De vuelta
Fue un viaje largo. Un peregrinaje nerd por el sur de California. El recorrido incluyó la frontera más transitada del planeta, una visita guiada por el Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA en Pasadena, un día en el llamado lugar más feliz de la Tierra y unas horas en la Comic Con.
Básicamente fue un viaje familiar. Gran parte de él patrocinado por Rebeca. Yo me dejé consentir.
Por ello omito los detalles anecdóticos. Baste decir que compartimos ruta con los Rojo Torres, parte de la familia que sí se escoge. La extendida.
Lo que quiero compartir es el coletazo del viaje. El antepenúltimo día fuimos a la Comic Con de San Diego. Volví, luego de quince años de no visitarla.
Me abrumó descubrir la presencia mínima de los cómics. La preponderancia de franquicias corporativas (léase superhéroes). Torpemente busqué hablar con algún editor buscando una edición en inglés de mi trabajo. Hice un par de contactos, pero los editores van a San Diego básicamente a vender sus cómics, no a comprar los de alguien más.
Un editor vio mi portafolio, que incluye páginas de la novela gráfica que acabo de terminar y de una que tengo en proceso. Me prguntó si me gustaba Yves Chaland. "Desde luego", contesté, "es mi dibujante favorito." "Eres muy talentoso", me dijo, "pero lo que haces no es el tipo de material que publico."
Decidí disfrutar mi día en San Diego. Rebeca, María y yo fuimos a comer al Seaport. Volvimos sólo a saludar a los amigos. Nos encontramos a muchos colegas mexicanos. Fuimos a ver a Peter Kuper, quien era uno de los invitados especiales (y quien me escribió un blurb para Espiral, mi novela gráfica).
Al final quise saludar a Sergio Aragonés. A final de cuentas Espiral, que es un cómic sin diálogos, le debe mucho a su obra.
Fuimos los tres a su stand. Estaban a punto de cerrar el centro de convenciones y correr a todo mundo. Aragonés firmaba autógrafos, seguramente lo hizo durante horas los cuatro días de convención. Me formé en la fila.
Lo saludé tímidamente. "Hola, nos conocimos en la FIL de Guadalajara..."
"Claro, mano, ¿cómo estás?", saludó afectuoso. Platicamos unos minutos. Le dije que si era pertinente, quería regalarle un ejemplar de Espiral, que tan grande deuda tiene con su trabajo.
"Te lo cambio por uno mío", y me firmó un ejemplar de su último cómic. Me pidió que le dedicara el mío. Lo hojeó rápidamente y agregó, con la generosidad que sólo he visto en los grandes:
"Voy a estudiarlo con mucho cuidado."
Nos despedimos. "Ojalá nos veamos en Guadalajara", dije.
Y me fui flotando de ahí.
viernes, julio 29, 2011
miércoles, julio 13, 2011
Entonces como ahora.
Éramos niños y viajábamos con mis papás. Bernardo nos subía al auto a las 5 de la mañana, veía su reloj y decía "A las diez de la noche llegamos a San Antonio."
Y allá íbamos. Un matrimonio joven con sus dos niños chiquitos.
Normalmente Alfredo se quedaba dormido en mis piernas. Yo leía.
Recorrimos miles de kilómetros por todo el país. Y fuera de él. Fuimos de Puebla a Oaxaca y de ahí a Puerto Escondido para volver hacia Acapulco (en 1987, la única vez que estuve en el famoso puerto). Recorrimos Veracruz. Fuimos hasta Mazatlán y no cruzamos a La Paz por alguna tontería que ya no recuerdo. Fuimos a California y Texas.
Alguna vez nos quedamos en Saltillo viniendo de vuelta de Houston. Mi recuerdo es leer en la escalinata de un bungalow un cómic de la Marvel. Yo tenía 14 años, nunca imaginé que después tendría nexos tan fuertes con esa ciudad.
En el tintero se quedó el plan de ir hasta Canadá en carretera, acampando. Mi papá lo hubiera hecho, prácticamente manejando solo.
Desde luego nos pasaron toda clase de peripecias. Alguna vez una combi nueva nos dejó tirados toda la noche en una parada de traileros entre San Luis Potosí y Matehuala. Papá viajó de aventón hasta SLP a comprar la pieza defectuosa, nosotros nos quedamos tan tranquilos dormidos en el coche. Era 1981, hoy sería imposible hacerlo.
Mi hermano Alfredo solía bromear diciendo que en todos los pueblos nos parábamos a ver la iglesia y comer en el mercado. Era casi verdadero. Lo cierto es que aprendimos a comer de todo, desde insectos vivos en algún pueblo de Morelos hasta cabrito en "El Principal" de Lerdo, Durango. Desde camarones en el "Shrimp Bucket" de Mazatlán hasta barbacoa a la orilla de alguna carretera perdida en la sierra de Hidalgo.
Por eso me conmovió profundamente la foto que abre esta entrada, publicada hace unos días en Boing Boing. Un hombre y su hijo observan el despegue del transbordador espacial en 1981. La misma pareja observa la partida de la última misión, 30 años después.
Hoy estoy a punto de irme de viaje con mi familia. Emprendemos un peregrinaje nerd. Ahora soy yo el padre de familia. Viajamos con otra familia de amigos. Los ciclos vuelven a correr.
Quizá valga la pena tomarme una foto con mi hija en algún lugar, para volverla a tomar dentro de treinta años. Suena lindo.
