El placer de leer
Podría nunca haber escritu una sola palabra, jamás publicar ningún cuento ni emprender nunca la escritura de una novela. Hubiera podido dedicarme enteramente a la imagen, hacer carrera de diseñador gráfico o ilustrador y nunca entrarle al oficio de narrador.
Pero nunca, nunca hubiera podido dejar de ser lector.
La lectura, pienso, es el único vicio que hay que promover. Aquí pueden entrar todos los lugares comunes al respecto. Los suscribo todos y más allá de si la lectura es buena para la salud o no, es sumamente divertido.
Pertenezco a la generación que llegó a la lectura a través del cine y la tele. Y si bien tuve el privilegio de nacer en una familia de lectores, nunca compartí sus gustos. Contrapuesto al Miguel Strogoff que hizo las delicias de mi papá cuando niño, tuve que buscarme mi propio canon.
Así, descubrí en las traducciones españolas de la revista Fantasy and Science Fiction mundos nuevos, muchas veces poco esperanzadores. Me leí varios de los libros de la serie juvenil de Lucky Starr, escritas por un jovencísimo Isaac Asimov (que me dejó de gustar pronto) y varias novelas de Ray Bradbury (su Fahrenheit 451 fue la primera novela que leí).
Todo esto complementado con cientos y cientos de cómics. De todos ellos, lo que realmente me echó a perder fue el humor cínico de la revista MAD de los setenta. Aragonés, Al Jaffee, Mort Drucker, Jack Davis, Antonio Prohias, Sergio Flores y el resto de lo que el editor llamaba "los idiotas de siempre" (the usual gang of idiots).
No veo televisión. No la entiendo. Quizá soy un personaje del siglo XIX transplantado al XXI. A cambio, leo todo el tiempo. No tanto como quisiera, pero no desaprovecho la oportunidad de dejar el coche e irme en transporte público para leer un poco.
Pero ojo, no creo que esto me haga mejor persona que alguien que no lee nada. Eso es un mito, propiciado por los que leen, me parece. Lo cierto es que si las estadísticas oficiales son ciertas (y tengo buenos motivos para desconfiar de ellas), entonces leo por varios compatriotas.
En fin, todas estas líneas para compatir un poco de mi entusiasmo desmedido por la lectura, sobre lo que quisiera abundar en los siguientes posts...
PD: Hoy miércoles es el Jam de escritura en el que participo con Alejandro Almazán. Musicaliza Feli Dávalos. La cita es en Citlaltépetl 25, colonia COndesa, a las 8 de la noche. Ojalá puedan asistir.
miércoles, junio 30, 2010
jueves, junio 24, 2010
Segunda llamada, segunda
A riesgo de poner gorro, les reitero la invitación hecha recientemente:
El próximo miércoles a las 8 de la noche estaré participando en el segundo Jam de escritura de la ciudad de México.
Estaré alternando con mi colega Alejando Almazán y pondrá música mi amigo Felipe Dávalos.
La cita es en la casa Refugio Citlaltépetl (Citlaltépetl 25, colonia Condesa).
Pienso escribir un cuento corto ante los ojos del respetable público, emulando a Harlan Ellison. Espero lograrlo.
Ojalá puedan asistir.
A riesgo de poner gorro, les reitero la invitación hecha recientemente:
El próximo miércoles a las 8 de la noche estaré participando en el segundo Jam de escritura de la ciudad de México.
Estaré alternando con mi colega Alejando Almazán y pondrá música mi amigo Felipe Dávalos.
La cita es en la casa Refugio Citlaltépetl (Citlaltépetl 25, colonia Condesa).
Pienso escribir un cuento corto ante los ojos del respetable público, emulando a Harlan Ellison. Espero lograrlo.
