribir.

En uno de esos artículos, Sawyer suscribe las 5 reglas de oro para escribir de Robert Heinlien, legendario autor de la era dorada de la ciencia ficción, considerado el siguiente en la lista de los mejores autores del género después (o a la par) de Isaac Asimov y Arthur C. Clarke.

Sawyer acota las cinco reglas de Heinlein y propone una sexta. Vale la pena echarles un ojo, aunque no seas específicamente un autor de ciencia ficción. Con que quieras ser escritor habrán de servirte.

Ojo: no soy un entusiasta ni de Asimov ni de Clarke, que siempre me parecieron escritores muy raboncitos, y lo poco que leí de Heinlein (Tropas del espacio, Extranjero en tierra extraña) siempre me dejó frío. Pero las reglas son buenísimas y hoy se las quiero compartir.

El artículo original, en inglés, se puede leer aquí. A continuación, un resumen.

Regla 1. Escribe

Suena absurdo, pero es lo último que la mayoría de los aspirantes a escritores están dispuestos a hacer. Dice Sawyer que no importa cuántos cursos y talleres tomes, la única manera de convertirte en un escritor es escribiendo. De cien aspirantes, apenas la mitad tendrán la entereza de sentarse a hacerlo.

Regla 2. Termina lo que empieces

No se puede aprender a escribir sin haber escrito una historia de principio a fin. Y sólo hasta entonces, teniendo una unidad será muy fácil ver qué partes funcionan y cuáles no. De los cincuenta aspirantes a escritores del principio, veinticinco son incapaces de ternimar nada.

Regla 3. No te claves en la correción

"Las obras se abandonan, no se terminan", cita Sawyer. Hay que saber en qué momento dejar la obra pues se corre el riesgo de corregir y reescribir inteminablemente. "Aunque muchos principiantes no lo crean, un (buen) editor sabrá decirles qué corregir", apunta Sawyer. "Cualquiera termina una novela", me dijo alguna vez Juan Hernández Luna, "pero no cualquiera la corrige." De los veinticinco aspirantes que quedaban, doce son incapaces de terminar sus correcciones.

Regla 4. Debes colocar tu obra en el mercado
Puedes vivir en la fantasía de que eres un escritor profesional, dice nuestro autor, pero no será realidad hasta que no haya alguien dispuesto a pagarte dinero por lo que escribes. A diferencia del mercado anglosajón, donde aún persiste un modesto circuito de revistas que compran cuentos, en nuestro medio es necesario presentar a dictaminación tu novela o mandarla a concursos. Esto último fue lo que me abrió las puertas del mundo editorial, con Tiempo de alacranes. En cualquiera de los dos casos, hay que colocar el trabajo ahí donde pueda ser publicada y producir dinero. Seis de los doce aspirantes a escritores que restaban serán incapaces de encontrar salida para su novela.

Regla 5. Debes mantener tu trabajo en el mercado hasta que se venda

¿Fuiste rechazado de una editorial? Mándalo a otra. ¿No te mencionaron en aquel concurso? Manda tu novela a otro. Y a otro. Y a otro. Hasta que encuentre su casa editorial. No te desanimes, habrás de enfrentarte muchas veces con el rechazo. Insiste. Yo mismo tardé casi ocho años desde que terminé de escribir Gel Azul hasta que se publicó en México. Me la rechazaron de dos editoriales y perdió cuatro concursos hasta que halló su camino (e incluso ganó un premio Ignotus). Algo similar le pasó a Ladrón de sueños. De los seis escritores que nos quedaban, tres tirarán la toalla desanimados por los rechazos.

Regla 6. Empieza a trabajar en tu nuevo proyecto

De inmediato. Esta es la regla que añade Robert J. Sawyer. No esperes a que se publique tu obra anterior. Sólo así podrás tener un cuerpo significativo de trabajo como para considerarte un escritor profesional. Y si te bloqueas a la mitad, empieza algo nuevo, siempre que te remitas a la regla número 2. De los tres escritores que nos quedaban, sólo uno tendrá la entereza para seguir escribiendo.

Así, de cien aspirantes que teníamos al principio, apenas uno o dos serán capaces de seguir estas reglas. Pregunta Sawyer, "¿Serás tú uno de ellos? Espero que sí, pues de seguirlas, con una pizca de talento, vas a hacerla."

Espero que les sirvan. A mí me han ayudado mucho.
El punto final

Normalmente se empieza a escribir una novela con absoluta inconciencia y, dijera un tío, con una sangre fría escalofriante.

Se asume irresponsablemente que tienes algo que decir. Que al mundo, al cual aparentemente no le hace falta ni un libro más en los estantes quizá le interese leer tu historia.

Y así, sin contratos ni adelantos, sin agentes ni oficinas de prensa comienzas a escribirla.

"Tengo esta idea sobre..." y aquí inserta aquella anécdota brillante. Ese personaje fascinante. La situación extrema que amerita una novela.

