Placeres de la lectura (2): releerEra niño, tenía unos nueve años cuando mi papá me compraba en Sanborn's unas antologías de ciencia ficción de Bruguera que compilaban lo mejor de la revista norteamericana
Fantasy and Science Fiction.Yo estaba enamorado de la ciencia ficción audiovisual:
Star Wars en el cine,
Buck Rogers y
Battlestar Galactica en la tele. Y toneladas de cómics de CF que iban desde los
Supersabios (en su últimas re ediciones de editoral Posada) hasta las aventuras francesas de
Valerian, agente espacio temporal, de Pierre Chistin y Jean-Claude Mézières, pasando por la dosis reglamentaria de superhéroes de la Marvel.
No obstante, nada me podía haber preparado para el hervidero de ideas que era la CF escrita en inglés durante los 60, mucha de la cual recaló traducida en las páginas de estos libracos de Bruguera, titulados sencillamente "Ciencia Ficcón", primera, segunda, tercera selección...
El primero que tuve fue la tercera selección, comprado en un Sanborn's de Reforma un domingo. Aún lo tengo. De él recuerdo especialmente un cuento llamado "Un mensaje para Caridad", de un tal William E. Lee (imagino que sin relación con William Burroughs) que años después reconocí, adaptado, en la serie de
Dimensión desconocida (
Twilight Zone), en su encarnación de los ochenta.
Pero lo que hoy me ocupa es una novela de
Roger Zelazny incluida en la quinta selección llamada
...y llámame Conrad.
Zelazny, un autor raro donde los haya, fue un prolífico escritor que siempre publicó literatura fantástica, moviéndose en los límites de la CF y el llamado
fantasy. Generacionalmente se le vincula con la llamada "Nueva Ola" de la CF anglosajona, si bien ésta era más bien escrita por ingleses (don Roger era gringo).
La novela, una aventura situada en una Tierra postapocalíptica que está a expensas de una raza extraterrestre, narra el periplo del Conrad del título que va de guía de turistas de un visitante vegano y una comitiva de curiosos personajes terrestres que incluyen un asesino a sueldo, un biólogo especialista en las mutaciones monstruosas de la fauna terrícola, el más importante poeta lírico de la Tierra y una mujer calva con una peluca roja, acaso el personaje más inquietante del libro.
El protagonista, Conrad Nomikos, parece esconder un gran secreto: aparentemente ha vivido durante cientos de años sin envejecer, tiempo durante el cual ha tenido diferentes encarnaciones. Se trata de un sujeto de asombrosa fealdad, con un cinismo entrañable que por momentos recuerda al Rick de
Casablanca y que precedió a Han Solo.
Por si fuera poco, Conrad es un kallikanzari, estirpe de fieros guerreros nacidos en curiosas circunstancias. Son los bebés nacidos en navidad, los que tienen un ojo claro y otro oscuro o los zurdos. Bebés
freaks, para acabar pronto.
Bien, leí todo esto cuando era un niño. Hace unos treinta años. El libro me causó profunda impresión, se trataba de una CF muy diferente al que yo conocía. Eran ideas peligrosas, incómodas. Nada que ver con sus encarnaciones mediáticas.
Las perturbadoras imágenes de Zelazny quedaron revoloteando en mi cabeza. Tan es así que he usado la palabra kallikanzari para mis mails e incluso para un
blog de ilustrador que tengo semi abandonado. Así de fuerte me marcó la lectura de esta novela.
(Curioso, la única persona que reconoció la referencia fue mi amigo y colega
Rafa Marín, escritor de CF español al que cuando le di mi mail me dijo: "Anda, hemos estado leyendo a Zelazny.")
Me estoy extendiendo demasiado. Será que envejezco. El caso es que hace dos semanas, en un tianguis de antigüedades (aquel que se pone en la esquina de Álvaro Obregón con Cuauhtémoc, del lado de la Doctores) al que mi lector favorito es asiduo visitante, di con un tambache de paperbacks de ciencia ficción en inglés.
Me acuclillé para revisarlos con cuidado. Había varias joyitas. Robert Scheckley, Daniel Keyes, Philip K. Dick... No, ni vayan, me llevé lo que valía la pena. Pero imaginen mi sorpresa al encontrarme con la edición original de
This Immortal, de Roger Zelazny.
Lo abrí, y ahí estaba el primer párrafo, en su idioma original. Aún me lo sabía de memoria.
"You are a kallikanzaros", she announced suddenly.Me lo compré, no sin cierto recelo. ¿Sería tan buena como la recordaba? ¿Qué puede decirte una lectura infantil, treinta años después?
Me lo devoré.
Lo leí en dos días. Recordaba mucho de la historia. Había párrafos enteros que podía recitar en español, que ahora disfrutaba en su versión original.
No sé si la novela es buena. Probablemente no, pero como dice el propio Conrad Nomikos: "...siempre recordaré una cosa: que ella vino cuando la necesité."
Y voy cayendo en cuenta de que fue ésta la primera novela que leí completa, y no Fahrenheit 451 de Ray Bradbury, como pensaba. En su momento la tomé por un cuento muy largo (160 páginas ya clasifican como novela, si bien breve). Quizá por eso me enamoré de ella. Y no lo supe hasta la relectura. Sólo entonces pude ver todo lo que me marcó. Para bien, espero.
Gracias, Roger. Treinta años tarde.