Bruce Sterling built my Hot-Rod
Axxón. legendaria revista electrónica argentina de Ciencia ficción publicó en su más reciente número una entrevista a Bruce Sterling, escritor fundacional del ciberpunk y uno de mi héroes personales.
Apenas hace un par de posts comentaba que en el Barnes and Noble de El Paso sólo había comprado tres libros, uno de ellos la última compilación de cuentos de Mr. Sterling.
Nacido en Brownsville en 1954, Bruce Sterling es una de las voces líderes de la ciencia ficción actual, periodista colaborador de medios como Wired y un extraordinario cuentista (nunce me he conectado con sus novelas).
Además de publicar, con una excelente traducción, uno de los cuentos de su más reciente antología, los argentinos le hacen una serie de preguntas de las que destaca la siguiente, sobre la visión de un norteamericano universal sobre lo que hacemos sus colegas al sur del Río Bravo:
Axxón: Usted ha vivido en la India y ha estado en contacto con otras realidades, confiesa leer a escritores de ese país, de Turquía, europeos y participa en foros multinacionales. ¿Cuál es su visión, si tiene opinión formada, de lo que se intenta hacer en América Latina en materia de literatura especulativa? ¿Cree que es posible que alguna vez el mercado norteamericano, aunque sea en pequeña escala, se haga receptivo a lo que se escribe fuera de su área lingüística?
Bruce Sterling: Siempre es interesante ver cuáles son las obras que logran saltar la barrera de la traducción.
De la mayoría de los escritores extranjeros que conozco, los que parecen muy ansiosos por que los lean en EE.UU. no quieren hablarles a los lectores norteamericanos. No les interesa la sociedad norteamericana per se. En su mayor parte, solamente quieren entrar de alguna manera mágica en un mercado literario verdaderamente grande, global, en donde hay cierta posibilidad de que les paguen por su trabajo.
Esos escritores no se sientan y dicen "Hoy voy a escribir algo que un extranjero tendría que leer... algo que realmente les importe a esos extranjeros, algo que sea crucial para su bienestar". Si intentaran hacerlo, tendrían que "entender" a esos extranjeros calbalmente, leer sus libros, mirar sus películas, incluso hasta casarse con alguno de ellos. Hay muy pocos escritores con esa ambición. Quieren que el mundo repare en ellos y en lo maravilloso que hacen. No quieren perjudicar su ecuanimidad y enterarse de que el mundo está lleno de miles de millones de personas que no tienen ningún buen motivo para leerlos.
El mercado literario de América Latina tiene muchos problemas, incluso, con su "propia" zona lingüística; por ejemplo, es difícil encontrar escritores brasileros que estén seriamente interesados en los escritores mexicanos. Si hubiera un solo mercado literario Latinoamericano, un mercado unificado, ustedes estarían entre los escritores más ricos y más leídos del mundo. Comparados con los noruegos, los daneses o los checos, son una enorme zona lingüística.
La gente de todo el mundo mira culebrones brasileros y mexicanos. No los miran porque son brasileros o mexicanos. Nadie está corriendo de aquí para allá para tratar de hacer que los televidentes de todo el globo sean "más receptivos" con la TV mexicana. Todos miran TV mexicana porque allí hacen lo mismo que en todos los demás culebrones, pero lo hacen, de alguna manera, todavía más "aculebrado".
Wow.
Pueden leer la entrevista completa aquí. Incluye un link para leer la versión original en inglés.
sábado, septiembre 30, 2006
miércoles, septiembre 27, 2006
Publiqué el siguiente artículo en la revista de la Ibero. Ahora se los comparto, antes de que septiembre expire.
Acerca del inconveniente de ser mexicano
Notas al pie de página de un artículo imposible de escribir.
¿Conoce usted la historia de México? Bien, no hay mucho que saber.
Todo es polvo y sangre.
Alan Moore
¿Qué significa hoy ser mexicano? Quizá antes de responder esto es necesario contestarnos qué es lo mexicano. Busco una respuesta que se vuelve elusiva como pocas, sólo para descubrir que no es empresa que pueda abordar. No en cuatro mil caracteres. Apenas puedo bocetar algunos balbuceos, notas al pie de un ensayo inexistente (en franco plagio a Vila-Matas), parafraseando un título de Cioran. No tengo respuestas. Sólo más preguntas que acaso permitan atisbar algunas certidumbres.
1. Definir lo mexicano es tratar de enjaular en palabras la nada y el todo simultáneamente.
2. Quizá la dificultad de tal empresa resida en la relativa juventud de nuestro país. Apenas doscientos años (recordemos que antes de eso, pasamos por trescientos años de colonia y previo a ello, no existía nuestra nación como tal).
3. Casi me atrevería a parafrasear a Gardner Dozois y decir que lo mexicano no existe, pero hay imitaciones.
4. ?No amo mi patria?, se lamenta José Emilio Pacheco en su poema Alta traición. ?Su fulgor abstracto/ es inasible?, continúa. ¿Cómo amar setenta años de dictadura priísta? ¿Cómo creer en sus instituciones? ¿Cómo enorgullecerse de su mediocre selección nacional de futbol? ¿Cómo amar a nuestros líderes? Y sin embargo, cada uno de nosotros lleva al igual que el maestro Pacheco diez lugares suyos, cierta gente por la que daríamos la vida.
5. Ser mexicano, entre otras cosas, es ser multicultural. Herencia indígena, sangre española, raíces árabes, presencia judía, influencia anglosajona.