Ojalá puedan asistir.
domingo, junio 20, 2010
Se nos fracturó
Lleno de luces y sombras, más famoso que leído, el hombre que lo mismo posaba en la portada del Tele-Guía con Lucía Méndez que compilaba una antología de poesía mexicana contemporánea, personaje mediático y crítico mordaz del poder, coleccionista compulsivo, irónico y no pocas veces arrogante, entrañable y antipático a la vez, de voz profunda y tono perpetuamente melancólico, pionero en revalorar la cultura popular mexicana, dueño de un negrísimo sentido del humor y una cultura enciclopédica, amante de los gatos y el cine... se nos fue Monsiváis.
Se puede decir de él muchas cosas a favor y en contra. Lo cierto es que perdimos una de las mentes más lúcidas del pensamiento mexicano. Necesitamos más gente como él.
Lleno de luces y sombras, más famoso que leído, el hombre que lo mismo posaba en la portada del Tele-Guía con Lucía Méndez que compilaba una antología de poesía mexicana contemporánea, personaje mediático y crítico mordaz del poder, coleccionista compulsivo, irónico y no pocas veces arrogante, entrañable y antipático a la vez, de voz profunda y tono perpetuamente melancólico, pionero en revalorar la cultura popular mexicana, dueño de un negrísimo sentido del humor y una cultura enciclopédica, amante de los gatos y el cine... se nos fue Monsiváis.
Se puede decir de él muchas cosas a favor y en contra. Lo cierto es que perdimos una de las mentes más lúcidas del pensamiento mexicano. Necesitamos más gente como él.
viernes, junio 18, 2010
Los viajes ilustran
Después de una intensa temporada de viajes me puedo asentar en casa un par de meses a trabajar y a leer.
Como botín de guerra, di con algunos libros a cuyos autores conocí durante todo este chancletear por el país. Libros de gran calidad, editados por institutos culturales, instancias oficiales o editoriales independientes. Quiero compartirles cuatro de ellos que de verdad valen la pena y que me hicieron más amable este trajinar por el territorio nacional.
1. Tardarás un rato en morir. Imanol Caneyada. Instituto Sonorense de Cultura
Imanol es un escritor vasco que lleva veinte años viviendo en México. Avecindado hace tiempo en Hermosillo y apasionado de los subgéneros, escribió una de las mejores novelas policiacas que he leido recientemente. Situada en Montreal, Tardarás... suscribe entre sus páginas las historias de un político mexicano corrupto (¿hay de otros?) huyendo en compañía de su asesor personal, con el que tiene una intensa relación de co dependencia, al tiempo que se narra la historia de un peculiar asesino múltiple cuyos grotescos homicidios sacuden a la tranquila ciudad canadiense. Duro e implacable, se trata de un libro que te atrapa desde el primer párrafo y no te suelta hasta el sorprendente desenlace.
2. Bestiaria vida, Cecilia Eudave, Ficticia.
Eudave es una de las más interesantes narradoras de Guadalajara. Proclive a la narrativa fantástica, en esta breve novela en la que los autores del boom latinoamericano parecen darse la mano con Charles Addams, Cecilia construye una delirante metáfora sobre las familias disfuncionales, al tiempo que demuestra ser una auténtica heredera (que no imitadora) del realismo mágico. Tan breve como deliciosa.
3. Ojos que no ven, corazón desierto. Iris García, Tierra Adentro.
La acapulqueña Iris García es la cuentista más dura de mi generación. Punto. Cuentos policiacos que afortunadamente se alejan del registro del llamado realismo sucio para volverse doblemente brutales en la sobriedad casi clínica de la prosa. Policías judiciales, narcos, prostitutas, directores de cine snuff, agentes del ministerio público, sicarios y demás personajes desfilan por la pequeña exhibición de atrocidades que la autora ha construido en este breve volumen. ¿Para cuándo una novela, Iris?
4. Interrupciones. Pepe Rojo. Nortestación.
De los cuatro autores al único que conozco hace años es a Pepe. Mi admiración (como autor pero sobre todo como persona) por él me impide ser objetivo. Pero sé que no cometo un exceso al asentar que se trata de una compilación largamente esperada en la que Pepe combina cuentos y ensayos (sin marcar fronteras de género) que apuntan, como en sus libros anteriores, a un proyecto literario marcado por lo estrambótico y el delirio. Quizá se trate de uno de los poquísimoa autores mexicanos auténticamente posmodernos. Y un excelente cuentista, más allá de las etiquetas.
