jueves, marzo 22, 2007

Este blog se muda. Puedes encontrarnos en nuestro nuevo local.

Los esperamos por allá.

Muchas gracias a todos los amigos que nos han acompañado durante estos años, y muy especialmente a toda la gente que dejó sus comentarios todo este tiempo. Esperamos que les guste el nuevo changarro.

Saludos,

B.

miércoles, marzo 14, 2007

Mudanzas

La primera vez que nos mudamos fue de un departamento que compraron mis papás (donde ahora tengo mi oficina) a una casa, apenas a unas cuadras de distancia.

Tenía dos años. Alfredo había nacido unos meses atrás. Ninguno de los dos recuerda nada de esa mudanza. Yo con trabajos logro evocar alguna imagen de mi vida en el departamento (un par de imágenes borrosas: yo pedaleando por un pasillo que me parecía gigantesco, mi mamá y mi tía Martha --mi otra mamá-- haciendo gimnasia en la sala).

Originalmente la casa era del señor Frías, amigo entrañable de mi abuelo. Mi mamá dice que le gustaba mucho por su jardín, que la señora Frías cuidaba con esmero.

Mis dos papás vivían en la colonia desde adolescentes, por lo que más que cortar sus respectivos cordones umbilicales, los estiraron un poco.

Eran los 70, época de bonanza económica. Pudieron comprar la casa con el sueldo de Bernardo y la entrada extra que les dejaba ser fotógrafos. Retrataban niños para después entregar a los papás ampliaciones tamaño póster. Durante años (eso sí lo recuerdo) uno de los baños de la casa se utilizó como cuarto oscuro, con todo y ampliadora.

Viví en esa casa toda mi vida. El único defecto era que sólo tenía tres recámaras. Una se utiliza hasta la fecha como estudio. Yo compartía mi cuarto con Alfredo.

Cuando llegó el momento de independizarme y dejar mi natal Jardín Balbuena, un poco más tarde de lo que yo hubiera querido pero no demasiado como para averngonzarme, me fui a compartir un departamento con el tío Chambitas, en Anzures, al otro lado de la ciudad.

El tío es un sujeto sumamente peculiar. Primo hermano de mi mamá, yo lo conocí ya siendo adulto, cuando regresó de Toronto a vivir en el DF con la idea de poner un negocio. Para entonces ya se había hecho millonario y perdido todo ¡dos veces!

Un 2 de octubre, trepé todas mis cosas a mi coche y me fui de la casa. Así, sin anestesia. De un día para otro, mi vida era totalmente distinta (eso fue un domingo, el lunes comencé a trabajar en una agencia de publicidad, pero esa es otra historia).

Fue una mudanza sencilla. Tenía pocas cosas y el tío tenía montado el departamento.

Al poco tiempo, el Chambitas se fue a Guadalajara y me quedé en el depa. Durante estos años, casi diez, han desfilado una tropa variopinta de roomates que han ido desde un par de puertorriqueños que fumaban mota y escuchaban salsa a todo volumen el día entero hasta un obsesivo de la limpieza que me perseguía por toda la casa levantando lo que dejaba tirado.

En una de esas vueltas que da la vida, hice dos mudanzas ajenas. Una de ellas fue una mudanza al revés: cuando volteé mi casa se había convertido en la bodega de los muebles de una mujer a quien no conocí. Todo estaba duplicado: dos comedores, dos salas, etc.

Una pesadilla.

Sin embargo, todas mis mudanzas, incluyendo la de la muerta, han servido de algo.

Todas ellas me trajeron algo. En todas me desprendí de algo. No siempre de manera voluntaria. Cambios.

Ahora se me avecinan dos mudanzas. La primera de ellas es la dirección de este blog. He posteado en Monorama durante los últimos cuatro años. Poco más de cuatrocientas entradas. Las últimas de ellas, con los comentarios generosos de quien han caido por este changarro (son bienvenidos todos los comentarios, menos los anónimos).

Llegó el momento de movernos de aquí. De mudarnos de casa electrónica. En unos cuantos días, colocaré aquí la nueva dirección. Sólo denme chance de tener listo nuestro nuevo local.

Muchas gracias a todos ustedes por haberme acompañado todo este tiempo.