Es en ese momento, si no eres uno de esos cientos de fanfarrones de café que se dicen escritores (pero nunca escriben nada) teclearás la primera palabra de la primera frase del primer párrafo del primer capítulo de lo que durante los siguientes meses será, auguro, una persecución agotadora del punto final.

Porque ¿qué es la lectura o escritura de una novela sino la persecución frenética durante decenas de páginas del punto final, aquella bestia elusiva, preciado trofeo de cacería?

Te desvelarás escribiendo. En las horas que te deja tu trabajo, tu familia. Te sorprenderás pensando los domingos por la tarde en tu trama. Te irás a dormir con tus personajes en la cabeza y despertarás al lado de ellos. Harás preguntas extrañas, siempre diciendo "es para algo que estoy escribiendo." Leerás montón de libros, investigarás en internet. Soñarás con tu trama.

Pero el punto final te eludirá. Durante varias semanas. Quizá meses. Incluso años.

Habrá momentos en que dudes. En los que quieras tirar la toalla y mejor irte a echar la copa al Covadonga o cualquier otra cantina donde se junten los escritores. En olvidarte de ella y empezar otra. No lo hagas. Nada es más formativo que terminar lo que empiezas. Aunque al final la tengas que tirar a la basura. Como los pasteles que no salen.

Lo más desesperante será cuando te aproximes de verdad al punto final. Será, como decía Lacan, cuando la cercanía del objeto deseado te produzca la mayor de las angustias.

Estarás cerca, pero siempre habrá algo que te impida llegar al final. Una comida familiar. Trabajo. Una fiesta. Lo de siempre. ¿Tendrás la entereza para decir "no, gracias, no voy, tengo que escribir"?

Una noche sabrás que llegó el momento. "No me molesten", dices a todos. Descuelgas el teléfono. Te sirves tu bebida favorita para escribir (Coca Zero con mucho hielo para mí, gracias). Quizá enciendes un cigarro. Pones música. Y aporreas el teclado.

Hasta que en el momento más solitario de la madrugada, cuando aúllan los perros y rondan los locos, llegas a la última palabra de la última frase del último párrafo de tu último capítulo.

Y tecleas el ansiado punto final.

Como el alpinista que alcanza la punta de la montaña, durante unos instantes solitarios te sientes en la cima del mundo. Miras hacia atrás, las docenas de páginas escritas. Te sorprendes de haber sido capaz de sostener una historia durante todo ese tiempo. Acaso relees algunos pasajes al azar.

Felicidades. Lo lograste. Ahora viene la parte más difícil. Corregir.

Pero igual que con el alpinista, es recorrer la misma distancia, sólo que cuesta abajo.






¿Ven porqué quiero tanto a los novelistas?

martes, mayo 25, 2010

Borola se quedó huérfana



Murió don Gabriel Vargas. Varguitas. El llamado cronista urbano. El creador de Borola, Regino, el Tejocote, Cuquita, Foforito y docenas más de personajes. El rival de Germán Butze. Aquel que siempre se avergonzó de ser reconocido por hacer monitos. El que decía que él había sido publicista, que había caído en los cómics por pura coincidencia. El mismo que rellenaba las viñetas de sus cómics con diálogos verborréicos interminables. Adorado por Carlos Monsiváis y prácticamente todos los estudiosos de la historieta mexicana. Precursor, estoy seguro, del humor presuntamente arrabalero de Roberto Gómez Bolaños (ambos veían al jodidaje con un cariñoso desdén).

Mi relación con su obra siempre fue distante. De niño a veces me compraban algún cómic de los Burrón. Recuerdo haberlos observado antes de aprender a leer. Pero nunca me gustó. Siempre me pareció que se trataba de un dibujo muy pobre, de una narrativa torpísima. Nunca he podido acabar de leer un episodio completo.

No me lo tomen a mal. Simplemente me molesta que cada vez que digo que hago cómics me pregunten "¿Como la familia Burrón?" Es como si a los Tacubos les preguntaran si su música se parece a la de Consuelito Velázquez. Sí, algo. Pero no desciende directamente de ahí. Hay cincuenta años de historia en medio.

Siempre me pareció La familia Burrón una historieta sobrevalorada. Contrapuesta al olvido mezquino en el que se tiene a Los Supersabios, ese sí un cómic de gran calidad gráfica y narrativa, muy superior, como historieta, a la obra de Vargas.

Sé que se multiplicarán los homenajes. Que ahora lo llamarán genio y cronista extraoficial de la ciudad. Bien, me parece que la visión que tiene de las clases populares es idealizada, absolutamente alejada de la realidad de los barrios ahora y hace 60 años. Y aunque puedo reconocer un gran ingenio a la hora de poner nombres a sus personajes (Satán Carroña, Ruperto Tacuche, Boba Licona, los pollicuacos, entre muchos otros), nunca compartí su dentido del humor ni le hallé la gracias a su monos.