6. Definir nuestra nación como una nación mestiza de madre india y padre español es hacer un reduccionismo miope. Ambas raíces se bifurcan como fractales: mexicas, otomíes, yaquis, huicholes, tlaxcaltecas, zapotecas, mixtecos entre muchos otros por un lado y celtas, vascos, moros, andaluces, catalanes entre muchos más por el otro.
7. Recuerdo una canción de los Churumbeles de España escuchada de niño en casa de mis abuelos: ?Manito, manito, manito/ nos tomamos un tequila/ yo te invito/ manito, mano, hermano/ qué lindo debe ser/ ser mexicano?; y tienen razón.
8. México no es un águila devorando una serpiente sobre un nopal, ni es la virgen morena apareciendo sobre el Tepeyac sobre un antiguo santuario prehispánico ni son las coloridas máscaras luchadores ni las películas de Pedro Infante ni mariachis borrachos de tequila cantando a José Alfredo Jiménez hasta el amanecer en la Plaza Garibaldi ni son los imponentes cielos de Gabriel Figueroa ni los cerros de José María Velasco ni los aguerridos murales revolucionarios de Diego Rivera ni los chistes repetidos hasta la náusea del Chavo del ocho ni los albures de carpa ni los dulces tradicionales ni todos los tonos de verdeazul que se pueden ver en el mar Caribe ni los burros pintados de cebras de la avenida Revolución de Tijuana ni los callejones de Guanajuato ni el gusano que flota en la botella de mezcal ni los volkswagen pintados de verde para ser taxis ni los tacos de suadero, longaniza y tripa que chisporrotean en aceite del taquero de la esquina ni las ruinas mayas, oaxaqueñas o mexiquenses?
9. Es la suma de todo lo anterior, y más. Y al mismo tiempo no lo es.
10. Soy producto de una generación de crisis, he padecido, como toda la gente desde principios de los setenta para acá, los estertores mortuorios de una dictadura. He asistido al nacimiento de nuestra incipiente democracia. Participo día a día en la construcción de un país que no pocas veces parece mal cimentado. Pero continúo poniendo ladrillos hacia arriba.
11. En la escuela laica me enseñaron a adorar a Morelos e Hidalgo. En el colgeio católico me dijeron que Juárez era el anticristo y Maximiliano, un güerito bienintencionado. Aprendí que Porfirio Díaz era un dictador para después enterarme que no ha habido otro presidente con mayor afán modernizador. Una historia compleja, mucho más que polvo y sangre, que no acabamos de asimilar.
12. Dice Octavio Paz que el mexicano se avergüenza de su pasado indio y reniega del español. Me gustaría rebatirlo, pero no puedo. Lo que sé es que España es cada vez más lejana en la medida que se integra a Europa. Y que nuestras raíces indias se diluyen cada vez más, ya sea integrándose al mestizaje o desapareciendo, aisladas. ¿Seremos capaces de bailar por nuestra cuenta?, como se preguntaba Café Tacvba.
13. Se imita demasiado, y la salvación está en crear, escribió José Martí. En crear nuestra mexicanidad todos los días. Este vino nuestro no es agrio, sino agridulce, pero afortunadamente, es nuestro.
Acerca del inconveniente de ser mexicano
Notas al pie de página de un artículo imposible de escribir.
¿Conoce usted la historia de México? Bien, no hay mucho que saber.
Todo es polvo y sangre.
Alan Moore
¿Qué significa hoy ser mexicano? Quizá antes de responder esto es necesario contestarnos qué es lo mexicano. Busco una respuesta que se vuelve elusiva como pocas, sólo para descubrir que no es empresa que pueda abordar. No en cuatro mil caracteres. Apenas puedo bocetar algunos balbuceos, notas al pie de un ensayo inexistente (en franco plagio a Vila-Matas), parafraseando un título de Cioran. No tengo respuestas. Sólo más preguntas que acaso permitan atisbar algunas certidumbres.
1. Definir lo mexicano es tratar de enjaular en palabras la nada y el todo simultáneamente.
2. Quizá la dificultad de tal empresa resida en la relativa juventud de nuestro país. Apenas doscientos años (recordemos que antes de eso, pasamos por trescientos años de colonia y previo a ello, no existía nuestra nación como tal).
3. Casi me atrevería a parafrasear a Gardner Dozois y decir que lo mexicano no existe, pero hay imitaciones.
4. ?No amo mi patria?, se lamenta José Emilio Pacheco en su poema Alta traición. ?Su fulgor abstracto/ es inasible?, continúa. ¿Cómo amar setenta años de dictadura priísta? ¿Cómo creer en sus instituciones? ¿Cómo enorgullecerse de su mediocre selección nacional de futbol? ¿Cómo amar a nuestros líderes? Y sin embargo, cada uno de nosotros lleva al igual que el maestro Pacheco diez lugares suyos, cierta gente por la que daríamos la vida.
5. Ser mexicano, entre otras cosas, es ser multicultural. Herencia indígena, sangre española, raíces árabes, presencia judía, influencia anglosajona.
6. Definir nuestra nación como una nación mestiza de madre india y padre español es hacer un reduccionismo miope. Ambas raíces se bifurcan como fractales: mexicas, otomíes, yaquis, huicholes, tlaxcaltecas, zapotecas, mixtecos entre muchos otros por un lado y celtas, vascos, moros, andaluces, catalanes entre muchos más por el otro.