(PD: Agotado pero con la novela gráfica lista, este sujeto se va de vacaciones. Prometo mandar una postal. Saludos, ahí les encargo el changarro...)
Éramos niños y viajábamos con mis papás. Bernardo nos subía al auto a las 5 de la mañana, veía su reloj y decía "A las diez de la noche llegamos a San Antonio."
Y allá íbamos. Un matrimonio joven con sus dos niños chiquitos.
Normalmente Alfredo se quedaba dormido en mis piernas. Yo leía.
Recorrimos miles de kilómetros por todo el país. Y fuera de él. Fuimos de Puebla a Oaxaca y de ahí a Puerto Escondido para volver hacia Acapulco (en 1987, la única vez que estuve en el famoso puerto). Recorrimos Veracruz. Fuimos hasta Mazatlán y no cruzamos a La Paz por alguna tontería que ya no recuerdo. Fuimos a California y Texas.
Alguna vez nos quedamos en Saltillo viniendo de vuelta de Houston. Mi recuerdo es leer en la escalinata de un bungalow un cómic de la Marvel. Yo tenía 14 años, nunca imaginé que después tendría nexos tan fuertes con esa ciudad.
En el tintero se quedó el plan de ir hasta Canadá en carretera, acampando. Mi papá lo hubiera hecho, prácticamente manejando solo.
Desde luego nos pasaron toda clase de peripecias. Alguna vez una combi nueva nos dejó tirados toda la noche en una parada de traileros entre San Luis Potosí y Matehuala. Papá viajó de aventón hasta SLP a comprar la pieza defectuosa, nosotros nos quedamos tan tranquilos dormidos en el coche. Era 1981, hoy sería imposible hacerlo.
Mi hermano Alfredo solía bromear diciendo que en todos los pueblos nos parábamos a ver la iglesia y comer en el mercado. Era casi verdadero. Lo cierto es que aprendimos a comer de todo, desde insectos vivos en algún pueblo de Morelos hasta cabrito en "El Principal" de Lerdo, Durango. Desde camarones en el "Shrimp Bucket" de Mazatlán hasta barbacoa a la orilla de alguna carretera perdida en la sierra de Hidalgo.
Por eso me conmovió profundamente la foto que abre esta entrada, publicada hace unos días en Boing Boing. Un hombre y su hijo observan el despegue del transbordador espacial en 1981. La misma pareja observa la partida de la última misión, 30 años después.
Hoy estoy a punto de irme de viaje con mi familia. Emprendemos un peregrinaje nerd. Ahora soy yo el padre de familia. Viajamos con otra familia de amigos. Los ciclos vuelven a correr.
Quizá valga la pena tomarme una foto con mi hija en algún lugar, para volverla a tomar dentro de treinta años. Suena lindo.
(PD: Agotado pero con la novela gráfica lista, este sujeto se va de vacaciones. Prometo mandar una postal. Saludos, ahí les encargo el changarro...)
miércoles, julio 06, 2011
Hombres trabajando
Fue en este mismo espacio que he abandonado por ¡ay! tantio tiempo en el que hablé hace tiempo de la novela gráfica que estoy dibujando.
Tengo el honor de ilustrar un guión de Juan Villoro. Si algo bueno tendrá el libro, será la historia.
Estoy a tres páginas de acabar. Poco menos de un año de trabajo. Con la colaboración en el color de mi amigo Mauro Torres y utilizando para los diálogos una preciosa fuente tipográfica diseñada por mi compa Fraga. Por si ello fuera poco, tendré en la portada otras dos lujosas colaboraciones sorpresa, que anunciaré en su momento.
Por eso es que no he posteado nada aquí.
El libro estará listo para finales de verano (aquí no hay nada de "próximamentes" indefinidos). Lo publica Sexto Piso a todo color en lo que promete ser una edición guapísima, para engrosar el incipiente catálogo de novelas gráficas mexicanas.
(Por cierto, precisamente publiqué en el último número de Tierra Adentro un breve texto sobre la escena nacional de novela gráfica.)
Prometo ponerme al día. Ando trabajando en varias cosas que anunciaré en su momento por este, su blog de confianza.
Por lo pronto les dejo una viñetita de la novela, para que se vayan dando un quemón.
Fue en este mismo espacio que he abandonado por ¡ay! tantio tiempo en el que hablé hace tiempo de la novela gráfica que estoy dibujando.
Tengo el honor de ilustrar un guión de Juan Villoro. Si algo bueno tendrá el libro, será la historia.
Estoy a tres páginas de acabar. Poco menos de un año de trabajo. Con la colaboración en el color de mi amigo Mauro Torres y utilizando para los diálogos una preciosa fuente tipográfica diseñada por mi compa Fraga. Por si ello fuera poco, tendré en la portada otras dos lujosas colaboraciones sorpresa, que anunciaré en su momento.
Por eso es que no he posteado nada aquí.
El libro estará listo para finales de verano (aquí no hay nada de "próximamentes" indefinidos). Lo publica Sexto Piso a todo color en lo que promete ser una edición guapísima, para engrosar el incipiente catálogo de novelas gráficas mexicanas.
(Por cierto, precisamente publiqué en el último número de Tierra Adentro un breve texto sobre la escena nacional de novela gráfica.)
Prometo ponerme al día. Ando trabajando en varias cosas que anunciaré en su momento por este, su blog de confianza.
Por lo pronto les dejo una viñetita de la novela, para que se vayan dando un quemón.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)