Así que estos son. Mi recomendación: cómprenlos ahí donde los encuentren, que si algo comparten los cuatro es el problema de la distribución. acaso el flagelo de toda editorial, independiente, institucional o comercial.
Pero estoy seguro que la lectura de ninguno de ellos habrá de decepcionarlos.
Después de una intensa temporada de viajes me puedo asentar en casa un par de meses a trabajar y a leer.
Como botín de guerra, di con algunos libros a cuyos autores conocí durante todo este chancletear por el país. Libros de gran calidad, editados por institutos culturales, instancias oficiales o editoriales independientes. Quiero compartirles cuatro de ellos que de verdad valen la pena y que me hicieron más amable este trajinar por el territorio nacional.
1. Tardarás un rato en morir. Imanol Caneyada. Instituto Sonorense de Cultura
Imanol es un escritor vasco que lleva veinte años viviendo en México. Avecindado hace tiempo en Hermosillo y apasionado de los subgéneros, escribió una de las mejores novelas policiacas que he leido recientemente. Situada en Montreal, Tardarás... suscribe entre sus páginas las historias de un político mexicano corrupto (¿hay de otros?) huyendo en compañía de su asesor personal, con el que tiene una intensa relación de co dependencia, al tiempo que se narra la historia de un peculiar asesino múltiple cuyos grotescos homicidios sacuden a la tranquila ciudad canadiense. Duro e implacable, se trata de un libro que te atrapa desde el primer párrafo y no te suelta hasta el sorprendente desenlace.
2. Bestiaria vida, Cecilia Eudave, Ficticia.
Eudave es una de las más interesantes narradoras de Guadalajara. Proclive a la narrativa fantástica, en esta breve novela en la que los autores del boom latinoamericano parecen darse la mano con Charles Addams, Cecilia construye una delirante metáfora sobre las familias disfuncionales, al tiempo que demuestra ser una auténtica heredera (que no imitadora) del realismo mágico. Tan breve como deliciosa.
3. Ojos que no ven, corazón desierto. Iris García, Tierra Adentro.
La acapulqueña Iris García es la cuentista más dura de mi generación. Punto. Cuentos policiacos que afortunadamente se alejan del registro del llamado realismo sucio para volverse doblemente brutales en la sobriedad casi clínica de la prosa. Policías judiciales, narcos, prostitutas, directores de cine snuff, agentes del ministerio público, sicarios y demás personajes desfilan por la pequeña exhibición de atrocidades que la autora ha construido en este breve volumen. ¿Para cuándo una novela, Iris?
4. Interrupciones. Pepe Rojo. Nortestación.
De los cuatro autores al único que conozco hace años es a Pepe. Mi admiración (como autor pero sobre todo como persona) por él me impide ser objetivo. Pero sé que no cometo un exceso al asentar que se trata de una compilación largamente esperada en la que Pepe combina cuentos y ensayos (sin marcar fronteras de género) que apuntan, como en sus libros anteriores, a un proyecto literario marcado por lo estrambótico y el delirio. Quizá se trate de uno de los poquísimoa autores mexicanos auténticamente posmodernos. Y un excelente cuentista, más allá de las etiquetas.
Así que estos son. Mi recomendación: cómprenlos ahí donde los encuentren, que si algo comparten los cuatro es el problema de la distribución. acaso el flagelo de toda editorial, independiente, institucional o comercial.
Pero estoy seguro que la lectura de ninguno de ellos habrá de decepcionarlos.
miércoles, junio 16, 2010
Primera llamada, primera
El próximo miércoles a las 8 de la noche estaré participando en el segundo Jam de escritura de la ciudad de México.