7. Recuerdo una canción de los Churumbeles de España escuchada de niño en casa de mis abuelos: ?Manito, manito, manito/ nos tomamos un tequila/ yo te invito/ manito, mano, hermano/ qué lindo debe ser/ ser mexicano?; y tienen razón.
8. México no es un águila devorando una serpiente sobre un nopal, ni es la virgen morena apareciendo sobre el Tepeyac sobre un antiguo santuario prehispánico ni son las coloridas máscaras luchadores ni las películas de Pedro Infante ni mariachis borrachos de tequila cantando a José Alfredo Jiménez hasta el amanecer en la Plaza Garibaldi ni son los imponentes cielos de Gabriel Figueroa ni los cerros de José María Velasco ni los aguerridos murales revolucionarios de Diego Rivera ni los chistes repetidos hasta la náusea del Chavo del ocho ni los albures de carpa ni los dulces tradicionales ni todos los tonos de verdeazul que se pueden ver en el mar Caribe ni los burros pintados de cebras de la avenida Revolución de Tijuana ni los callejones de Guanajuato ni el gusano que flota en la botella de mezcal ni los volkswagen pintados de verde para ser taxis ni los tacos de suadero, longaniza y tripa que chisporrotean en aceite del taquero de la esquina ni las ruinas mayas, oaxaqueñas o mexiquenses?
9. Es la suma de todo lo anterior, y más. Y al mismo tiempo no lo es.
10. Soy producto de una generación de crisis, he padecido, como toda la gente desde principios de los setenta para acá, los estertores mortuorios de una dictadura. He asistido al nacimiento de nuestra incipiente democracia. Participo día a día en la construcción de un país que no pocas veces parece mal cimentado. Pero continúo poniendo ladrillos hacia arriba.
11. En la escuela laica me enseñaron a adorar a Morelos e Hidalgo. En el colgeio católico me dijeron que Juárez era el anticristo y Maximiliano, un güerito bienintencionado. Aprendí que Porfirio Díaz era un dictador para después enterarme que no ha habido otro presidente con mayor afán modernizador. Una historia compleja, mucho más que polvo y sangre, que no acabamos de asimilar.
12. Dice Octavio Paz que el mexicano se avergüenza de su pasado indio y reniega del español. Me gustaría rebatirlo, pero no puedo. Lo que sé es que España es cada vez más lejana en la medida que se integra a Europa. Y que nuestras raíces indias se diluyen cada vez más, ya sea integrándose al mestizaje o desapareciendo, aisladas. ¿Seremos capaces de bailar por nuestra cuenta?, como se preguntaba Café Tacvba.
13. Se imita demasiado, y la salvación está en crear, escribió José Martí. En crear nuestra mexicanidad todos los días. Este vino nuestro no es agrio, sino agridulce, pero afortunadamente, es nuestro.
lunes, septiembre 11, 2006
Ciudad Juárez: 25 polaroids
Perdón por tardar tanto en escribir esto, pero me tomó unos días asimilar la experiencia juarense. Va por ahí...
1. Me toca volar del DF a Juárez al lado de un cholo auténtico. Con sus pantalones bombachos, los tatuajes y lentes oscuros. A cada pregunta quele hacía su familia contestaba sólo "simón". No le oí decir otra palabra.
2. Situada en medio del desierto, Juárez no es una ciudad acostumbrada a la lluvia. Los aguaceros recientes, cortesía del calentamiento global tienen desquiciada la vialidad. Ha habido inundaciones y ríos desbordados. Por otro lado, los pocos jardines están verdísimos, lo cual resulta prodigioso para los juarenses.
3. Igual que a Tijuana, Juárez es precedida por su leyenda negra. "Los del Paso piensan que acá todas somos prostitutas y todos asesinos de mujeres", me dice Clara Eugenia Rojas, académica de la UACJ y esposa del ingeniero Armando Gándara, amigo de mi papá desde hace más de 20 años. La realidad es, al menos para mí, una agradable sorpresa. Se trata de una ciudad moderna, llena de vialidades rápidas estilo texano, con gran actividad comercial y gente amistosa y trabajadora.
4. Se come mejor en Juárez que el El Paso. De aquel lado, todo son McDonald's, International House of Pancakes, Wendy's y anexas. Se alcanzan a medio salvar los restaurantes chinos, pero ninguno se compara al Shangri-La juarense, por ejemplo.
5. Las mujeres son muy guapas. Es buena la combinación de las chihuahuenses con lo texano.
6. En el encuentro coincido con varios camaradas escritores, algunos viejos amigos y otros nuevos. Veo con gusto a Armando Alanís, Rocío Cerón, Magali Velasco, Moisés Zamora (con quien comparto habitación), a los magníficos Enrique Romo y Epigmenio León de Tierra Adentro, conozco a los locales José Juan Aboytia y César Silva, entre otros. Hay chance de platicar con Toño Ramos, Glafira Rocha, Monserrat Hawayek,Eve Gil, Luis Jorge Boone (con el que hablé largo y tendido sobre Lovecraft), entre muchos otros. Sé que estoy olvidando mencionar a muchos, les ruego me disculpen la memoria de teflón en este momento...
7. Me toca leer en la biblitoteca central del UACJ y en el Colegio Teresiano. La primera es un recinto magnífico, pero apenas asiste un puñado de gente. En la escuela, leemos ante un grupo de chamaquitos de prepa que preferirían, es evidente, estar en otro lado. Ahí topo a los hermanos Arce, comiqueros locales del proyecto 656 Comics que me regalan un par de los cómics que están produciendo.