Y la otra... Bueno, digamos que pronto Saltillo tendrá una ciudadana menos.

A cambio de eso, mi vida estará completa:

domingo, marzo 11, 2007

Son cosas que pasan



Una mujer mayor, ya anciana, se acerca a Stephen King en un supermercado de Florida.

"Sé quién es usted. Es el que escribe todos esos libros horribles. Puede que estén bien para algunas personas pero a mí no me gustan. ¿Por qué no escribe algo bonito, como The Green Mile?

King le dice que de hecho, él escribió esa historia.

"No, usted no fue" y se dio la media vuelta.

jueves, marzo 01, 2007

Puras breves

Alberto Chimal en la Feria de Minería

Del blog de mi amigo Alberto Chimal:

(El) domingo 4, Grey (extraordinario libro de cuentos de Alberto, el más reciente de su autoría) se presentará en la Feria del Libro del Palacio de Minería, con la participación de dos queridos amigos: Erika Mergruen y Luis Felipe Hernández. La cita es a las 13:00 horas en el auditorio Bernardo Quintana del Palacio de Minería (Tacuba 5, Centro Histórico). Ojalá nos veamos.

También el Bulbo va a Minería

Este mismo domingo un poco máas tarde, a las 16:00 horas, presentaré el libro de El Bulbo que edita Calligrama, cuya autoría es de mi compadre del alma y mejor amigo de todos los tiempos, Bachan. La cita es en el salón de actos del Palacio.

Y por si alguien se da una vuelta por la Feria de Minería en estos días...



... y se interesa por alguno de los libros de este monero-escritor, Monorama, el más reciente, se puede conseguir en el stand de Resistencia, el 1509, en el segundo piso. Tiempo de alacranes está a la venta en su edición de bolsillo en el de Planeta, El llanto de los niños muertos debe poder conseguirse en el de CONACULTA (en la colección Tierra Adentro) y Cuento de hadas para conejos en Alfaguara infantil. Gel azul sólo se vende en España, en El Corte Inglés y a través de la página de la editorial.

Más vale tarde...

Este blog fue honrado con su inclusión entre los mejores del mes de enero en Monoxoro, interesante bitácora capitaneada por Erich M. Muchas gracias, como dijo Pedor Vargas, muy agradecido, muy agradecido, muy agradecido.

Kilómetro 31



Vaya si es difícil entrarle al género fantástico en nuestro país. Y más, lo sabemos todos, desde el cine. Rigoberto Castañeda no se ha dado nunca por vencido y nos entrega este, me parece que es su primer largometraje, donde hace una inteligente puesta al día del mito de la Llorona.

Con una fotografía impecable y unos magníficos efectos especiales (contó con la colaboración de Roberto Ortiz, el Rick Baker del zacatito), la película es una correcta ejecución del thriller sobrenatural. Sin embargo, corre el riesgo de entrarle a los lugares comunes del género, apuesta de la que la peli no siempre sale ilesa.

Quizá el mayor defecto sea echar mano de personajes y situaciones arquetípicos del subgénero. Ello aunado a unos diálogos que de repente rayan en la parodia, entorpecen a ratos una historia impecable, armada a partir de nuestras leyendas urbanas.

Sin embargo, el refinado oficio del director sale ileso del desafío, logra dar profundidad a sus personajes (entre los que destaca un policía judicial que a mi ver se lleva la peli) y arranca más de un susto a una audiencia acostumbrada a las sobadísimas situaciones del ya ni tan nuevo cine mexicano.

Una buena película, que vale la pena ver. Ojalá Castañeda y su equipo puedan volver a filmar pronto, pues su trabajo promete mejorar con cada cinta (no les extrañe que siga los pasos de Del Toro y emigre al extranjero buscando mejores condiciones para su chamba).

Mi única queja: el actor español, seguramente impuesto por las condiciones de la coproducción, al que hallo acartonado y metido en la historia con calzador. Es mi opinión...

Pero me parece que su gran aportación es el echar mano de nuestros mitos tradicionales y recordarnos que también en San Jacinto hace aire, y que nuestros fantasmas locales no le piden nada a banshees, goblins y poltergeists de otras latitudes, sin sonar chauvinista ni nacionalera.

Una gran película, para los amantes del horror.