Estaré alternando con mi colega Alejando Almazán y pondrá música mi amigo Felipe Dávalos.
La cita es en la casa Refugio Citlaltépetl (Citlaltépetl 25, colonia Condesa).
Pienso escribir un cuento corto ante los ojos del respetable público, emulando a Harlan Ellison. Espero lograrlo.
Ojalá puedan asistir.
miércoles, junio 09, 2010
¿Soy un mexicano con estilo?
No lo sé. Lo dudo, pero está lindo el mini reportaje que me hicieron en el portal de prodigy/msn.
No lo sé. Lo dudo, pero está lindo el mini reportaje que me hicieron en el portal de prodigy/msn.
domingo, junio 06, 2010
Las ideas
Es lugar común, lo cuentan muchos escritores: en alguna presentación, en una firma de ejemplares aparece una persona (puede ser joven o mayor, hombre o mujer, no importa) que levanta la mano y pregunta: ¿de dónde sacas las ideas?
Cínicamente Harlan Ellison dice que está suscrito a una agencia que todas las semanas le manda tres ideas originales para desarrollar un cuento.
Neil Gaiman hizo uno de los mejores números de su cómic Sandman alrededor de la historia de un escritor mediocre que secuestra a una de las musas, Calíope, y la mantiene presa, obligándola a darle ideas.
Robert J. Sawyer dice que las ideas cuestan centavos la docena, que si dejara de tener ideas hoy, le quedarían sufieicentes para escribir durante el resto de su vida, como le sucede (dice Sawyer) a la mayoría de los escritores profesionales.
Stephen King dice que las ideas están en todos lados, que normalmente sus historias son producto de observar un primer elemento, voltear a ver otro, combinarlos y sazonar con el llamado What if?, el "¿Qué sucedería si...?", la especulación.
Joe R. Lansdale solía afirmar que si cenaba muchas palomitas, éstas le producían suficientes pesadillas para escribir montón de historias.
Kurt Vonnegut, el más grande, el mejor, escribió: "¿Que de dónde saco mis ideas? Podrías haberle preguntado eso a Beethoven. Él andaba pasándola en Alemania como todo el mundo cuando súbitamente le empezó a salir por los poros todo eso. Era música. Yo la estaba pasando en Indiana como todo el mundo cuando súbitamente todo eso me comenzó a salir por los poros. Era repugnancia por la civilización."
Y así podríamos continuar.
Cualquiera puede tener una idea. Cualquiera puede tener una buena idea. Cualquiera puede tener LA idea.
A todos mis colegas les ha pasado: aparece alguien en una fiesta, en una reunión, en donde sea y te dice algo así como "tengo esta gran idea para una novela, ¿por qué no te la cuento, tú la escribes y nos vamos a mitades?" (!).
Creo que las buenas ideas están en todos lados. En una conversación oída al pasar. En el párrafo de un instructivo técnico. En los delirios de un vagabundo que pide limosna. En la letra de una cumbia escuchada en el pesero. En la sección de noticias científicas del periódico.
El problema, coinciden los profesionales, es convertir esa idea en una historia coherente. Darle voz a los personajes. Convertir una situación absurda en un escenario creíble. Interesar al lector en una idea que tuve.
No es fácil. Pero tampoco es mecánica cuántica. Cualquier persona con suficiente disciplina es capaz de construir a partir de la idea más banal una buena historia.
Y la mejor de las ideas, en manos de un narrador torpe, no vale nada.
Recuerdo un colega que contaba una historia —que le había tocado presenciar— que me parecía envidiable, acerca de una avioneta repleta de cocaína que se estrellaba en un lugar remoto. Poco a poco los lugareños comenzaban a metérsela hasta que se convertía en un pueblo de asesinos y él tenía que salir huyendo. Ahí había una novela. En su libro se convirtió en apenas un par de párrafos mencionados al vuelo. Ni modo.
Así que a cazar musas, con los ojos y las orejas muy abiertos.
Donde menos se espera, salta la idea.