8. Sólo en Juárez: Al Cereso (Centro de Readaptación Social) le dicen aquí "el Cherry."
9. Acaso compitiendo con los malls de El Paso, hace unos cuantos se inauguró el centro comercial Las Misiones, gigantesco complejo con todo tipo de comercios que incluyen una tienda Sanrio y una agencia Swatch. Hay quien dice que hasta los Paseños, como los llaman, vienen a comprar aquí.
10. Acá todo mundo tiene una troca o un coche gringo fronterizado. Al igual que el Chuco (que es como llaman los locales a El Paso) Juárez no está hecha para caminar. El servicio de transporte público y los taxis son caros y malos. Se ven pocos peatones.
11. Una aportación juarense a la posmodernidad: la imagen de una tarahumara pidiendo limosna en una esquina con una playera de The Gap.
12. En Misiones conozco a mi colega monero GeMó y su esposa Susy, así como a los muchachos de 656 Cómics, quienes me dan un respiro dentro del encuentro para hablar de mi tema favorito, los cómics. Los chicos me llevan su trabajo, y el alto nivel de su chamba me deja agradablemente sorprendido.
13. No pude probar los burritos, maldita sea.
14. Después de diez años de no visitar los Estados Unidos (sin tomar en cuenta un par de escalas en aeropuertos gringos), visito El Paso. GeMó y Susy me invitan a desayunar al International House of Pancakes para después ir a comprar unos libros al Barnes and Noble.
15. La pasada del puente es tardada. Ya una vez en la caseta, mostramos nuestros pasaportes que un funcionario con cara de mexicano revisa indiferente. "¿A dónde van?", pregunta. "De compras", como todo mundo. Se detiene en mi pasaporte, revisa mi flamante visa. "Pásele."
16. Apenas pasas la caseta, hay bloques de concreto retorciendo el carril para que tengas que avanzar en zigzag, lentamente. La idea es que no puedas salir disparado de la caseta.
17. Al 90 % de los libros de las estanterías de las megalibrerías gringas se les puede aplicar a tábula rasa la ley de Sturgeon, que dice que ese porcentaje de todo lo publicado es basura. Miles y miles de libros sin sustancia, mucho ruido y pocas nueces. Best sellers de choque y frivolidades al por mayor. De entre todo, compro tres libros, controlando mi compulsión bibliómana: dos antologías de cuentos de Joe R. Lansdale y de Bruce Sterling (por cierto, ambos autores texanos) y una novela policiaca, Stalking The Angel de Robert Crais. Los tres libros me tienen fascinado.
18. Una de mis actividades es leer en el consulado mexicano en El Paso, junto con César Silva, Montserrat Hawayek, Héctor Carreto y Dana Gelinas. Ahí me encuentro con Mónica Sánchez Escuer, hermana de Sonia y cuñada de Bachan, que estudia una maestría en creative writing en la Universidad de Texas en El Paso, y con mi tocayo Bernardo Jáuregui. Bernardo es bibliotecario en El Paso y me regala un ejemplar de Dead Eye Dick, novela de Kurt Vonnegut que no tenía, desechada del acervo de la biblioteca del que, me entero, periódicamente se eliminan libros. Horror.
19. Bernardo nos lleva de paseo por su ciudad. Amablemente ofrece su camioneta para ir a buscar tiendas de cómics y una tienda de materiales de dibujo, donde compro unos pinceles de Faber-Castell y un par de cuadernos de dibujo. Después comemos en el Grand China Buffet, restaurante de comida oriental (china, mongola y japonesa) donde me doy vuelo con los nigiri sushis. Yummy.
20. Bernardo vive en un barrio histórico de exiliados porfiristas que huyeron a Texas, lleno de preciosas casas antiguas (una de las cuales habita). Dato curioso, su hogar está en la esquina de las calles Porfirio Días y Miguel Miramón (!).
21. Es tan difícil entrar a los USA y tan fácil regresar a México. Al volver, ni siquiera nos revisan el auto. Podríamos haber venido con la cajuela repleta de drogas o cargando un cadáver...
22. ¿Qué hacen los moneros juarenses un sábado por la noche? Pues graban su podcast, Changolión, al que nos invitaron a GeMó y a mí. Un saludo, muchachos.
23. "Estamos hartas de la gente que viene a hacer turismo académico", me dice durante el desayuna Clara Eugenia. Como decía líneas arriba, es académica de la UACJ, especialista en teorías feministas, con comunicóloga con maestría y doctorado. Cuando le comento que un periodista francés periodista francés amigo mío. "Han lucrado mucho con nosotras", dice refiriéndose a las mujeres de Juárez. "No son muertas", acota, "son asesinadas. Y si no se hubieran muerto, nadie las hubiera volteado a ver." Dato curioso, el comité de las madres de las muertas no participa activamente con las organizaciónes de mujeres. Go figure.
24.Me voy con el deseo frustrado de haber recorrido un poco más la frontera, de ambos lados del río. No cabe duda, como bien dice Barry Gifford, la frontera es un estado mental. Inevitable, evocar la frontera de Canadá con los USA, donde el lado canaca era notablemente más limpio y ordenado, o la de Suiza e Italia, en la que pasando al lado helvecio el pasto parecía como hecho con bloques de Lego.