Lo siento, no me gusta nada la obra de Gabriel Vargas.

Que otros se unan a los homenajes. Yo sencillamente lamento la muerte de un colega, que no de un maestro. Como no sea de la persistencia, todo hay que decirlo.

Que descanse en paz, don Gabriel Vargas.

miércoles, mayo 19, 2010

Cien seguidores

Este humilde blog tiene ya cien seguidores. Número modesto, incluso ridículo para muchos blogueros y twitteros. A mí me colma de orgullo.

Gracias a todos ustedes por pasearse regularmente por esta su humilde casa. Siempre serán bienvenidos.

Para celebrar, les dejo una viñeta (de cuatro) de un cómic de próxima aparición en la revista Lenguaraz, en esta ocasión dedicada a los diarios de viaje.

Saludos.

Y gracias.

viernes, mayo 14, 2010

El artista previamente conocido como Black Francis

Black Francis - The Rockafeller Skank from Black Francis on Vimeo.



Un poco de punk para una tardenoche de viernes.
Ando en Tijuana para participar durante el fin de semana en las actividades de la 28 Feria del libro.

Mañana sábado presento mi novela "Gel Azul" a las 14.30 en compañía de mi gurú personal, Pepe Rojo, que apadrina el libro.

El mismo sábado a las 16.00 el mismo Pepe, Gerardo Sifuentes, Gabriel Trujillo y un servidor presentamos la colección de minibúks de ciencia ficción mexicana editados por Pepe para la UABC.

Y el domingo siguiente a las 16.00 presento el libro Inter rupciones, de Pepe.

La Feria del libro es en el estacionamiento de la Plaza Río y el programa completo se puede consultar aquí. La entrada es libre. Por allá nos vemos.

lunes, mayo 10, 2010

Declaración de bienes (11 de mayo, 2010)

En orden descendente de importancia, el que suscribe se declara poseedor de lo siguiente:

Una hija.

Una esposa.

Padres (dos), hermano (uno), cuñadas (dos), suegros (dos), concuño (uno), sobrina (una).

Un cerebro (en funciones).

Un par de ojos. Una mano diestra. Una izquierda. Dos piernas.

Cero abuelos.

Primos y tíos a granel (de los que no se escogen).

Una familia extendida (de la que se escoge).

Amigos (muchos).

Un par de enemigos (no deducibles).

Quince libros.

Un puñado de cuadros.

Un título universitario.

Varias docenas de exalumnos.

Algunos lectores.

Un auto.

Varios boletos del metro.

Y treintaiocho años cumplidos.

El que suscribe se declara con saldo a favor.
Frank Frazetta (1928—2010)






Lo conoces aunque no lo conozcas. Sus imágenes están profundamente enraizadas en el imaginario colectivo. Toda la estética del llamado fantasy, subgénero dedicado a guerreros, magos y hechiceros y bestias fantásticas le debe a él su rostro más conocido.

Son deudores de Frazetta los surrealistas pop y los ilustradores de ciencia ficción, dibujantes de cómics y cineastas.

Fue él, por ejemplo, quien le dio su cara más conocida a Conan, el bárbaro, personaje creado por Robert E. Howard para una serie de novelas pulp que después se popularizarían en los cómics y el cine (donde el personaje fue interpretado por el ahora gobernador de California, don Arnold Scwarzenegger).

Es impensable, por ejemplo, el éxito de las cintas del Señor de los anillos sin la obra plástica de Frazetta.

Sus detractores lo han acusado de vulgar, barato y hasta de racista. Nada más falso. Basta revisar con atención su obra para descubrir que se trataba de un pintor de refinadísimo oficio, con capacidad de descubrir la belleza en personas de toda raza. Quizá le sucede lo mismo a Stephen King: su delito ante los críticos es ser popular y adorado por sus fans.

Recuerdo una anécdota que me contaba un colega ilustrador. Mi amigo iba en una secundaria oficial a finales de los 70 y contaba que una vez su profesor de dibujo llegó con la propuesta de que entre todos los del grupo compraran un libro de Frazetta que había visto en un Sanborn's a precio exorbitante.

Todos cooperaron y ya que lo tuvieron, el profe recortó salomónicamente página por página para que cada alumno se llevara a casa una imagen del libro. Repartió la belleza equitativamente.

Esto que a algunos les parecerá un acto barbárico (digno de Conan), me parece a mí un ejemplo bellísimo del encanto mágico que ejercen las pinturas de Frazetta en cualquier persona.

Hoy Frank Frazetta ya no está entre nosotros. Murió hace unas horas de un infarto a los 82 años, tras una vida de intensa entrega a la creación. Cuando recientemente su salud le impidió seguir dibujando con la mano derecha, aprendió a hacerlo con la izquierda. Si eso no es hermoso, no sé qué lo sea.

Descanse en paz. el maestro Frank Frazetta.