P.D.: Neil Gaiman contesta con gran elegancia y generosidad esta pregunta en su website. Aquí el link al artículo, en inglés.
P.D. 2: Perdonen si sólo puse referencias anglófonas pero no encontré respuestas a esta pregunta elaboradas por escritores mexicanos. Si alguien conoce algún link, le agradeceré que lo comparta en los comentarios.
Es lugar común, lo cuentan muchos escritores: en alguna presentación, en una firma de ejemplares aparece una persona (puede ser joven o mayor, hombre o mujer, no importa) que levanta la mano y pregunta: ¿de dónde sacas las ideas?
Cínicamente Harlan Ellison dice que está suscrito a una agencia que todas las semanas le manda tres ideas originales para desarrollar un cuento.
Neil Gaiman hizo uno de los mejores números de su cómic Sandman alrededor de la historia de un escritor mediocre que secuestra a una de las musas, Calíope, y la mantiene presa, obligándola a darle ideas.
Robert J. Sawyer dice que las ideas cuestan centavos la docena, que si dejara de tener ideas hoy, le quedarían sufieicentes para escribir durante el resto de su vida, como le sucede (dice Sawyer) a la mayoría de los escritores profesionales.
Stephen King dice que las ideas están en todos lados, que normalmente sus historias son producto de observar un primer elemento, voltear a ver otro, combinarlos y sazonar con el llamado What if?, el "¿Qué sucedería si...?", la especulación.
Joe R. Lansdale solía afirmar que si cenaba muchas palomitas, éstas le producían suficientes pesadillas para escribir montón de historias.
Kurt Vonnegut, el más grande, el mejor, escribió: "¿Que de dónde saco mis ideas? Podrías haberle preguntado eso a Beethoven. Él andaba pasándola en Alemania como todo el mundo cuando súbitamente le empezó a salir por los poros todo eso. Era música. Yo la estaba pasando en Indiana como todo el mundo cuando súbitamente todo eso me comenzó a salir por los poros. Era repugnancia por la civilización."
Y así podríamos continuar.
Cualquiera puede tener una idea. Cualquiera puede tener una buena idea. Cualquiera puede tener LA idea.
A todos mis colegas les ha pasado: aparece alguien en una fiesta, en una reunión, en donde sea y te dice algo así como "tengo esta gran idea para una novela, ¿por qué no te la cuento, tú la escribes y nos vamos a mitades?" (!).
Creo que las buenas ideas están en todos lados. En una conversación oída al pasar. En el párrafo de un instructivo técnico. En los delirios de un vagabundo que pide limosna. En la letra de una cumbia escuchada en el pesero. En la sección de noticias científicas del periódico.
El problema, coinciden los profesionales, es convertir esa idea en una historia coherente. Darle voz a los personajes. Convertir una situación absurda en un escenario creíble. Interesar al lector en una idea que tuve.
No es fácil. Pero tampoco es mecánica cuántica. Cualquier persona con suficiente disciplina es capaz de construir a partir de la idea más banal una buena historia.
Y la mejor de las ideas, en manos de un narrador torpe, no vale nada.
Recuerdo un colega que contaba una historia —que le había tocado presenciar— que me parecía envidiable, acerca de una avioneta repleta de cocaína que se estrellaba en un lugar remoto. Poco a poco los lugareños comenzaban a metérsela hasta que se convertía en un pueblo de asesinos y él tenía que salir huyendo. Ahí había una novela. En su libro se convirtió en apenas un par de párrafos mencionados al vuelo. Ni modo.
Así que a cazar musas, con los ojos y las orejas muy abiertos.
Donde menos se espera, salta la idea.
P.D.: Neil Gaiman contesta con gran elegancia y generosidad esta pregunta en su website. Aquí el link al artículo, en inglés.
P.D. 2: Perdonen si sólo puse referencias anglófonas pero no encontré respuestas a esta pregunta elaboradas por escritores mexicanos. Si alguien conoce algún link, le agradeceré que lo comparta en los comentarios.
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