25. Me voy, esperando regresar pronto. Juárez, una ciudad de contrastes, hermosa y esperpéntica a la vez. A land of confusion. Perseguida por su mito, con el fantasma de la violencia acechando todo el tiempo. Un lugar fascinante.
Perdón por tardar tanto en escribir esto, pero me tomó unos días asimilar la experiencia juarense. Va por ahí...
1. Me toca volar del DF a Juárez al lado de un cholo auténtico. Con sus pantalones bombachos, los tatuajes y lentes oscuros. A cada pregunta quele hacía su familia contestaba sólo "simón". No le oí decir otra palabra.
2. Situada en medio del desierto, Juárez no es una ciudad acostumbrada a la lluvia. Los aguaceros recientes, cortesía del calentamiento global tienen desquiciada la vialidad. Ha habido inundaciones y ríos desbordados. Por otro lado, los pocos jardines están verdísimos, lo cual resulta prodigioso para los juarenses.
3. Igual que a Tijuana, Juárez es precedida por su leyenda negra. "Los del Paso piensan que acá todas somos prostitutas y todos asesinos de mujeres", me dice Clara Eugenia Rojas, académica de la UACJ y esposa del ingeniero Armando Gándara, amigo de mi papá desde hace más de 20 años. La realidad es, al menos para mí, una agradable sorpresa. Se trata de una ciudad moderna, llena de vialidades rápidas estilo texano, con gran actividad comercial y gente amistosa y trabajadora.
4. Se come mejor en Juárez que el El Paso. De aquel lado, todo son McDonald's, International House of Pancakes, Wendy's y anexas. Se alcanzan a medio salvar los restaurantes chinos, pero ninguno se compara al Shangri-La juarense, por ejemplo.
5. Las mujeres son muy guapas. Es buena la combinación de las chihuahuenses con lo texano.
6. En el encuentro coincido con varios camaradas escritores, algunos viejos amigos y otros nuevos. Veo con gusto a Armando Alanís, Rocío Cerón, Magali Velasco, Moisés Zamora (con quien comparto habitación), a los magníficos Enrique Romo y Epigmenio León de Tierra Adentro, conozco a los locales José Juan Aboytia y César Silva, entre otros. Hay chance de platicar con Toño Ramos, Glafira Rocha, Monserrat Hawayek,Eve Gil, Luis Jorge Boone (con el que hablé largo y tendido sobre Lovecraft), entre muchos otros. Sé que estoy olvidando mencionar a muchos, les ruego me disculpen la memoria de teflón en este momento...
7. Me toca leer en la biblitoteca central del UACJ y en el Colegio Teresiano. La primera es un recinto magnífico, pero apenas asiste un puñado de gente. En la escuela, leemos ante un grupo de chamaquitos de prepa que preferirían, es evidente, estar en otro lado. Ahí topo a los hermanos Arce, comiqueros locales del proyecto 656 Comics que me regalan un par de los cómics que están produciendo.
8. Sólo en Juárez: Al Cereso (Centro de Readaptación Social) le dicen aquí "el Cherry."
9. Acaso compitiendo con los malls de El Paso, hace unos cuantos se inauguró el centro comercial Las Misiones, gigantesco complejo con todo tipo de comercios que incluyen una tienda Sanrio y una agencia Swatch. Hay quien dice que hasta los Paseños, como los llaman, vienen a comprar aquí.
10. Acá todo mundo tiene una troca o un coche gringo fronterizado. Al igual que el Chuco (que es como llaman los locales a El Paso) Juárez no está hecha para caminar. El servicio de transporte público y los taxis son caros y malos. Se ven pocos peatones.
11. Una aportación juarense a la posmodernidad: la imagen de una tarahumara pidiendo limosna en una esquina con una playera de The Gap.
12. En Misiones conozco a mi colega monero GeMó y su esposa Susy, así como a los muchachos de 656 Cómics, quienes me dan un respiro dentro del encuentro para hablar de mi tema favorito, los cómics. Los chicos me llevan su trabajo, y el alto nivel de su chamba me deja agradablemente sorprendido.
13. No pude probar los burritos, maldita sea.
14. Después de diez años de no visitar los Estados Unidos (sin tomar en cuenta un par de escalas en aeropuertos gringos), visito El Paso. GeMó y Susy me invitan a desayunar al International House of Pancakes para después ir a comprar unos libros al Barnes and Noble.
15. La pasada del puente es tardada. Ya una vez en la caseta, mostramos nuestros pasaportes que un funcionario con cara de mexicano revisa indiferente. "¿A dónde van?", pregunta. "De compras", como todo mundo. Se detiene en mi pasaporte, revisa mi flamante visa. "Pásele."
16. Apenas pasas la caseta, hay bloques de concreto retorciendo el carril para que tengas que avanzar en zigzag, lentamente. La idea es que no puedas salir disparado de la caseta.
17. Al 90 % de los libros de las estanterías de las megalibrerías gringas se les puede aplicar a tábula rasa la ley de Sturgeon, que dice que ese porcentaje de todo lo publicado es basura. Miles y miles de libros sin sustancia, mucho ruido y pocas nueces. Best sellers de choque y frivolidades al por mayor. De entre todo, compro tres libros, controlando mi compulsión bibliómana: dos antologías de cuentos de Joe R. Lansdale y de Bruce Sterling (por cierto, ambos autores texanos) y una novela policiaca, Stalking The Angel de Robert Crais. Los tres libros me tienen fascinado.
18. Una de mis actividades es leer en el consulado mexicano en El Paso, junto con César Silva, Montserrat Hawayek, Héctor Carreto y Dana Gelinas. Ahí me encuentro con Mónica Sánchez Escuer, hermana de Sonia y cuñada de Bachan, que estudia una maestría en creative writing en la Universidad de Texas en El Paso, y con mi tocayo Bernardo Jáuregui. Bernardo es bibliotecario en El Paso y me regala un ejemplar de Dead Eye Dick, novela de Kurt Vonnegut que no tenía, desechada del acervo de la biblioteca del que, me entero, periódicamente se eliminan libros. Horror.
19. Bernardo nos lleva de paseo por su ciudad. Amablemente ofrece su camioneta para ir a buscar tiendas de cómics y una tienda de materiales de dibujo, donde compro unos pinceles de Faber-Castell y un par de cuadernos de dibujo. Después comemos en el Grand China Buffet, restaurante de comida oriental (china, mongola y japonesa) donde me doy vuelo con los nigiri sushis. Yummy.
20. Bernardo vive en un barrio histórico de exiliados porfiristas que huyeron a Texas, lleno de preciosas casas antiguas (una de las cuales habita). Dato curioso, su hogar está en la esquina de las calles Porfirio Días y Miguel Miramón (!).
21. Es tan difícil entrar a los USA y tan fácil regresar a México. Al volver, ni siquiera nos revisan el auto. Podríamos haber venido con la cajuela repleta de drogas o cargando un cadáver...
22. ¿Qué hacen los moneros juarenses un sábado por la noche? Pues graban su podcast, Changolión, al que nos invitaron a GeMó y a mí. Un saludo, muchachos.
23. "Estamos hartas de la gente que viene a hacer turismo académico", me dice durante el desayuna Clara Eugenia. Como decía líneas arriba, es académica de la UACJ, especialista en teorías feministas, con comunicóloga con maestría y doctorado. Cuando le comento que un periodista francés periodista francés amigo mío. "Han lucrado mucho con nosotras", dice refiriéndose a las mujeres de Juárez. "No son muertas", acota, "son asesinadas. Y si no se hubieran muerto, nadie las hubiera volteado a ver." Dato curioso, el comité de las madres de las muertas no participa activamente con las organizaciónes de mujeres. Go figure.
24.Me voy con el deseo frustrado de haber recorrido un poco más la frontera, de ambos lados del río. No cabe duda, como bien dice Barry Gifford, la frontera es un estado mental. Inevitable, evocar la frontera de Canadá con los USA, donde el lado canaca era notablemente más limpio y ordenado, o la de Suiza e Italia, en la que pasando al lado helvecio el pasto parecía como hecho con bloques de Lego.
25. Me voy, esperando regresar pronto. Juárez, una ciudad de contrastes, hermosa y esperpéntica a la vez. A land of confusion. Perseguida por su mito, con el fantasma de la violencia acechando todo el tiempo. Un lugar fascinante.
martes, septiembre 05, 2006
American Visa
No me había dado cuenta de que hace diez años que no visito los Estados Unidos. Creo que fue 1996 la última vez que estuve allá (debe haber sido una Comic Con o un viaje a Houston, donde mi papá tuvo negocios un tiempo).
Lo cierto es que en ese tiempo me dediqué a ir a otros lugares. En una de esas idas, camino a Canadá en 2001 hice una escala en Newark. Ahí, el agente de migración, amables como son los agentes de migración de todo el mundo, canceló mi visa permanente.
De regreso de Canadá, al traer la visa cancelada fui merecedor de una poca más de amabilidad de la que se prodiga a un leproso. Fui mandado todas las horas de espera de mi escala a un cuartito lleno de paisanos del tercer mundo (entre otros unos africanos y unos japo-brasileños) y cada vez que iba al baño llevaba un gorila de seguridad escoltándome.
(Es de hacer notar que la destrucción de las Torres Gemelas tenía apenas un mes, los aeropuertos gringos estaban llenos de soldados y la paranoia iba a la alta o-- y yo con esta cara entre indio y árabe).
"Jijos de su repepín chamaco", pensé y decidí no volver.
No fueron pocas las veces que lamenté no tener la visa. Me perdí, por ejemplo, de poder ir a ver tocar a los Pixies en el festival Coachela. De ver la magna exposición de maestros del cómic en el MOMA de Los Ángeles. De conocer Nueva York, que es una forma extraoficial de virginidad que aún mantengo. O sencilla y llanamente de ir a fayuquear unos cómics a San Antonio.
Hace un par de meses recibí una invitación a un encuentro de escritores organizado por el Instituto de Cultura de Chihuahua en Ciudad Juárez. "Muy bien", pensé. "Me quedaré del lado nacional."
"Nos encantaría que pudiera acompañarnos en una lectura que habrá en el Consulado de México en el Paso", abundaba la invitación.
Shee-it.
"No tengo visa", escribí por mail. "Déjeme ver que puedo hacer."
"Ojalá la obtuviera", respondió el Ichicult, "pues su boleto de avión lo paga el Consulado."
Mothahfuckah.
Así que apliqué. Pagué mis cien dolarucos en Banamex e hice mi cita por teléfono. "Favor de presentarse el 23 de enero, a las 8 y media de la mañana."
23 de enero.
Fuck.
Fue cuando vi que podía aplicar a una visa urgente. Uno de los motivos era la asistencia a un congreso. Mandé el mail correspondiente. Dos días después recibí una respuesta. Tenía una cita el lunes 28 de agosto con el cónsul del día.
He oido tantas historias de terror sobre gente a la que le han negado la visa... Dos amigas mías muy cercanas hicieron su trámite en balde. "Tienes todo para que te la den", me decían los cuates. Lo que quiere decir "no representas ningún peligro para los intereses norteamericanos". Casi casi "eres un aliado del imperio."
Como sea, tuve los papeles pertinentes en un par de días. Me rasuré mi piocha de cholo, me compré un saco gris y ese día me fui a la embajada sin piercing. Llegué puntual a la cita y al indicar que iba con el cónsul del día fui formado en una fila considerablemente más corta.
Ahí, un empleado al que parece que le pagan por regañar a la gente que le hace preguntas tontas revisó mis documentos. Todo en orden, conmigo fue bastante amable.
Pero con la gente que llegaba a hacerle preguntas idiotas ("oiga, tengo cita mañana, ¿usté cree que me puedan atender hoy?" "oiga, joven, ¿a poco tenía que pagar en el banco?") parecía disfrutar el maltratarlas.
"He aquí un trabajo que haría con gusto", pensé.
Con todos los documentos en regla hice mi fila durante casi una hora. Pude entrar a la embajada a las 9 y media tras pasar por los puntos de seguridad (detector de metales y rayos X incluidos, mi celular fue recogido para ser devuelto a la salida).
Al entrar se me asignó un número con el que debía esperar mi turno como si fuera un banco. Tras una primera revisión de documentos con una funcionaria mexicana, ésta me tomó una foto digital y me pasó, con el mismo número, al fondo, donde me entrevistaría con un funcionario norteamericano (ventanilla blindada de por medio).
Ahí, sentado en una silla como si fuera una sucursal bancaria, esperé mi turno. Había más de cien números antes del mío. Me dediqué a leer Grey, el nuevo libro de cuentos de Alberto Chimal. Creo que me dio suerte (por cierto, es un libro magnífico que lo confirma como el mejor cuentista de mi generación, pero le dedicaré un futuro post al asunto).
Mientras leía, escuchaba cómo a montón de gente les negaban la visa. "¿Pero por qué"?, gritaba una señora. "Lo sientou, aplique en unos meses", contestaba el funcionario.
Curioso. El trámite, pese a lo que digan algunos, no tiene nada de humillante. Creo que tienen derecho a dejar pasar a su territorio a quien consideren conveniente (México lo hace y me parece que sus políticas migratorias son igual de estrictas, ¿porqué creen que no hay migrantes de Asia o África aquí?).
Sucede que es un proceso en el que nuestra ancestral cultura ritual se enfrenta de lleno a su joven cultura pragmática. Un choque de trenes.
A punto de que tocara mi turno, el 365, apareció en la pantalla el número 5005. "Ah, qué suerte, pensé." A los dos minutos marcó mi turno.
Me tocó una mujer. Pidió mis papeles. Le expliqué que era escritor. Que me habían invitado a un encuentro en la frontera, que que por ello aplicaba a una visa urgente.
"¿Usted trrabaja en Bísami Muchou?", preguntó como si no me hubiera escuchado. "Es mi empresa. Traigo las escrituras, ¿quiere verlas?"
"No es necesarriou. ¿Tiene un estadou de cuenta?", hablaba acento de gringo de chiste mexicano.
Se lo mostré. Revisó mi solicitud unos minutos. "Su visa ha sido aprrobada. Le llegará en una semana", remató, entregándome un papelito naranja. En ese momento hasta bonita la vi (y conste que no me fascinan las güeras).
Yes!
Eso fue todo, apenas cinco minutos. Poco después estaba afuera, caminando por mi amado Paseo de la Reforma, ahora presa de una embolia. No me importaba. Me habían concedido la visa, era un pequeño triunfo para mí.
Dos días después llegó el documento a mi oficina.
Salgo el jueves por la mañana a Juárez al VI Encuentro de Escritores. No tengo horarios definidos de las mesas donde participo, sólo sé que estoy en una lectura en el Consulado Mexicano el sábado al mediodía.
Mmm. Quizá haya una buena librería en El Paso.
O tiendas de cómics...
Una editorial en cuatro palabras
Tenemos presidente pero, ¿país?
No me había dado cuenta de que hace diez años que no visito los Estados Unidos. Creo que fue 1996 la última vez que estuve allá (debe haber sido una Comic Con o un viaje a Houston, donde mi papá tuvo negocios un tiempo).
Lo cierto es que en ese tiempo me dediqué a ir a otros lugares. En una de esas idas, camino a Canadá en 2001 hice una escala en Newark. Ahí, el agente de migración, amables como son los agentes de migración de todo el mundo, canceló mi visa permanente.
De regreso de Canadá, al traer la visa cancelada fui merecedor de una poca más de amabilidad de la que se prodiga a un leproso. Fui mandado todas las horas de espera de mi escala a un cuartito lleno de paisanos del tercer mundo (entre otros unos africanos y unos japo-brasileños) y cada vez que iba al baño llevaba un gorila de seguridad escoltándome.
(Es de hacer notar que la destrucción de las Torres Gemelas tenía apenas un mes, los aeropuertos gringos estaban llenos de soldados y la paranoia iba a la alta o-- y yo con esta cara entre indio y árabe).
"Jijos de su repepín chamaco", pensé y decidí no volver.
No fueron pocas las veces que lamenté no tener la visa. Me perdí, por ejemplo, de poder ir a ver tocar a los Pixies en el festival Coachela. De ver la magna exposición de maestros del cómic en el MOMA de Los Ángeles. De conocer Nueva York, que es una forma extraoficial de virginidad que aún mantengo. O sencilla y llanamente de ir a fayuquear unos cómics a San Antonio.
Hace un par de meses recibí una invitación a un encuentro de escritores organizado por el Instituto de Cultura de Chihuahua en Ciudad Juárez. "Muy bien", pensé. "Me quedaré del lado nacional."
"Nos encantaría que pudiera acompañarnos en una lectura que habrá en el Consulado de México en el Paso", abundaba la invitación.
Shee-it.
"No tengo visa", escribí por mail. "Déjeme ver que puedo hacer."
"Ojalá la obtuviera", respondió el Ichicult, "pues su boleto de avión lo paga el Consulado."
Mothahfuckah.
Así que apliqué. Pagué mis cien dolarucos en Banamex e hice mi cita por teléfono. "Favor de presentarse el 23 de enero, a las 8 y media de la mañana."
23 de enero.
Fuck.
Fue cuando vi que podía aplicar a una visa urgente. Uno de los motivos era la asistencia a un congreso. Mandé el mail correspondiente. Dos días después recibí una respuesta. Tenía una cita el lunes 28 de agosto con el cónsul del día.
He oido tantas historias de terror sobre gente a la que le han negado la visa... Dos amigas mías muy cercanas hicieron su trámite en balde. "Tienes todo para que te la den", me decían los cuates. Lo que quiere decir "no representas ningún peligro para los intereses norteamericanos". Casi casi "eres un aliado del imperio."
Como sea, tuve los papeles pertinentes en un par de días. Me rasuré mi piocha de cholo, me compré un saco gris y ese día me fui a la embajada sin piercing. Llegué puntual a la cita y al indicar que iba con el cónsul del día fui formado en una fila considerablemente más corta.
Ahí, un empleado al que parece que le pagan por regañar a la gente que le hace preguntas tontas revisó mis documentos. Todo en orden, conmigo fue bastante amable.
Pero con la gente que llegaba a hacerle preguntas idiotas ("oiga, tengo cita mañana, ¿usté cree que me puedan atender hoy?" "oiga, joven, ¿a poco tenía que pagar en el banco?") parecía disfrutar el maltratarlas.
"He aquí un trabajo que haría con gusto", pensé.
Con todos los documentos en regla hice mi fila durante casi una hora. Pude entrar a la embajada a las 9 y media tras pasar por los puntos de seguridad (detector de metales y rayos X incluidos, mi celular fue recogido para ser devuelto a la salida).
Al entrar se me asignó un número con el que debía esperar mi turno como si fuera un banco. Tras una primera revisión de documentos con una funcionaria mexicana, ésta me tomó una foto digital y me pasó, con el mismo número, al fondo, donde me entrevistaría con un funcionario norteamericano (ventanilla blindada de por medio).
Ahí, sentado en una silla como si fuera una sucursal bancaria, esperé mi turno. Había más de cien números antes del mío. Me dediqué a leer Grey, el nuevo libro de cuentos de Alberto Chimal. Creo que me dio suerte (por cierto, es un libro magnífico que lo confirma como el mejor cuentista de mi generación, pero le dedicaré un futuro post al asunto).
Mientras leía, escuchaba cómo a montón de gente les negaban la visa. "¿Pero por qué"?, gritaba una señora. "Lo sientou, aplique en unos meses", contestaba el funcionario.
Curioso. El trámite, pese a lo que digan algunos, no tiene nada de humillante. Creo que tienen derecho a dejar pasar a su territorio a quien consideren conveniente (México lo hace y me parece que sus políticas migratorias son igual de estrictas, ¿porqué creen que no hay migrantes de Asia o África aquí?).
Sucede que es un proceso en el que nuestra ancestral cultura ritual se enfrenta de lleno a su joven cultura pragmática. Un choque de trenes.
A punto de que tocara mi turno, el 365, apareció en la pantalla el número 5005. "Ah, qué suerte, pensé." A los dos minutos marcó mi turno.
Me tocó una mujer. Pidió mis papeles. Le expliqué que era escritor. Que me habían invitado a un encuentro en la frontera, que que por ello aplicaba a una visa urgente.
"¿Usted trrabaja en Bísami Muchou?", preguntó como si no me hubiera escuchado. "Es mi empresa. Traigo las escrituras, ¿quiere verlas?"
"No es necesarriou. ¿Tiene un estadou de cuenta?", hablaba acento de gringo de chiste mexicano.
Se lo mostré. Revisó mi solicitud unos minutos. "Su visa ha sido aprrobada. Le llegará en una semana", remató, entregándome un papelito naranja. En ese momento hasta bonita la vi (y conste que no me fascinan las güeras).
Yes!
Eso fue todo, apenas cinco minutos. Poco después estaba afuera, caminando por mi amado Paseo de la Reforma, ahora presa de una embolia. No me importaba. Me habían concedido la visa, era un pequeño triunfo para mí.
Dos días después llegó el documento a mi oficina.
Salgo el jueves por la mañana a Juárez al VI Encuentro de Escritores. No tengo horarios definidos de las mesas donde participo, sólo sé que estoy en una lectura en el Consulado Mexicano el sábado al mediodía.
Mmm. Quizá haya una buena librería en El Paso.
O tiendas de cómics...
Una editorial en cuatro palabras
Tenemos presidente pero, ¿país?
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